La presente Editorial circuló impresa el día 23 de septiembre. Cuando procedíamos a publicarla en nuestra página web, se sucedieron dos hechos importantes en la movilización social y recibimos algunos comentarios de nuestros lectores. A causa de esto, decidimos insertar unas palabras introductorias y hacer unos pequeños cambios.

Nota introductoria

Entre el 22 y 24 de septiembre se realizó en Medellín un masivo Encuentro Nacional de Estudiantes de Educación Superior (ENEES) y el 27 de septiembre se desplegaron nutridas movilizaciones en algunas ciudades del país, convocadas (y en parte financiadas) por el gobierno nacional para defender sus proyectos de reformas y apoyar sus candidatos para las elecciones regionales a realizarse en octubre.

Juzgamos que estos dos hechos no cambian la apreciación que en la Editorial hicimos sobre la crisis que está viviendo el movimiento popular, pues esta se debe sobre todo a la falta de un programa propio -independiente del Estado y los partidos de las clases dominantes- y a la palpable debilidad de conciencia política y de organización de los sectores populares, cuestiones que no se pueden solucionar de la noche a la mañana.

Sin embargo, saludamos el paso adelante que el estudiantado universitario dio en su exitoso Encuentro nacional en que actúo de manera “crítica e independiente frente al gobierno” y a las viejas organizaciones oportunistas del movimiento estudiantil. Asimismo consideramos que el campesinado pobre que hoy, necesitado de tierra para trabajar, se mueve esperanzado en el gobierno, mañana, defraudado del mismo, reorganizará sus Ligas Campesinas para tomar con sus propias fuerzas todas las tierras del latifundio y hacer la verdadera reforma agraria.

Crisis del movimiento popular

En el ejercicio cotidiano de nuestra labor periodística percibimos que una verdadera crisis asalta al movimiento popular en nuestro país. Las huelgas de los trabajadores se han reducido a su mínima expresión; activistas obreros se quejan del raquitismo de los sindicatos y de que las bases no asisten a las asambleas ni luchan por sus propios pliegos de peticiones. Comprometidos líderes estudiantiles afirman que el movimiento estudiantil universitario, que en 2018 desplegó un gran paro nacional y en 2019 participó del 21N, después del cierre de las universidades en Pandemia, no ha vuelto a levantar cabeza. Las marchas del movimiento magisterial se han debilitado y cuentan con poca o ninguna participación de los estudiantes de secundaria. La juventud popular, principal protagonista del histórico Paro nacional de 2021, en algunas ocasiones retoma las calles pero con fuerzas ya reducidas. El campesinado, fuerza principal del movimiento popular y guerrillero en nuestro país, también ha perdido fuerza, aunque de cuando en cuando nos brinda ejemplares batallas de lucha por la tierra y por sus derechos que hacen retroceder a las fuerzas represivas del Estado.

Todos los que luchamos por los derechos del pueblo, quienes soñamos con una sociedad justa, no podemos más que preguntamos ¿A qué se debe esta situación? Y especialmente ¿cómo podemos salir de ella?

Es común escuchar que el pueblo culpe de esta crisis a la salvaje represión estatal…y le cabe razón: mediante la violencia militar y paramilitar las clases dominantes intimidaron y asesinaron a cientos de activistas y líderes populares, sembrando el terror en el movimiento popular y dejando a estas organizaciones del pueblo sin sus líderes más comprometidos y combativos. Miles fueron también asesinados en los llamados falsos positivos. Todo esto fue un genocidio en el que los mandos militares, como lo dijo el asesino general Montoya, ordenaban a las tropas  derramar “ríos de sangre”. A esta matanza le sumaron una campaña de propaganda que macartizaba la lucha por los derechos del pueblo y la rebelión como terrorismo, y que cuestionaba la violencia, excepto -por supuesto- la del Estado.

