Suicidio en ascenso, un problema estructural
Durante las últimas dos décadas, la tasa de suicidios ha presentado un abismal aumento del 17% en América y más de 703.000 personas en el mundo se quitan la vida anualmente, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos, según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud). El suicidio se ha convertido en la segunda casusa de muerte en los jóvenes entre 15 y 29 años, y la depresión afecta a 264 millones de personas a nivel mundial, convirtiéndose en un creciente problema de salud que hasta ahora no ha tenido soluciones significativas. En el caso de Colombia, según un informe del DANE del 2022, las cifras de suicidio aumentaron en un 44% la última década y en el 2021, luego de la pandemia, alcanzaron el mayor número en la historia del país, llegando a 2.962 muertes. Cada día 8 personas se quitan la vida en el país y esta cifra tiende a crecer: del 2020 al 2022 incrementaron un 10% y del 2022 al 2023 un 16%. Nuevamente, son los jóvenes entre los 20-24 años donde se concentran la mayoría de estos casos.
Pero ¿Cuáles son las causas profundas de esta problemática? Según la OMS, más del 77% de los suicidios ocurridos en 2019 tuvieron lugar en países de ingresos bajos y medianos (tercer mundo), además de estar focalizados entre los sectores populares más vulnerables y discriminados, como los refugiados y migrantes. Esto muestra una evidente relación entre las condiciones sociales y económicas de las masas en los países oprimidos por el imperialismo y los problemas de salud mental que día a día les afectan, principalmente a la juventud, sector donde el desempleo alcanzó a 73 millones de personas en el mundo, 6 millones más que en 2019; pues es en estas naciones donde se concentran las mayores tasas de desempleo, informalidad, represión y superexplotación del pueblo.
La juventud lucha por garantías y acceso a la salud mental
Ante esta creciente problemática ¿Cuál es la respuesta del Estado y sus instituciones? Pese a que el suicidio se cataloga como un tipo de muerte “evitable”, son completamente insuficientes y poco efectivos los mecanismos de este sistema ante los casos. Pues, aunque existen tratamientos conocidos y probados contra los trastornos mentales, más del 75% de las personas afectadas por ellos en los países de ingreso bajo y mediano, no reciben tratamiento alguno. Según Supersalud, un 66% de los colombianos afirman haber tenido algún problema relacionado con la salud mental y durante el 2023 se recibieron 49.000 quejas por mala atención en esta área de la salud. Existen casos en los que los pacientes se ven obligados a hacer rendir sus medicamentos tomando menos de lo indicado por los especialistas, pues sus entidades de salud no suministran el tratamiento completo, o incluso teniendo que acudir a consultas particulares por la negligencia y demora en la asignación de citas; siendo este el caso de una estudiante de la Universidad de Antioquia que entrevistamos.
Es por esto que, ante la creciente ola de suicidios desde el año 2022 en los departamentos de Antioquia (3.401), Cundinamarca (1.422), Valle (1.120) y Santander (1.017) y en particular por el reciente caso de estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional en Bogotá que se quitaron la vida, el sector estudiantil de dicha Universidad desde inicios de marzo alzó su voz de denuncia y rechazo ante el ineficiente sistema de atención psicológica de la institución. Se organizó una asamblea estudiantil, donde debatieron respecto al tema y convocaron una semana de actividades en homenaje a los compañeros y exigiendo garantías y acceso a una mejor atención en salud mental, entre las cuales, pintaron una tela, realizaron espacios culturales, una olla comunitaria y un plantón. Sectores dentro del estudiantado responsabilizan al Estado por estas muertes, que, aun siendo evitables, se llevan la vida de nuestro pueblo diariamente.
Pesimismo, individualismo y suicidio: la salida del sistema
Diferentes organismos internacionales como la OMS y la ONU (Organización de las Naciones Unidas) se llenan la boca año tras año, hablando de su preocupación por la salud mental, impulsando programas y campañas enfocadas en la prevención y disminución de estos casos, sin conseguir mucho éxito. En la guía de prevención “LIVE LIFE” de la OMS se plantean recomendaciones como: restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (como armas de fuego y ciertos medicamentos); orientar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio; desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales, etc.,
Pese a que existen estas recomendaciones, no pasan de ser una mera palabrería que no se refleja en acciones y medidas concretas para el pueblo, pues si bien deben existir estos programas, se debe luchar por que realmente permitan un mayor acceso y atención de calidad en la salud mental, que desde las diferentes instituciones se implementen soluciones reales y eficientes, y que exista suministro gratuito de medicación en los diferentes tratamientos.
