A continuación publicamos una traducción no oficial de este artículo encontrado en la prensa democrática y popular, A Nova Democracia
El 7 de octubre fue un punto de inflexión en la reanudación del debate sobre la lucha armada en Palestina, una vía de resistencia a Israel con más de medio siglo de historia
Abajo reproducimos un artículo publicado por el investigador Alberto García Molinero en el diario El Salto.
La historia de la resistencia palestina tiene una larga trayectoria que se remonta a finales de los años 60. Durante este turbulento periodo de máxima tensión entre los dos mundos enfrentados en la Guerra Fría, una gran oleada de movimientos revolucionarios barrió el mundo. Esta corriente de liberación estuvo marcada por su carácter profundamente anticolonial y combativo, encontrando varios escenarios particularmente representativos de esta realidad, como Argelia, Vietnam, Cuba y Palestina. En Palestina, este espíritu de resistencia se articuló en torno a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada sobre la base de la colaboración entre diferentes grupos, como Al Fatah y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Los principios básicos de este amplio frente de lucha se orientaban por su carácter laico, democrático y nacionalista, con un fuerte carácter revolucionario y de izquierda. Independientemente de las profundas divisiones y diferencias subyacentes entre las numerosas facciones de fedayines (guerrilleros), la ideología combativa sustentada en la práctica activa de la lucha armada representaba una columna vertebral común a los ojos de todos los palestinos. En el marco de la larga década de 1960, la confrontación con el enemigo mediante el uso de las armas se consideraba un mecanismo legítimo y justificado hasta que todos los movimientos de resistencia lograran la liberación definitiva. En este contexto, Palestina no fue una excepción a otros escenarios de lucha revolucionaria y anticolonial, siendo una expresión más de un periodo caracterizado por la efervescencia combativa en todo el mundo.
Frente a los fracasos experimentados por los ejércitos árabes en conflictos como la Guerra de los Seis Días (1967) o la Guerra del Yom Kippur (1973), las tácticas de la resistencia armada palestina resultaron notablemente eficaces en comparación con la práctica de la guerra convencional en campo abierto. Inspirados por el ejemplo argelino, vietnamita o cubano, los palestinos adoptaron el uso de la guerra de guerrillas como herramienta para enfrentarse a un enemigo militarmente superior, como el Estado de Israel. Esta concepción de la guerra de guerrillas se articuló de la mano de otra noción complementaria enunciada por chinos y vietnamitas en su momento: la Guerra Popular. Con el uso combinado de ambos enfoques, el movimiento palestino pretendía enfrentarse al enemigo sionista movilizando al pueblo de Palestina en todos los niveles de la vida cotidiana.
Con este planteamiento, a pesar de la valiosa inspiración y enseñanzas extranjeras, las tácticas de la resistencia armada palestina tuvieron que moldearse de forma original para ser eficaces en su contexto específico. El primer reto al que se enfrentaron los palestinos en este sentido fue adaptar la lucha a un entorno físico muy diferente al de otros escenarios selváticos, como Vietnam, Cuba o Colombia. La guerra de guerrillas había demostrado ser adaptable a diferentes territorios, tanto rurales como urbanos, como en el caso de la casba argelina. La singularidad palestina, sin embargo, consistió en aprender a combinar ambas formas con eficacia a lo largo del tiempo, incluyendo también tácticas de guerrilla en el desierto que más tarde perfeccionarían los combatientes del Frente Polisario en el Sáhara.
Paralelamente a este intenso proceso de adaptación y penetración sobre el terreno, la resistencia palestina también empleó activamente una herramienta táctica central en la estructura de los movimientos de liberación nacional: la movilidad a través de las fronteras de los países vecinos aliados de la causa. Esta práctica, muy extendida en la mayoría de las luchas independentistas de la época, fue un pilar fundamental en el ámbito palestino. Estados como Líbano, Siria y Jordania sirvieron de «bases» periódicas para entrenar, preparar y articular operaciones alternativamente a lo largo del tiempo. El potencial de esta estrategia quedó demostrado en varios episodios, como la famosa batalla de Karameh, en suelo jordano, en la que la resistencia consiguió asestar un duro golpe psicológico al ejército sionista en 1968. La invasión israelí del Líbano (1982) con el objetivo de eliminar las bases palestinas en sus fronteras fue una clara demostración de la amenaza que esta práctica supuso para el gobierno israelí durante los largos años 60.
Desde el punto de vista operativo, los militantes palestinos que iniciaron la lucha armada recurrieron a tácticas de guerrilla «tradicionales» acompañadas de elementos nuevos e innovadores para la época. Además de los ataques por sorpresa, las emboscadas y las infiltraciones, los palestinos fueron pioneros en aprender a maximizar el impacto de la propaganda combinada con maniobras arriesgadas como el secuestro de aviones, práctica inmortalizada por la combatiente Leila Khaled. Empleando todo tipo de estrategias revolucionarias, tanto en los territorios ocupados como en los escenarios europeos, el movimiento de resistencia consiguió someter al ejército israelí a una gran presión a principios de la década de 1970. Fue durante este periodo cuando los guerrilleros de los «Comandos de la Tormenta» de Al Fatah y de las «Águilas Rojas» del FPLP alcanzaron la fama y el reconocimiento mundiales que les acompañarían desde los orígenes de la lucha armada hasta el final de la Guerra Fría.
Sin embargo, la funcionalidad intrínseca de esta guerra de guerrillas acompañada de la noción de Guerra Popular siempre ha mantenido un claro horizonte político. Como dijo Carl von Clausewitz hace varios siglos, la guerra nunca ha sido otra cosa que la continuación de la política por otros medios. El movimiento palestino siempre tuvo clara esta máxima durante los años de plomo de la lucha antiisraelí. Detrás de cada manifestación de la lucha armada revolucionaria siempre ha estado el deseo de movilizar a la mayoría del pueblo palestino y desmoralizar al ocupante invasor. En este escenario, el principal objetivo de la guerrilla nunca fue derrotar al ejército enemigo en el campo de batalla (poco más que una utopía), sino sobrevivir, resistir y atacar hasta desgastar lentamente al adversario. El ámbito militar, por tanto, nunca se concibió al margen de la labor política, diplomática, propagandística o cultural, siendo en todos los casos diferentes caras de una misma realidad con múltiples manifestaciones: la de la resistencia en busca de la liberación.
A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, el movimiento armado palestino se debilitó considerablemente. La lucha contra el Estado israelí desgastó a la guerrilla, que se enfrentó a profundas divisiones y enfrentamientos internos con diversos gobiernos árabes de la región. La incapacidad para lograr una victoria definitiva sobre el sionismo colocó a la guerrilla en una situación cada vez más insostenible en medio de un mundo que avanzaba rápidamente hacia una completa transformación global. