La profunda crisis económica y política en la que se encuentra el hermano pueblo venezolano es una muestra clara del fracaso del oportunismo, de los gobiernos “populares” que surgieron en América Latina en las últimas décadas, de alcanzar la soberanía nacional y los derechos del pueblo. A pesar de su máscara “nacionalista” o “socialista”, el gobierno del Chavismo, y el de Maduro que continuó su política, durante las más de dos décadas en el poder no ha hecho más que seguir vendiendo el país, desde su petróleo hasta su soberanía, a los imperialistas, sea a los Estados Unidos o a Rusia y China. Mientras el chavismo habla de antimperialismo, mantuvo y mantiene a la economía venezolana como una economía rentista del petróleo sin confiscar los bienes de los grandes capitalistas monopólicos de la Gran Burguesía, ni del latifundio, ni de los imperialistas y su sistema financiero, sin lo cual no se puede desarrollar una económica nacional y popular. La pseudo-nacionalización del petróleo se tradujo a dudosas y sobrevaloradas compras del Estado de empresas de la cadena del petróleo, mientras los países imperialistas y sus monopolios petroleros siguen controlando la producción y comercialización del petróleo venezolano. Chávez se ganó a parte del pueblo con políticas de subsidios garantizadas en su momento por las altas rentas del petróleo, pero que no significaban ni una redistribución de la riqueza, ni un desarrolló nacional propio.
Fuente de confusión es el hecho de que, en Venezuela, en las últimas décadas, la dominación de las clases dominantes del país se ha dado a través de la concentración de los grandes medios de producción en el Estado, diferente, por ejemplo, al proceso de Colombia, donde con el neoliberalismo se desmontó una gran parte del gran capital estatal para entregarlo a manos del gran capital no estatal. Chávez desplazó la fracción compradora de la gran burguesía venezolana. Ese hecho ha generado encarnizados conflictos entre los grupos de poder para recuperar o mantener la hegemonía en el aparato estatal, respectivamente cada uno se muestra como representantes del pueblo, pero ninguno es representante de sus intereses ni de los intereses de la nación. Que las principales empresas estén en manos del Estado, no significa que Venezuela sea socialista, ni tampoco que haya desarrollo nacional, estas empresas pertenecen a una costra burocrática de funcionarios parásitos atornillados al Estado, que están acomodados administrando el negocio del petróleo sometido a los intereses imperialistas.
La crisis en Venezuela se ve agravada por la pugna interimperialista. Venezuela es un país oprimido, parte del tercer mundo que es parte del botín por el que pugnan los países imperialistas. Como ocurre en Ucrania, donde el imperialismo ruso y yanqui luchan por dominar, y la pugna se escaló a una invasión del imperialismo ruso contra Ucrania. Así mismo Venezuela que hace parte del “patio trasero” de los estadounidenses, los rusos y los chinos intentan acrecentar su influencia económica y políticamente en Venezuela y en otras partes de América Latina, es su contienda con Estados unidos. Los Rusos y Chinos no buscan por supuesto ¨salvar¨ a Venezuela, sino que quieren su sometimiento y usarla como carta de negociación con Estados Unidos. Estos últimos dicen defender en Venezuela las banderas de la democracia y no se sonrojan de su hipocresía descarada, pues nunca hay que olvidar que ellos han promovido y defendido en América Latina golpes de Estado, gobiernos militares, masacres contra el movimiento obrero y campesino, y siempre han guardado silencio cómplice, cuando gobiernos lacayos a sus intereses, cometen todo tipo de crímenes contra el pueblo.
