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Desde el pasado 21 de marzo estalló una crisis en la Universidad Nacional (UN), la universidad pública más grande del país, por cuenta de la designación de rector. El Consejo Superior Universitario (CSU) eligió a Ismael Peña como el nuevo rector de la UN. La noticia indignó a la comunidad universitaria porque Peña representa a una camarilla burocrática que ha manejado a la UN por dos décadas. Además, los resultados de la consulta habían arrojado a Leopoldo Múnera como el ganador en todos los estamentos, y las representaciones de estudiantes y profesores ante el CSU se habían comprometido a votar por el candidato ganador de la consulta.
La comunidad universitaria se había llenado de ilusiones porque esta vez se contaba con 5 de los 8 votos en el CSU para elegir a Múnera como rector. El profesor Múnera fue apoyado por el movimiento estudiantil (ME) porque en su programa incluyó algunas banderas que históricamente han peleado los estudiantes. El origen de la ilusión está en la simpatía que despierta el gobierno oportunista de Petro en un sector de los estudiantes, profesores y trabajadores de la UN. Aunque la sesión del 21 de marzo parecía ser un simple trámite administrativo, está se prolongó por 9 horas. Ignacio Mantilla, representante de los ex rectores, pactó con las representaciones estudiantil y profesoral un método diferente al voto directo para amañar la elección, sacar a Múnera e imponer Peña como rector.
La traición de la representante estudiantil y la ineptitud del gobierno nacional derivó en una nutrida asamblea multiestamentaria el pasado 3 de abril. Allí se declaró el paro indefinido en la sede Bogotá y asambleas permanentes en sus otras sedes. Como salida a la crisis, se planteó la necesidad de un proceso constituyente como mecanismo democrático para avanzar en una reforma universitaria que plasme un nuevo modelo de educación superior. En lo organizativo se coordinó la celebración de un encuentro de estudiantes de la UN (ENEUN) de todas sus sedes.
El grueso de la comunidad ha rechazo la designación de Peña y no reconocen su posesión luego de que el pasado 2 de mayo, esta se efectuó ante un notario público en Bogotá, un acto inusual y por fuera del ámbito institucional. Los estudiantes, que reclaman más democracia e incidencia en el rumbo que toma la universidad, son conscientes de la crisis general de la educación superior. El déficit presupuestal, la precarización de la labor docente y la falta de garantías de permanecía se han agudizado en los últimos 30 años.
En las últimas dos décadas, se ha introducido un conjunto de reformas para responder a las directrices de organismos como el BM, el FMI y más recientemente la OCDE. La dirección de la UN ha estado en manos de un pequeño grupo que ha dado forma a los planes del imperialismo en materia de educación superior. Bajo la idea de autofinanciar parte del funcionamiento de la UN, se aprobó la reforma a los posgrados, que en la práctica profundiza la existencia de dos universidades: una pública, en pregrado y otra privada, en posgrados. La extensión universitaria, pensada para conectar a la universidad y a la sociedad, es un simple portafolio de venta de servicios a través de cursos, asesorías, consultorías y proyectos. Un paso más en la materialización del modelo universidad-empresa. La investigación y sus productos, se restringen a publicaciones en revistas especializadas que poco o nada tienen que ver con la solución de los grandes problemas nacionales.
A esto debe sumarse, la intención de la saliente administración de reformar el estatuto estudiantil, particularmente, los asuntos disciplinarios. El objetivo es tener más herramientas estatuarias para amedrentar la actividad política de los estudiantes, calificando como faltas graves y susceptibles de sanción, actividades propias del Movimiento Estudiantil como el paro, el bloqueo y el saloneo.
