El pasado mes se conmemoró el Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera. Este año Gustavo Petro pidió a las clases populares que marcharan en dicha fecha como una demostración de fuerza ante la derecha. Esta fue otra de las múltiples convocatorias de movilización que había hecho el gobierno hasta el momento. Antes del primero de mayo, ninguna de ellas había sido tan masiva. De hecho, el gobierno venía de una racha de convocatorias débiles.
Petro alineó a toda la burocracia sindical en torno a la defensa de su política y de su figura. La movilización fue masiva y marcadamente petrista. Una voz minoritaria de sindicalistas, entre ellos incluso algunos que votaron y apoyan el gobierno de Petro, criticaron lo que ellos consideran una instrumentalización del movimiento obrero y popular a manos del gobierno. En efecto, es muy poco probable que el gobierno hubiese conseguido una participación tan masiva en su movilización de no ser por haberse embarcado en el día de la clase obrera. En la movilización, las diversas reivindicaciones de los sindicatos y demás organizaciones fueron solapadas por las consignas petritas.
A pesar de lo anterior, hubo sectores minoritarios que se atrevieron a romper la inercia que pretendió imponernos el gobierno y se decidieron a ir contracorriente, y levantar la bandera de la necesaria independencia de clase del movimiento popular. En Bogotá el sector de los independientes marchó en defensa de Palestina y de su resistencia, así como por los derechos de la clase obrera internacional. En Cali, para dar un ejemplo, un grupo más o menos de mil vecinos, agrupados en una organización popular de nombre Minga Cali, cuidó que su bloque se concentrara en levantar la exigencia que a todos los une: la lucha por el territorio, un techo para vivir y no al desalojo.
En Medellín, los sectores que defendían el carácter independiente de la movilización también abanderaron la resistencia palestina y los derechos del pueblo. Particularmente, los vecinos del barrio José Antonio Galán, marcharon bajo la bandera de “No al desalojo”. Parte de los sectores independientes se organizaron como bloque clasista e internacionalista y realizaron diversas actividades durante la marcha.
Estas posiciones independientes fueron recibidas con ataques y hostilidad por algunos de los manifestantes que están más ilusionados y convencidos de las políticas petristas. Los actos culturales del bloque clasista e internacionalista sufrieron algunos intentos de sabotaje y se presentaron actos violentos contra la juventud rebelde que iba haciendo pintas -algunas con un contenido que critica y cuestiona al actual gobierno- en las paredes de bancos, grandes empresas e instituciones del Estado.
Estos hechos dejan aún en mayor evidencia la agudización de la polarización en la cual quieren involucrar al pueblo; además, permite empezar a vislumbrar sus consecuencias. Pareciera que no apoyar a Petro es ser uribista, y atreverse a declararse independiente es motivo para ser atacado. Tanto Petro como la derecha uribista son parte de las clases dominantes. Caer en la falsa polarización que quieren imponer, lleva a escenas como las descritas, en donde sindicalistas terminaron atacando violentamente a jóvenes rebeldes y populares, mientras Petro llama a una conciliación con las clases dominantes bajo su consigna de “acuerdo nacional”, consiguiendo con ello ensombrecer la polarización real: pueblo por un lado y clases dominantes por el otro.
En la movilización se argumentó que no podían rayarse los muros, que no se podía permitir alguna expresión de combatividad en la marcha, pues la derecha iba a tomar esos hechos para desprestigiar la marcha. Petro enarbola la consigna de Paz Total, pero ¿qué está ocurriendo ante nuestros ojos? El primero de mayo la juventud rebelde fue atacada en nombre de la unidad popular y de la no violencia. Y más allá de la marcha, los campesinos que hoy ejercen su derecho a la combatividad, tomando por las vías de hecho las tierras que los terratenientes han usurpado históricamente al pueblo del campo, son reprimidos por el ESMAD en nombre del acuerdo nacional.
El balance que hizo Gustavo Petro de la movilización fue un balance muy positivo para su gobierno. Y ciertamente, como se ha mencionado, pocas veces sus convocatorias han alcanzado tal masividad. Pero nos corresponde mencionar que la juventud popular, protagonista del gran levantamiento popular del año 2021 –hecho histórico sin el cual el actual gobierno no hubiese podido llegar a la presidencia- no escuchó el llamado que las fuerzas gobernistas hicieron para el primero de mayo y no salió masivamente en su defensa, pese a los constantes y desesperados alegatos de golpe blando y las advertencias de que “quieren matar al presidente”.
Esa juventud a la que se le prometió mejores condiciones de vida, más oportunidades de trabajo, libertad de sus compañeros encarcelados por luchar y el desmonte del ESMAD, no ha podido ver nada de eso materializado, por el contrario, la situación de hambre y pobreza es más gravosa. Petro ha intentado convocar a estos jóvenes y con ellos en las calles, atemorizar a la facción de las clases dominantes que se le opone. Ante el resquebrajamiento de la ilusión por las promesas incumplidas, estos jóvenes no han hecho caso de las convocatorias petristas, por el contrario, le reclaman al gobierno por sus incumplimientos.
Por otro lado, pese a que en zonas rurales el campesinado salió levantando las consignas gobernistas, también se evidenció como en su seno sigue latiendo y ahora con más ilusión la consigna: tierra para quien la trabaja. En palabras de los campesinos, en el campo hay “una serpiente dormida” esperando despertar. Las organizaciones populares tienen la tarea de comprender científicamente cuál es el único camino por el cual nuestro país podrá destruir al latifundio y entregar tierra al campesinado, y tiene la tarea de plasmar ese camino junto a las masas campesinas.
La historia de nuestro país ha estado marcada por organizaciones populares que diluyeron sus luchas en las consignas y programas impuestos por sectores gobernistas. Las ligas campesinas en los 20 y los 30, se plegaron al gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo, que también usó fraseología revolucionaria tal como: “La revolución en marcha”, que también prometió tierra para el campesino (promesa que no se cumplió) y que también hizo discursos desde el balcón un primero de mayo. El resultado de esa confianza depositada en el gobierno liberal de Alfonso López, fue la dilución de las organizaciones campesinas, que terminaron perdiendo su iniciativa y terminaron quedando a merced del poder terrateniente, tanto liberal como conservador, el cual les asestó duros golpes.
La pasada marcha del primero de mayo es un llamado a las organizaciones populares y a los sectores más conscientes de nuestra nación, de la necesidad de posicionarnos firmemente en la política de: gobierne quien gobierne, los derechos del pueblo se defienden y, trabajar de manera ardua y paciente para que, en proceso de lucha por sus reivindicaciones, el movimiento popular asuma, encarne y se organice bajo dicha consigna.