La angustia de los hogares del pueblo colombiano crece al ritmo de los precios del costo de vida. Este fenómeno, conocido como inflación, que lleva a que cada vez el dinero valga menos, ha tenido los mayores valores desde 1999. La inflación acumulada durante el 2022 se registró en 11,4% (valores hasta septiembre), siendo los alimentos y servicios públicos los que más han aumentado.
Como los más pobres gastan casi todos sus ingresos en estos productos básicos (en alimentación por ejemplo gastan el 24%), el costo de vida subió para las grandes mayorías más de un 13%. El panorama es grave, y se corrobora al contrastar estos aumentos con el salario mínimo, que a pesar de la propaganda del anterior gobierno de turno, del reaccionario Iván Duque, que anunció el año pasado un “aumento histórico”, éste viene disminuyendo su capacidad adquisitiva real: según cifras del DANE, de julio de 2019 a julio de 2022 (3 años) la inflación de alimentos fue de 43%, mientras que el salario mínimo en este mismo periodo subió 25%. Es decir, los trabajadores cada vez tienen que dejar mayor parte de su salario para alimentación, negando directamente las posibilidades de acceso a otros derechos como recreación y cultura, y poniendo en riesgo la propia posibilidad de subsistencia al tener en cuenta costos básicos como arriendo, servicios o transporte. A esto se suma el agravante de que un 30% de los trabajadores ganan menos del salario mínimo, completando el panorama de pobreza y miseria de la nación, con 39,3% de pobreza monetaria (según cifras oficiales del Estado). “Los pobres cada vez más pobres” no es un simple refrán, es un hecho que golpea al pueblo trabajador, es una realidad que se siente en todos los rincones del país y que hace que el hambre toque a la puerta de más hogares.
Lejos de un panorama tranquilizador, la inflación no está por frenar. Uno de los factores que ha generado su aumento en el último tiempo ha sido el precio del dólar que sube en todo el mundo y con particular fuerza en Colombia, lo que afecta directamente todos los productos importados, incluyendo el 30% de los alimentos. Pero también afecta una gran cantidad de productos nacionales que necesitan elementos importados para su producción, como el caso de los alimentos que se cultivan en el país, pues dependen de agroquímicos que se importan.
A pesar del panorama anteriormente descrito, en que el salario no cubre las necesidades más básicas, el gobierno oportunista de Petro y Francia mantiene la misma política de los gobiernos reaccionarios anteriores en cuanto al presupuesto nacional: el mayor valor se destina a pago de deuda ($78 billones), muy por encima de educación ($54,8 billones) que es el siguiente valor más alto, dando un mensaje de tranquilidad al imperialismo y sector financiero nacional, asegurando el pago cumplido de las deudas usureras a las que nos han atado como nación, por encima de las necesidades más básicas y sentidas de la población como la tierra y la educación.
El descontento del pueblo -apaciguado temporalmente por la esperanza de cambio con el nuevo gobierno- se manifestará nuevamente en las calles. Las promesas no sacian el hambre y las medidas antipopulares del nuevo gobierno se acumulan rápidamente. El pueblo colombiano nuevamente se sumará a la furia de las masas en el mundo en busca de salidas que aseguren su pan y sus derechos.