Como parte de los planes del imperialismo yanqui de profundizar la militarización de toda América latina y tener control exclusivo sobre el petróleo, los imperialistas yanquis quisieran un dominio absoluto de la economía y política venezolana, y buscan montar un gobierno títere amenazando con cambiar el carácter de Venezuela de semicolonial a colonial, poniendo al país bajo el mando directo de Estados Unidos. Para ello han acudido, en los últimos años, a todo tipo de chantajes, bloqueos y agresiones económicas, políticas y militares. Intentan hoy con María Corina Machado lo que intentaron con Guaidó hace unos años, realizar un golpe de Estado en Venezuela. Cuando el imperialismo Yanqui, en el 2022 necesitó aumentar la importación de crudo venezolano, y pugnar por bajar los precios del Petróleo ante la subida de estos por la guerra en Ucrania, entabló negociaciones con Maduro y ablandó sanciones contra Venezuela. Maduro con su antimperialismo de dientes para afuera, y con una economía rentista sometida que el Chavismo no se esforzó por cambiar, acudió dócilmente al llamado de Estados Unidos, y firmó el acuerdo de Barbados del 2023, en donde acuerda que Estados Unidos fuera garante en las negociaciones entre el chavismo y la oposición, fruto de este acuerdo es que convino con Estados Uníos la actual ruta de ¨elecciones libres¨ según el molde yanqui y bajo su tutelaje. Esto a cambio de que EEUU levantara temporalmente sanciones ilegales y arbitrarios que ha impuesto contra Venezuela. ¿no es acaso la fiscalización de los Yanquis de las elecciones en Venezuela un claro intervencionismo en los asuntos internos? Ahora Maduro se queja de que Estados Unidos se inmiscuye en el proceso electoral, pero calla a la hora de decir que esto es fruto de un acuerdo previamente pactado con los Yanquis.
En ese contexto, se ha vuelto a expresar la protesta popular del pueblo venezolano, con combatividad, en algunas poblaciones se han levantado barricadas y se han presentado enfrentamientos con la policía. Por la falta de organización independiente del pueblo venezolano, de una fuerza que represente los intereses del pueblo y la nación, las masas hoy se encuentren perdidas, a veces cayendo en el discurso igualmente demagogo de la “oposición” o incluso pensado que Estados Unidos puede ser la salvación a sus problemas, o depositando ilusiones en el vacío palabrerío antiimperialista y popular de Maduro. Las protestas ocurren porque hay hambre, miseria y opresión. Las masas venezolanas que salen a las calles a luchar y protestar, y los millones de venezolanos que han abandonado su país en busca de oportunidades, no son agentes de la derecha o la ultraderecha. Ha sido precisamente el real carácter antipopular y vendepatria del Chavismo lo que ha sumergido al país hermano en la actual crisis económica y política en la que se encuentra. Ha sido precisamente obra el Chavismo desmovilizar las fuerzas populares y nacionales de Venezuela, burocratizarlas, y corporativizarlas. ¿Cómo se le puede culpar al pueblo por criticar una costra burocrática que no representa sus intereses y que no resuelve los problemas fundamentales de la nación, aunque dicho gobierno se vista de “socialismo”? Si alguien es culpable de que las masas sigan el llamado de la ultraderecha es el chavismo, que uso el movimiento popular y lo llevo al inmovilismo.
Los defensores del gobierno Maduro quieren sumergir el movimiento revolucionario y popular en una falsa polarización: Maduro o María Corina, esto es, o la falsa “izquierda” o la ultraderecha. Como si solo hubiera esas dos opciones. Argumentan que, si se apoyan las protestas, entonces se está apoyando a la ultraderecha venezolana y al imperialismo yanqui. Pero es falso que solo existan dos opciones, la verdadera polarización que existe en la sociedad, es entre las clases trabajadoras y las clases explotadoras, entre oprimidos y opresores, y los opresores y explotadores se visten de muchos colores y se arropan con todo tipo de discursos políticos, lo cual puede generar confusiones en las filas del pueblo. El verdadero camino del pueblo venezolano, no es votar por una u otra facción de las clases dominantes, sino forjar, en medio de las justas protestas populares contra el gobierno del falso socialismo, una dirección, organización y un camino verdaderamente revolucionario: antiimperialista, democrático y popular, rumbo a un verdadero socialismo.