El Paro Nacional de Noviembre de 2019, las batallas heroicas de la juventud popular del 9 al 11 de septiembre de 2020 y, marcadamente, el Gran levantamiento Popular de abril a junio de 2021, son los principales hitos de la última gran ola de lucha popular en nuestro país, y hacen parte a su vez de los nuevos y tempestuosos tiempos que se han abierto en el mundo, en que la gente trabajadora inunda las calles y hace estremecer el viejo e injusto orden social.

Explosiones de masas sintomáticas de un sistema social enfermo, caduco, un mundo y un país cada vez más desiguales y polarizados: en un polo la inmensa mayoría, las clases trabajadoras, más explotadas y pobres, que se levantan contra el injusto orden establecido, y en el otro polo, una minoría, las clases opresoras, más ricas y represoras, defendiendo este viejo orden. Según recientes cifras publicadas por la ONG Oxfam, por cada 100 dólares de riqueza creada en los últimos 10 años en el mundo, ¡45 han ido a parar al 1% más rico y solo 12,4 al 90% más pobre! En esa década en nuestro país, las cuatro personas más ricas obtuvieron más riqueza que 25,5 millones de colombianos.

Pero en Colombia, igual que pasa en las calles del Perú, la respuesta de las clases dominantes ante la rebelión popular contra la injusticia, muestra el carácter reaccionario y antipopular del viejo Estado, que defendiendo los intereses de ese puñado de explotadores, recurre a la más cruenta represión y genocidio, asesinando y desapareciendo a decenas de personas, encarcelando y judicializando a otros tantos. Un centenar de madres del pueblo colombiano lloraron a sus hijos asesinados por el viejo Estado, cuyas vidas fueron cegadas por osar luchar, por erguir alto su cabeza y levantar su puño en las calles en busca del derecho a una vida digna. Alrededor de 200 jóvenes hoy están encarcelados por rebelarse contra la injusticia y la opresión a que se ven sometidos día a día los hijos del pueblo.

Sin embargo, para los opresores nunca ha sido posible sojuzgar a los pueblos con solo represión y violencia, han de echar mano siempre de la demagogia y el engaño, cuya principal forma en estos tiempos es vendernos como democracia el proceso de renovación de sus autoridades: el circo electoral. La particularidad hoy, ante la gravedad de la situación económica del pueblo, el profundo odio y desprestigio que se han ganado los partidos tradicionales y la desconfianza de las masas en las instituciones reaccionarias, es que a la vieja estrategia de la falsa democracia tuvieron que agregarle una nueva táctica e incluso renovar algunos de sus personajes más “quemados”.

Tomaron protagonismo entonces unos “nuevos” actores que habían sido relegados históricamente a ser minoría en el Congreso o si mucho a ejercer algún gobierno local o regional: los partidos del oportunismo. Estos politiqueros, a diferencia de los tradicionales, con su táctica oportunista engañan más fácilmente al pueblo, pues muchos de ellos merodean en los movimientos populares, donde escalan y construyen su capital político tomándose la vocería de las luchas de las masas, cabalgando sobre ellas, vendiéndolas por prebendas y cargos para una costra de burócratas que se atornilla así a las direcciones de muchos sindicatos, organizaciones estudiantiles y campesinas, y las conduce al pacifismo y al electorerismo a favor de uno u otro de sus partidos politiqueros.

Miembros de Primera Línea – Foto: EFE

Un grupo de estos oportunistas (el Comité de Paro) trataron primero de tomarse la vocería del Gran Levantamiento Popular, pero las masas no les hicieron caso, luego otro grupo (liderado por Petro) las llamaron a cesar el Paro Nacional cuando se logró tumbar la reforma tributaria antipopular, pero tampoco lo lograron. La lucha continúo y creció. Entonces el gobierno de Duque arreció la represión y los partidos oportunistas siguieron sembrando pacifismo e ilusiones en que a través de las elecciones vendrían los cambios por los que la gente luchaba.

El pueblo colombiano, si bien logró acontecimientos grandiosos y brillantes en las calles (hace años que no se expresaba tan claramente el poder del pueblo cuando se moviliza masiva y combativamente), debido a que aun es débil su conciencia y organización, no pudo seguir manteniendo la lucha en las calles a ese ritmo y dimensión y la protesta social fue dispersándose para terminar expresándose hasta hoy en numerosas luchas reivindicativas locales y sectoriales (tan solo en el mes de enero hubo 81 bloqueos en las vías del país).

La dispersión de las masas y su frustración por no haber conseguido un cambio social, fueron aprovechadas por estos partidos oportunistas para venderle al pueblo que ellos lo representaban y que por medio de las elecciones, votando por ellos, obtendría el cambio que anhelaba. Este mercadeo de ilusiones, de grandes promesas y el “Pacto Histórico” hecho con partidos de la derecha (liberales, conservadores, la U) le permitieron a los partidos de la falsa izquierda hacerse al gobierno del viejo Estado.

Pero transcurridos 6 meses bajo el “gobierno del cambio” la realidad desmiente el pomposo slogan. No ha cambiado para bien sino para mal la situación del pueblo: mientras el desempleo sigue rondando los 2,5 millones de personas y la pobreza cobija a cerca del 40% de la población, la situación económica para los trabajadores se torna cada vez más asfixiante por la fuerte carestía en el costo de vida, especialmente en los alimentos, lo que golpea sobre todo a los más pobres quienes dedican el 70% de sus ingresos a alimentación y transporte. Según cifras oficiales la canasta básica de alimentos a enero de 2023 subió ¡casi 30%! (28,61) si se le compara con enero de 2022. El salario mínimo subió 16%, y el gobierno alardeó con que este era un aumento “como nunca antes” pero lo cierto es que, también ¡el costo de vida subió como nunca antes: casi el doble que el salario!