Pero creemos que también hay otra razón, una más interna al movimiento y de la cual la mayoría del pueblo no es tan consciente. En parte por efecto del embate represivo del que hablamos arriba, en parte por la promoción del pacifismo y el electorerismo por el Estado, en el seno de muchas organizaciones populares fue tomando fuerza una “aristocracia popular” que se hizo a la dirección de esas organizaciones, que se fue burocratizando cada vez más con “privilegios” y prebendas que el Estado y los partidos politiqueros les daban. Así, se fue creando una costra de burócratas y oportunistas que vendía las luchas de su sector por un plato de lentejas, y organizaciones que ayer luchaban por los derechos de su gremio se convirtieron en fortines de partidos electoreros, que para ganarse el voto del pueblo, hablan aquí y allá en su nombre. 

En el gran levantamiento popular se vio también la influencia negativa de estos dos factores. El Estado desde el principio reprimió violentamente la protesta asesinando a decenas e hiriendo a cientos. Simultáneamente, en el seno del movimiento social, Petro, una vez tumbada la reforma tributaria en los primeros días de protesta, llamaba a la juventud a abandonar las calles para trabajar por su campaña politiquera, mientras el Comité de Paro, conformado también por esta aristocracia popular, en connivencia con el gobierno condenaba y pedía levantar los puntos de bloqueo y resistencia que mantenía la rebelde juventud popular. 

Décadas de este accionar represivo del Estado y disolvente del oportunismo, han debilitado las organizaciones populares. La mayoría del movimiento popular ha perdido la fe en sus propias fuerzas. Por un lado, piensa que en Colombia es imposible hacer frente a la violencia estatal, debido a la particular fuerza que demuestra la ultraderecha y sus ejércitos paramilitares. Por otro lado, partidos politiqueros de “izquierda”, liderados por personajes que hicieron carrera burocrática en el movimiento popular, aprovechan este escepticismo que embarga a las masas, para buscar entre ellas apoyo a su proyecto de incorporarse al Estado reaccionario, tras la demagógica promesa de que ellos, una vez en el gobierno, favorecerán los intereses del pueblo, como si el Estado colombiano no estuviese sólidamente cimentado para mantener el poder de grandes burgueses y terratenientes a costa del trabajo del pueblo. 

Estas falsas ilusiones en que es posible cambiar las cosas desde arriba se sembraron con particular fuerza después del Paro Nacional de 2021. Aprovechando la decepción del pueblo por no haber alcanzado reivindicaciones más profundas a pesar de su imponente protesta, todos los partidos politiqueros vendieron una vez más al pueblo esperanzas en que el cambio que necesitaba lo lograría en las urnas. Hoy, tras un poco más de un año del “gobierno del cambio”, al comprobarse intactas las precarias condiciones de vida del pueblo, unas personas han perdido la esperanza en tal cambio, otras tantas siguen a la expectativa, otras todavía creen lo que el gobierno dice: que la derecha no los deja gobernar. Lo cierto es que esta mezcla de escepticismo, expectativa y desilusión mantiene inmovilizado al movimiento popular.

¿Cómo superar la crisis?

Comencemos por señalar que nadie puede negar que los motivos del gran levantamiento popular permanecen vivos, que la crisis general de la sociedad colombiana no ha sido resuelta: 35 millones (70% de la población colombiana) de personas sobreviven con ingresos (per cápita) menores de 780 mil al mes, al menos 2,5 millones están desempleadas, nos mantenemos entre los países más desiguales del mundo, la salud -como lo comprobamos todos a diario- es cada vez peor, se profundiza la crisis financiera de la educación superior, etc., en pocas palabras, siguen en pie las razones de nuestra lucha, es cada vez más cierto que la rebelión se justifica.

Razones hay, pero ¿cómo salir de la crisis del movimiento popular? Creemos que construyendo una nueva táctica a partir de las enseñanzas de la historia de lucha del pueblo en nuestro país y en el mundo.

