El pasado 11 de abril el presidente Petro durante el plenario del Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia (CNPRC), aseguró que, aunque su gobierno tiene el deseo de cumplir el Acuerdo de Paz, pactado con las FARC-EP, lamentablemente no hay el dinero suficiente para ello. En sus propias palabras dijo:

“Yo me pregunto, ¿se firmó ese Acuerdo con la intención de aplicarlo o con la intención de desarmar a las Farc y después, a la colombiana, refundir todas las cosas? Yo sí quiero aplicar el Acuerdo de Paz, pero vale 150 billones. Si lo firmó el gobierno de Santos a nombre del Estado y la sociedad queda ahí representada, entonces, díganme¿de dónde voy a sacar 150 billones?”.

Por otra parte, en cuanto a la reparación de las víctimas, Petro afirmó que serían necesarios 125 años para cumplirles a las actuales víctimas del conflicto armado:

“Los datos que tenemos, de acuerdo con la Unidad de Víctimas, es que el valor de indemnización es de 301 billones de pesos. El presupuesto de este año para esa entidad es 2.5 billones anuales. Simple matemática: 301 billones entre 2.5 billones nos da el tiempo total para indemnizar las víctimas de 125 años. Es decir, aquí estamos hablando de una mentira (…) Al país se le está mintiendo”.

Ante esto, Rodrigo Londoño, actual presidente del Partido Comunes y quien fuese el último comandante en jefe de las FARC-EP, firmante del Acuerdo de Paz y actualmente consagrado a la politiquería con su partido Comunes, sin ningún asomo de vergüenza celebró las declaraciones de Petro:

“Celebro el compromiso del presidente Petro con la implementación integral del Acuerdo Final. El costo financiero de cumplir lo pactado, por más alto que parezca, es un costo ínfimo frente a la posibilidad de construir un país en paz con justicia social”.

Es decir, a este ex comandante guerrillero, firmante del Acuerdo de Paz, le están diciendo en su cara, sin rodeos ni tapujos, que aquellas promesas que firmaron y por las que se desmovilizaron y entregaron las armas, son inviables y no podrán ser cumplidas, que fueron “una mentira”. Y aún así, este arrodillado no se sonroja celebrando esas declaraciones y continúa divagando y fantaseando con la posibilidad de construir “un país en paz con justicia social” bajo el actual sistema económico y político.

Es importante recordar, que, desde el inicio de los diálogos de paz, el presidente de ese momento, Juan Manuel Santos, dejó muy claro que el modelo económico no sería negociado en La Habana, el expresidente afirmó en su momento: “Es importante que estén tranquilos porque nuestro modelo económico no está incluido en las negociaciones, simplemente estamos negociando cinco puntos específicos que de llegar a concretarse podemos estar creciendo 2% adicional por siempre en Colombia” (2015). Lo anterior significa, en otras palabras, que la gran propiedad de la tierra, la opresión nacional a las necesidades del imperialismo y el dominio de los grandes monopolios imperialistas y nacionales no cambiaría, y que, por el contrario, se firmarían unos acuerdos específicos para que las clases dominantes tuviesen un mayor crecimiento económico en los años siguientes.

Así pues, desde el inicio de esas negociaciones, era imposible pensar en una “paz con justicia social”, mientras los problemas estructurales del país, que son la base del conflicto armado, se mantuviesen intactos. Sin embargo, el ex presidente Santos de la mano con todas las fuerzas de la izquierda electorera y de centro, lograron engañar a una gran parte del movimiento social: muchos sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, barriales, entre otras, fueron cooptadas en función de las promesas de paz, adormeciendo por varios años la lucha combativa del pueblo.  