Este gobierno prometió acabar con el ESMAD y no lo hizo, ¡solo cambió el color de sus uniformes! Pero este odiado aparato represivo siguió cumpliendo su función: reprimiendo al pueblo, desalojando campesinos y masas sin techo que luchan por un lugar para levantar su vivienda y mantener su hogar; prometió dejar en libertad a los cerca de 200 jóvenes condenados por luchar, pero solo han salido 3 o 4 de ellos y además bajo el sucio chantaje de hacerlos “gestores de paz”, para comprar conciencias y buscar que ellos sirvan a apaciguar a las comunidades junto a las que lucharon; prometieron dar tierra al campesinado e hicieron un show mediático para decir que “con la entrega de la hacienda Támesis inició la reforma agraria”, pero ni siquiera tras 4 meses de este rimbombante acto la tierra de esa hacienda ha pasado a manos del campesinado. Su propósito más bien era embaucar al campesino para que cesara su justa lucha por la tierra; prometieron darle empleo en el sector público a todo aquel que no encontrara en el privado, pero fue más bla bla bla, siguen sin empleo más de dos millones de colombianos… y así un largo etcétera. En pocas palabras: Petro, gracias a su larga carrera politiquera entre la “izquierda” que lo ha graduado como buen demagogo y oportunista, promete al pueblo esta vida y la otra pero al final entrega solo unas migajas.

En realidad, con el gobierno de Petro, el oportunismo se puso a la cabeza de la contraofensiva que las clases dominantes desataron para contener la ofensiva popular. Como los proyectiles de plomo que lanzó el gobierno liderado por los uribistas no fueron suficiente, sino que por el contrario exacerbaron la rabia del pueblo, se hicieron necesarios los proyectiles endulzados del gobierno liderado por los petristas: grandes promesas, míseras reformas, embelecos de “paz total”, para apaciguar la rabia popular ante la aguda crisis social y ayudar a legitimar el desprestigiado viejo Estado y sus instituciones reaccionarias.

La polarización de la que hablan los medios de comunicación entre uribistas y petristas es una falsa polarización en la que no está el pueblo; es la agudización de la pugna dentro del viejo Estado entre facciones y grupos de las clases dominantes. La verdadera polarización sigue siendo la que enfrenta a todo el pueblo trabajador contra un Estado explotador firmemente estructurado -por dos siglos- para mantener el orden injusto actual e impedir la revolución social. 

El aumento de las pugnas entre las clases dominantes con el que ha comenzado el nuevo año, se debe a que el gobierno oportunista impulsará sus reformas a la salud, laboral y pensional, reformas que, aun cuando muchas voces desde hace años piden que se aborden, no han podido serlo precisamente por la fuerte lucha de intereses entre los diferentes grupos de las clases dominantes en torno a estas. Los grandes montos de dinero y puestos que manejan la salud y las pensiones son para las clases dominantes y sus representantes -los politiqueros- un jugoso botín por el que pelean como perros rabiosos. Adicionalmente, este 2023 para ellos están en juego sus fortines políticos y económicos, pues a finales del año vuelve a darse el circo electoral, esta vez para escoger alcaldes y gobernadores, lo que acrecienta la pelea por el poder local y regional.

Los llamados de Petro a “discutir en las calles las reformas que se avecinan”, su invitación a “acompañarme en la plaza pública este 14 de febrero y el 1 de mayo”, o los del uribismo y la oposición a “marchar este 15 de febrero contra el gobierno”, persiguen el objetivo de que las masas caigan en esta falsa polarización para ponerlas a la cola de uno u otro grupo de las clases dominantes y desdibujar la verdadera polarización que opone en un extremo a todo el pueblo trabajador y en el otro a todas las clases dominantes, su Estado y sus partidos politiqueros (liberal, conservador, Polo, Progresistas, pacto histórico, Verdes, etc.). La ya conocida argucia de los de arriba de enfrentar a pueblo contra pueblo, en nombre de Conservadores o Liberales, vuelve al ruedo de la historia más refinada, pues por primera vez en el bando del gobierno están los camaleones del oportunismo, vistiendo el disfraz de “gobierno del pueblo”.

El agravamiento de la confrontación entre los politiqueros es indicativo de su crisis de “gobernabilidad”, de que, ante el desarrollo de la lucha popular, los de arriba no pueden seguir mandando del mismo modo como lo venían haciendo. En esta crisis del capitalismo burocrático y el viejo Estado que lo regenta, en esta contienda entre opresores de diferente pelaje, al pueblo no le sirve ningún lado. Por el contrario, en la medida en que las masas construyan un frente de lucha por los derechos del pueblo, independiente del Estado y los partidos politiqueros,  en la medida en que el oportunismo participe más del viejo Estado que rige este sistema social opresor y explotador, y conforme las clases dominantes se saquen más y más los podridos trapitos al sol, ante los ojos del pueblo se irá diluyendo el disfraz de estos traficantes y aflorará más claro el verdadero carácter reaccionario de estos autodenominados partidos de “izquierda” y su papel de avanzada de la contraofensiva de las clases dominantes ante los nuevos tiempos de rebelión y revolución popular.

Foto: El Heraldo