En primer lugar, impulsar que cada organización popular vaya a sus bases, a los obreros, campesinos o estudiantes “del común” y promueva la lucha por sus derechos y reivindicaciones así como la conciencia de la raíz de estos problemas, que formen sus propios líderes y organizaciones con criterios de lealtad a la causa colectiva. Para esto obligatoriamente hay que pasar por encima de los viejos líderes y organizaciones que se aferran a una táctica oportunista, que se han dedicado a luchar para ellos mismos o su grupo y a conciliar con los de arriba. En pocas palabras: Crear verdaderos movimientos del pueblo mismo, independientes del Estado y sus politiqueros, pues, como enseñara Lenin: “la única fuerza efectiva que impone cambios es la energía revolucionaria de las masas”.

En segundo lugar, la historia enseña que todo lo que el pueblo ha conquistado ha sido con lucha combativa. Así los trabajadores lograron la jornada laboral de 8 horas, los campesinos resisten la violencia estatal y retoman tierras, el pueblo tumbó la reforma tributaria de Duque, los maestros y estudiantes han logrado en determinados momentos paliar la crisis presupuestal de la educación…y también, en sentido contrario, cuando esta lucha ha flaqueado, hemos perdido derechos. Los de arriba todos los días hablan de paz, pero apenas un poblador bloquea la calle cansado de que no se atiendan sus derechos, apenas los campesinos toman la tierra que les pertenece, no dudan un instante en reprimirlos y desalojarlos con violencia. Todos los gobiernos han hecho esto, incluido el actual. Así que un verdadero movimiento popular, fiel hasta el final a los intereses de su pueblo, no le cabe más que organizar sus propias formas de resistir y combatir la violencia estatal. Suficiente es decir que no hay cambio de color ni estilizado nombre que puedan detener el efecto violento del bolillo, de la aturdidora y del gas lacrimógeno; los movimientos populares necesitan crear su propia línea de resistencia contra la represión.

En resumidas cuentas, para volver a levantar el movimiento popular hay que despertar el entusiasmo y la iniciativa de las masas en la lucha por sus derechos, reconstruyendo organizaciones democráticas, que defiendan los intereses de cada sector del pueblo, que develen y luchen contra los falsos líderes que traicionan el movimiento y que construyan grupos para resistir la represión de los de arriba. 

El gobierno de Petro ya debilitado con tan solo un año de mandato, necesita apoyo para su programa de gobierno, y está llamando a trabajadores, campesinos y estudiantes a movilizarse y organizarse para defenderlo. Desde Nueva Democracia invitamos a todo el pueblo a analizar críticamente lo que traen estas “reformas” del gobierno Petro, a luchar por la independencia del movimiento popular, a no volver a caer en el error que cayeron nuestros compañeros hace 90 años, cuando, engañados por líderes oportunistas del movimiento popular en ese entonces, apoyaron el gobierno de Alfonso López Pumarejo (que también pomposamente se autodenominaba “la revolución en marcha”) y terminaron convirtiendo las organizaciones del pueblo en apéndices de un Partido de los opresores contra otro, el Partido Liberal contra el Partido Conservador. Cuando llegó la época de la Violencia entre estos Partidos (años 40 y 50), las clases trabajadoras no habían construido las organizaciones independientes y combativas para unir a todos los de abajo contra los de arriba y fueron entonces lanzadas a la matanza de pueblo contra pueblo en favor de uno u otro bando de las clases dominantes.

Aprendiendo también de una experiencia histórica positiva posterior, consideramos que todos los sectores del pueblo deben luchar por la independencia del movimiento popular y en lo posible aprovechar esta necesidad del gobierno de movilizar las masas en su pugna con los otros grupos de las clases dominantes, para reactivar la lucha por sus derechos y las organizaciones independientes y combativas. En los años 60, el gobierno de Carlos Lleras Restrepo también predicó una “reforma agraria” y para plasmarla promovió la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Pero el movimiento campesino tomó su propio camino; al poco tiempo la ANUC se dividió en línea Armenia (gobiernista) y línea Sincelejo (independiente). Bajo la guía de esta última línea, el campesinado conquistó tierras como nunca antes, siendo el único momento en que realmente, con la acción directa del campesinado, se empezó a plasmar una verdadera reforma agraria, tomando las tierras del latifundio por la fuerza, bajo el lema democrático de “tierra para quien la trabaja”.

