Publicamos el siguiente artículo del Periódico Mural de México.

El pasado 4 de julio en la Ciudad de México, vecinos de algunas colonias, colectivos y organizaciones convocaron a una concentración en el Foro Lindbergh, en el Parque México, ubicado justamente en la Condesa, al sur de la Ciudad. Esta es una colonia con una marcada historia aristocrática impuesta desde el periodo de la colonia española, pasando por las intervenciones extranjeras, el porfiriato y la formación de la zona residencial tras el fin de la revolución burguesa inconclusa, hasta nuestros días.
La concentración tenía un objetivo claro: expresar la inconformidad creciente ante el fenómeno de la gentrificación, el cual ha tenido un proceso de desarrollo y aceleración desde los inicios de este siglo en nuestro país haciendo de las ciudades de México, Oaxaca, Guadalajara y Monterrey su epicentro.
¿Pero qué es la gentrificación y cómo debemos entenderla?

Según la definición de la ONU-Habitat… “La gentrificación sucede cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”.
Esta definición ha encontrado un importante grado de aceptación entre los círculos académicos; de acuerdo con el Boletín UNAM-DGCS-1080… “La gentrificación es un proceso de reestructuración de relaciones sociales en el espacio. Hace referencia a que distintos sectores de la población con mayor capacidad económica se apropian de espacios urbanos que presentan ciertas cualidades, por ejemplo áreas verdes, buena ubicación, equipamiento, infraestructura y zonas culturales que son muy buscadas por el capital inmobiliario”.
En realidad, ambas definiciones se quedan cortas al emplear eufemismos “políticamente correctos” que encubren una realidad objetiva; esto es: la existencia de relaciones sociales de opresión, basadas en la estructura económica de la actual sociedad donde siguen existiendo explotadores y explotados. Así que claramente, la gentrificación debe ser entendida – como todo fenómeno social – desde la óptica del materialismo histórico no solo para su interpretación, sino principalmente para su transformación, combatiéndola desde la raíz.
La gentrificación entonces debe ser vista como una expresión material del despojo que busca reestructurar el espacio público y privado, tanto en las ciudades como en el medio rural, para imponer desarrollos inmobiliarios o comerciales, así como megaproyectos turísticos y económicos en beneficio del capital imperialista. Esto profundiza la condición semi-colonial de nuestro país y deja como resultado el desplazamiento interno forzado de los pobladores quienes literalmente son expulsados de las zonas afectadas. La gentrificación es un acto de violencia de clase que cuenta con la complicidad del Estado y afirma la existencia de un régimen de opresión en contra de los sectores populares; en este caso de vecinos, ejidatarios y comuneros quienes cargan sobre sus espaldas el peso del “desarrollo” y terminan siendo, en el mejor de los casos, los trabajadores precarizados que realizan labores socialmente improductivas para beneficio exclusivo de las empresas trasnacionales pregoneras de esta falsa modernidad.
Hay que decir que este modelo de “desarrollo” extendido en varias partes de la geografía nacional tampoco redunda en un proceso de proletarización de las masas, como lo imagina ilusoriamente el revisionismo contemporáneo, pues como hemos dicho: se trata de actividades improductivas donde lo único que se desarrolla es el trabajo servil (mucamas, recepcionistas, conserjes, meseros, garroteros, barman, valet parking, “edecanes y escorts” –entiéndase prostitución-, etc.). De esta manera, la gentrificación también profundiza la semi-feudalidad que subsiste en los países del tercer mundo como el nuestro.
Crece el sentimiento anti-imperialista
Volviendo a las protestas del 4 de julio es importante subrayar que la fecha fue elegida por los manifestantes en repudio al imperialismo yanqui, siendo esta la conmemoración de su independencia.
Los pueblos de México históricamente han albergado un sentimiento anticolonial, especialmente direccionado contra aquellas potencias como España, Francia y Estados Unidos que han intervenido militarmente el territorio nacional. Así que esta primera protesta anti-gentrificación observada en la Ciudad de México ha tenido un claro sello anticolonial que ha rebasado las expectativas de sus propios organizadores.
Lo que ocurrió es que a la concentración y la marcha se fueron incorporando más vecinos y más activistas, algunos de los cuales realizaron acciones directas contra empresas trasnacionales como Starbucks y otros establecimientos donde los manifestantes denunciaron el fenómeno de la gentrificación y los empleos mal-pagados que ofrecen estas empresas. Los activistas también realizaron pintas en los establecimientos, lanzaron piedras contra los cristales, retiraron algo de mobiliario, y respondieron con petardos a las agresiones de guaruras y juniors valentones.

La marcha asumió un perfil combativo e internacionalista con los activistas que conformaron un bloque negro, ondeando banderas rojas con la hoz y el martillo, banderas anarquistas y muchas banderas de Palestina, coreando consignas como ¡Yanqui go home! ¡Del río al mar, Palestina vencerá! y otras que expresaban el rechazo a la guerra imperialista y la misma gentrificación.
Esta movilización expresa claramente que en México está creciendo el sentimiento anti-imperialista, particularmente tras padecer las conductas racistas y colonialistas de ciudadanos extranjeros que viven o trabajan en nuestro país y atacan o discriminan a los mexicanos todos los días. Este sentimiento anti-imperialista también expresa la solidaridad de los pueblos y el internacionalismo proletario tras las redadas contra migrantes latinoamericanos en Los Ángeles o el genocidio en curso contra el pueblo de Palestina.
La respuesta del oportunismo
Como era de esperarse, los gobiernos oportunistas de Morena se han pronunciado de inmediato tratando de salvaguardar los intereses del gran capital.
Clara Brugada, Jefa de Gobierno de la CDMX ha declarado que “no habrá impunidad” refiriéndose a los destrozos en los negocios de estas empresas, y ha adelantando que pronto presentará un protocolo de seguridad para las movilizaciones en la CDMX de cara al mundial FIFA 2026.
Por su parte Claudia Sheinbaum ha inferido que en la manifestación hubo crímenes de odio al decir “Las muestras xenofóbicas de esa manifestación hay que condenarlas“.
Este nivel de respuestas deja claro que siempre sale más barato culpar y castigar al oprimido que hacerlo con el opresor, y es igual de inútil que tratar de argumentar una especie de “racismo a la inversa” el cual es insostenible si observamos la historia de colonialismo y dominación ejercida contra los pueblos del tercer mundo.
Sencillamente, esto que ocurrió en la marcha contra la gentrificación en la Ciudad de México no puede ser rebajado a las argumentaciones oportunistas del “muy mal” contra llamados “excesos” de los manifestantes pues, en primer lugar, han sido los excesos de los despojadores, de los opresores y de los explotadores los que han generado el odio de clase entre la población despojada, oprimida y explotada. En segundo lugar, porque se trata del sentimiento anti-imperialista en ascenso y esto augura las ganas de luchar de los pueblos de México para alcanzar la liberación nacional de nuestro país.

Con esto último, es importante recordar lo dicho por el Presidente Mao Tse Tung: “Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan tranquila y delicada, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra”.1
1 Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Junan. Marzo de 1927. Ediciones en lenguas extranjeras Pekin 1968