Toda esta coyuntura se da en un momento de debilidad del Movimiento Estudiantil. Luego de la multitudinaria asamblea a inicios de abril, al movimiento le ha costado mantener una agenda de movilización que garantice la participación del grueso de la comunidad. En las marchas programadas hay cada vez menos gente y en el campus de la sede de Bogotá se percibe un ambiente desolado. La toma permanente del edificio administrativo es la actividad más contundente que ha sostenido el paro en la sede de Bogotá. Una estudiante de la sede Medellín, sostuvo que la UN estaba desocupada y las asambleas generales no superaban las 100 personas.
Esta crisis del movimiento viene dada por tres factores. El primero, la influencia, cada vez menor, de organizaciones burocráticas y afines al gobierno Petro. Si bien, estas organizaciones NO dirigen el paro, si buscan canalizar las acciones a simples astucias jurídicas o a subordinar la fuerza del ME a las medidas que pueda emprender el gobierno. Segundo, han emergido nuevos liderazgos que rechazan a las organizaciones políticas de estudiantes. La historia reciente del Movimiento Estudiantil está precedida por una fuerte burocratización que manoseó al movimiento para perseguir intereses particulares, lideres visibles usaron el movimiento como trampolín al congreso y otros simplemente se convirtieron en funcionarios del gobierno Petro. Tercero, la ausencia en la UN de organizaciones estudiantiles independientes y revolucionarias que estén en la capacidad de dirigir el movimiento estudiantil. Este problema lo padecen la mayoría de las universidades colombianas, pero en las crisis y coyunturas es mucho más visible, los estudiantes revolucionarios promueven la lucha y el trabajo de base, se apoyan y confían en sus propias fuerzas y blindan al movimiento del manoseo oportunista.
Teniendo en cuenta lo anterior, se desarrolló el ENEUN del 5 al 9 de mayo. Primero, resaltar que las medidas logísticas impidieron la participación amplia de estudiantes. Para el ingreso al encuentro se exigía una inscripción previa en línea y una capacitación en cuestiones de género. Esto dividió el espacio. Todos coincidían en la importancia de la socialización de los acuerdos de género, el problema fue que solo se habilitó un día para esto y no se programaron más sesiones, lo que derivó en que varios estudiantes no pudieran realizar la capacitación y se les negó la entrada. Además, las sedes regionales exigían una logística de seguridad para evitar la infiltración del encuentro, acusando a la sede de Bogotá de irrespetar acuerdos. Muchos quedaron por fuera y el clima de malestar generó críticas a los organizadores.
Con el auditorio principal al 40% de su capacidad se instaló el encuentro. Las discusiones se desarrollaron alrededor de la agenda planteada inicialmente: constituyente universitaria, nueva ley de educación superior, modelo educativo y futuro del paro. Las conclusiones pueden ser disimiles entre los estudiantes que participaron, pero varios coinciden en que el actual rumbo de la UN debe ser transformando, que la constituyente es un camino que debe ser conquistado con lucha y que la universidad debe servir al pueblo.
La histórica demanda del Movimiento Estudiantil por democracia y autonomía, solo se consigue si se cuenta con un programa de lucha que vincule los intereses de las clases populares con la academia, y así avanzar en una reforma universitaria donde el ingreso y la permanencia de los más pobres se haga realidad, donde las investigaciones sen impulsadas por el afán de resolver las carencias y necesidades de la nación, y la extensión deje de ser un botín de burócratas académicos, para pasar a vincular el conocimiento que se produce en las aulas con los campos y barrios populares de Colombia.
Se requiere de la construcción de un movimiento estudiantil revolucionario y popular, que permita el surgimiento de liderazgos críticos, radicales, diversos que puedan impulsar la resolución positiva a contradicciones entre centralismo y regionalismo; seguridad y participación; bases y dirigentes; y a las múltiples contradicciones que abren las cuestiones de género en espacios de construcción democrática. Es necesario superar las limitaciones que enmarcan la lucha en las estrechas posibilidades institucionales y en cambio luchar y comprometerse por un Movimiento Estudiantil amplio, diverso, independiente y sobre todo democrático, que se plasme a través de espacios asamblearios de base.

Este texto expresa la opinión del autor.