Durante toda nuestra historia los opresores -que cambian de máscara y color en cada circo electoral-, han querido meternos en una falsa polarización que no es más que la pugna entre los de arriba. Y cada vez más han contado con el apoyo de algunos líderes oportunistas en el movimiento popular que buscan que nuestra atención esté del “todo absorbida por las reformas, por las transacciones entre sectores de las clases dominantes, y es a ellas a quienes se dirigen, es a ellas a quienes tratan de “convencer”, es a ellas a quienes desean adaptar el movimiento” popular.

El nuevo gobierno llama al pueblo a apoyar sus reformas pero lo reprime si toma la calle o la tierra. Sus altos funcionarios viven sabroso (con sueldos exhorbitantes) mientras el pueblo padece hambre. Los falsos líderes populares que antes, cuando buscaban afanosamente ser gobierno, condenaban la venida de algún alto funcionario yanqui a nuestras tierras, callan unos, celebran otros, las recurrentes visitas de la jefe del Comando Sur de EEUU y que Petro mismo se haya comprometido a garantizar la estabilidad para los monopolios yanquis y solicitado a Biden conformar una fuerza militar para nuestra Amazonía. Los otrora “narcolatifundistas expropiadores violentos de campesinos” como hace unos años llamó Petro a los grandes ganaderos, ahora son -sorprendentemente-, con Lafaurie a la cabeza, los mejores socios de la reforma agraria. Los mismos que, cuando eran oposición, pedían la renuncia de gobiernos apoyados por el narcotráfico, hoy llaman a sus trapos sucios “golpe blando”. Los supuestos líderes del pueblo que hace unos años llamaban a la gente a protestar ante el alza de la gasolina, ahora, cuando el actual gobierno la ha subido un 50%!, guardan silencio o culpan a otros. Los que por ganar votos, dijeron que el 7 de agosto se acababa el ESMAD y que los presos por protestar recuperarían su libertad, ante el evidente engaño esconden la cabeza.

¿Todo esto es extraño no? De repente muchas cosas han cambiado, ya no se llaman por su nombre a los opresores, la confusión reina, el movimiento popular entra en un inmovilismo. En el “gobierno del pueblo”, el movimiento popular, en lugar de levantar cabeza, alcanzó su crisis. ¿Será esto lo que quiere decir “gobierno del cambio”? Bueno, pues este tipo de cambio que alegra a los gringos, a los terratenientes, al mismo Álvaro Uribe que ha llamado al gobierno actual como una “democracia social”, pero que reprime la rebelión independiente y combativa de los sectores populares y solo propugna la movilización a favor del gobierno, no es evidentemente un buen cambio para el movimiento popular.

Estamos porque las cosas vuelvan a llamarse por su nombre, porque todos los sectores del pueblo luchen por sus reivindicaciones y derechos y no por el programa del gobierno de turno, porque los campesinos tomen la tierra del latifundio y no porque se haga más ricos a los terratenientes, porque los estudiantes exijan la superación de la crisis financiera de las universidades públicas y no porque se den migajas para aplazar otras vez su debacle como ya hizo el gobierno anterior, porque luchemos contra el dominio extranjero y no por vender más el país a los grandes monopolios capitalistas.

En pocas palabras, el camino para reconstruir el movimiento por los derechos del pueblo no se transita por arriba, sino por abajo, yendo a las bases del pueblo mismo a impulsar sus luchas y organizaciones independientes y combativas. No es un camino fácil por supuesto, será largo y escarpado, pero al mismo tiempo, certero y luminoso. El punto de partida está en confiar en el pueblo mismo como única fuerza motriz de la historia y decidirse a servirlo de todo corazón, el resto es trabajo tesonero que convierta poco a poco al pueblo hoy desorganizado en fuerte poder organizado que conquiste las reivindicaciones del pueblo y la nación colombiana.