A continuación, compartimos un artículo de opinión escrito por uno de nuestros lectores y colaboradores. Este artículo no representa una posición unificada de la redacción de Nueva Democracia. Se publica íntegramente la posición del autor.
El ser humano, a través de la historia y desde los tiempos viejos, se ha maravillado con lo que tiene a su alrededor, con lo que sus sentidos ven, oyen, olfatean, gustan y palpan; tanto ayer como hoy, es curioso y le gustan las cosas bellas, que la naturaleza nos ofrece humildemente pero de hermosura sin par. Además de sorprenderse con los animales, las plantas, el agua, el sol, las estrellas y miles de hermosuras más, hay una que le atrajo desde el primer momento, amor a primera vista, y es nada más ni nada menos que el oro, ese lindo metal de un color brillante luminoso como el sol y con propiedades físicas y químicas sin igual.
Las organizaciones humanas, que miles de años después de las cavernas empezaron a crear dioses y poder, vieron en el oro un mineral raro, escaso y de belleza única, la posibilidad de darle poderes mágicos y sobrehumanos que les permitiera a ciertos individuos diferenciarse o estar por encima de los demás y como no aprovechar el oro para tan importante labor. Reyes, Jefes, Emperadores, Monarcas, Dioses debían ser identificados y relacionados con un metal tan maravilloso y se inventaron toda una serie de procesos para manipular y transformar las pepitas de oro en joyas, adornos, coronas, estatuas y cientos de formas hechas de oro puro, mezclado u otros metales bañados en oro, pero que fueran parte de esa cultura e imaginario colectivo de belleza y poder investidos en quienes lo lucieran.
No hay cultura humana de diferentes tiempos o lugar geográfico que de forma natural no hubiera aprendido a admirar, a manipular y a usar el oro; tanto los Fenicios, los Babilonios, los Griegos, los Romanos, los Nórdicos, los Persas, los Chinos, los Africanos, los Indios, los Indígenas Mayas, Aztecas, Muiscas, Incas, etc. Y no es nada raro, ya que el oro sirvió para fortalecer en las organizaciones humanas aspectos espirituales, religiosos y políticos.
El oro no es solo un metal precioso amarillo, azul, blanco, que brilla y deslumbra, también es muy maleable y dúctil, se deja trabajar fácilmente y se puede convertir en finos hilos que conducen la electricidad y el calor de forma maravillosa para los circuitos y la tecnología; además, el oro es químicamente estable, inerte y no reacciona fácilmente con otros compuestos químicos, no se oxida.
La importancia monetaria del oro se conoce desde hace miles de años, ya que nuestros antepasados lo utilizaban para intercambiar objetos, productos y luego mercancías como medio concreto de valor en el trueque o en los negocios; se fabricaron monedas de oro, joyas y cosas lujosas con él, que le servían a los jefes y a los reyes para mostrar su poder con coronas de oro. Posteriormente, los billetes, bonos y títulos valores fueron respaldados con oro, hasta que se llegó a una crisis monetaria y de reservas, que hacían imposible el respaldo del dinero existente en oro y a mediados del siglo XX se pasó a que el respaldo fuera en la capacidad productiva, el producto interno bruto y en la confianza en la productividad de los países. Antes, hoy y mañana, fue, es y será una brutalidad humana el dañar los bosques, ríos y selvas para sacar el oro y guardarlo en lingotes en las cajas fuertes y sótanos de los bancos y en joyas sin ningún beneficio social.
Los usos actuales del oro, además de la banal joyería, son en la tecnología de celulares y otros equipos electrónicos, que representa el 15% del oro extraído; en medicina y medicamentos donde su uso es muy bajo y otras pocas cantidades en nanotecnología; por lo demás, es su almacenamiento irracional en bodegas para dizque tener respaldo monetario en oro, cosa que es irracional e imposible en la actualidad y sólo trae destrucción y muerte.
Para poder extraer el oro de las minas, de los bosques, de las rocas y de los ríos, es necesario utilizar químicos tan dañinos para la salud humana y animal como son el Mercurio y el Cianuro, causando graves enfermedades a los mineros y las comunidades humanas, animales y vegetales. El daño ecológico es desastroso para el planeta tierra y aporta daños irreparables a los ecosistemas que no necesitan del oro sino de más agua, nutrientes, oxígeno, luz y la defensa por parte de los luchadores revolucionarios para poder dar otra orientación a los problemas y al cuidado de la naturaleza.
En muchos de los pueblos mineros del mundo, sobre todo de oro, van de la mano riqueza y pobreza; unos pocos se quedan con las grandes ganancias de la explotación humana y el daño ambiental, y muchos se mueren o desaparecen en el morro de la miseria económica, social y cultural que produce. En Colombia, cientos de pueblos y territorios son arrasados por el narcotráfico y por la minería del oro sin que los diferentes gobiernos hagan nada profundo por resolver el problema. Esta situación la sufren los mineros, sus familias y sus comunidades y son solo ellos que de forma organizada le pueden dar solución a sus problemas. ¿Por qué decir no a la minería del Oro?
SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO.
FUERA LA MINERÍA ASESINA DE PUEBLOS Y TERRITORIOS.
POR NUESTRA SALUD Y BIENESTAR, LE DECIMOS NO A LA MINERÍA DEL ORO.
FUERA MULTINACIONALES E IMPERIALISTAS DE COLOMBIA Y DEL MUNDO.