Pero ¿Acaso basta con campañas de prevención? ¿Será posible erradicar estos problemas dentro del sistema capitalista? El capitalismo ha llegado a su fase superior y última: el imperialismo, caracterizado por Lenin como reacción en toda línea, que ha perdido todo el carácter progresista que tuvo en su etapa de libre competencia para combatir los grilletes de la sociedad feudal y se ha convertido hoy en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas y la humanidad, que saquea, somete e invade países oprimidos en todo el mundo, condenándolos al atraso semifeudal y la dominación semicolonial y que desata guerras de rapiña por el control del mundo. Esta es la razón profunda por la que miles de masas, de jóvenes en el mundo no soportan vivir en este sistema.
Hoy la burguesía es una clase reaccionaria que busca impedir la revolución proletaria. De diversos modos, la burguesía y el sistema imperialista busca detener la rueda de la historia, el avance de la lucha de clases, no solo a través sus fuerzas armadas y el sometimiento económico y político, sino también difundiendo su podrida ideología individualista, pesimista e idealista. Degradando sus ideas de progreso y desarrollo del conocimiento científico. Hoy el capitalismo está interesado en ocultar la realidad, en imponer teorías relativistas y posmodernas, que plantean inútil e imposible la existencia de una verdad objetiva; teorías que niegan la lucha de clases y promueven la conciliación con la burguesía y que sirven a las clases dominantes para mantener una careta progresista e incluyente. Tienen claro que el análisis científico y concreto de la realidad social y la historia sólo puede llevar a la necesidad de su propia destrucción.
También sirven a la burguesía para alejar a los intelectuales del marxismo y de la revolución, todas las teorías y filosofías nihilistas y existencialistas, que propugnan el no futuro, la inexistencia de un propósito humano, el sinsentido de la existencia y el ser y la imposibilidad de transformar la realidad. Ideas que infunden el pesimismo, el conformismo, la depresión y el suicidio como única salida ante la crisis de este sistema. La burguesía no podría ofrecer algo diferente, pues su perspectiva es oscura, su futuro turbulento; sus crisis cíclicas cada vez más agudas, siempre al borde de una nueva, y sostenidas con la explotación y empobrecimiento de millones de masas. El papel que cumplieron y aún cumplen estas ideas lo evidencia el financiamiento por parte de Estados Unidos y la CIA durante la guerra fría, a la propaganda cultural, como expone el libro “La CIA y la Guerra Fría cultural” de Frances Stonor. Esto se concretó en la creación del Congreso por la Libertad de la Cultura, entre 1950 y 1967, para combatir el comunismo. Entre los escritores que recibieron apoyo del Congreso se encuentran: George Orwell, Albert Camus, Thomas Mann, Bertrand Russell, Jorge Luis Borges y Octavio Paz.
¡Qué eficiente suena! Restringir el acceso a medios utilizados para el suicidio y desarrollar aptitudes socioemocionales, mientras casi un tercio de la población mundial sufre la hambruna y su sistema no ofrece otra salida más que adaptarse a él o morir.
Este sistema no puede ofrecer futuro a las masas, la revolución proletaria si
Retomamos las contundentes palabras del gran comunista peruano José Carlos Mariátegui: “Lo que más neta y claramente diferencia en esta época a la burguesía y al proletariado es el mito. La burguesía no tiene ya mito alguno. Se ha vuelto incrédula, escéptica, nihilista. El mito liberal renacentista, ha envejecido demasiado. El proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese mito se mueve con una fe vehemente y activa. La burguesía niega; el proletariado afirma”. Así pues, mientras el futuro de la burguesía es oscuro, la perspectiva del proletariado y de los pueblos del mundo es brillante, pues solo les quedan cadenas por romper y un mundo que ganar. La burguesía ha perdido toda perspectiva y esperanza y se hunde en el montón colosal de basura que ha creado, en su crisis política, económica y espiritual. Hoy más que nunca, el imperialismo está siendo confrontado por la heroica Resistencia Nacional Palestina, que ha asestado golpes certeros y contundentes a la bestia yanqui, por el pueblo en Ucrania combatiendo a Rusia y por todas las luchas de liberación nacional y levantamientos en el mundo; ya no pueden mantener su imagen de ejército invencible ante los ojos del mundo, cada vez sostienen con mayor dificultad los frentes de sus guerras de agresión, sus ideas vacías de progreso individual y pesimismo, aunque fuertes y arraigadas, ya no llenan las mentes y corazones inconformes de las masas que anhelan y sueñan una vida diferente, sin clases ni explotación; una verdadera felicidad.