Ante esa farsa, desde que se iniciaron los acuerdos de paz entre el Estado y la guerrilla de las FARC-EP, revolucionarios en nuestro país levantaron su voz de denuncia para advertir al pueblo que esas promesas de los ricos eran un engaño para adormecer la lucha del pueblo. En 2016 el Movimiento de Estudiantes al Servicio del Pueblo -MESP realizó la publicación de una cartilla con el título “La paz de los ricos, no es la paz del pueblo”, en la cual se analizaban los acuerdos de paz que se estaban discutiendo en La Habana y se planteaba una postura crítica y revolucionaria al respecto.

Allí se planteó que las raíces del conflicto armado colombiano son profundas causas económicas y políticas, las cuales no se resolverían con los acuerdos de paz. Que un problema fundamental en Colombia es la estructura agraria del país, “donde predomina la gran propiedad terrateniente, estando el 77% de la tierra en manos del 13% de los propietarios” y que la lucha por la tierra y el despojo de millones de campesinos, han sido motores del conflicto armado, además del sometimiento económico, político y militar al imperialismo, principalmente yanqui, donde “los proyectos del capital extranjero en cuanto a minería, petróleo y agroindustria son un factor clave como generadores de violencia hacia los campesinos  por el despojo de la tierra para llevar a cabo estos proyectos”. En dicha publicación se demostraba con cifras y hechos que “el acuerdo sirve a profundizar el atraso del país, el sometimiento del campesinado, y la opresión en contra del pueblo”. Y finalizaba planteando:

“El pueblo está cansado de esta guerra entre las guerrillas actuales y el gobierno, que no han traído cambios para el pueblo ni representa sus intereses. Pero debemos ver que por más que queramos la paz, esta no vendrá con los acuerdos: Seguirá la disputa de poder por el narcotráfico y el control territorial, seguirá el control militar de los territorios, ya sea por bandas criminales, paramilitares, exguerrilleros o las fuerzas militares. Es cuestión de tiempo para que surjan nuevos grupos guerrilleros porque seguirán existiendo las causas que generaron la violencia. Principalmente seguirá existiendo la guerra contra el pueblo, explotándolo económicamente y luego reprimiéndolo violentamente cuando éste osa levantar la cabeza.  No se trata de tener una posición ultra pesimista donde nada sirve. Se trata de aprender de las lecciones históricas, que nos muestran que todo lo que alcanza el pueblo es organizándose y luchando.

La movilización y la lucha en torno a las consignas de “democracia y paz” lanzadas por el Estado, han servido a resolver las disputas entre las facciones y grupos de las clases dominantes, pero para el pueblo sigue habiendo dictadura, explotación y violencia. El pueblo debe luchar de manera independiente al Estado (económica, política e ideológicamente), no debe plegarse a ningún partido politiquero, ni a grupos oportunistas que buscan usar sus luchas para obtener puestos y prebendas en el Estado. El camino del pueblo es la lucha mediante las vías de hecho: marchas, protestas, tomas, paros, huelgas; no sólo son formas legitimas de lucha, sino que además son las que han permitido que el pueblo alcance verdaderas reivindicaciones. Nada de lo que tiene el pueblo ha sido concesión de las clases dominantes, todo ha sido arrancado en la lucha. Esta es la paz entre los de arriba, el Estado se engordó un poco y adopta a las FARC, pero para el pueblo las cosas seguirán igual y tendrá que trabajar y luchar como siempre lo ha hecho para lograr cambios y alcanzar la verdadera paz.”

Link a la cartilla del MESP completa: https://rompiendomuros-mesp.blogspot.com/2016/09/paz-colombia.html

Las anteriores palabras han sido confirmadas por el tiempo. La Paz de Santos y las FARC-EP fue un engaño, nada más que promesas sin cumplir y que no podrán ser cumplidas, como recientemente ha reconocido Petro. Así pues, el único camino del pueblo es la Revolución de Nueva Democracia que entregue la tierra al campesino pobre, que rompa con el sometimiento de nuestra nación conquistando una verdadera soberanía nacional y que confisque el gran capital extranjero y/o nacional para continuar con la Revolución Socialista.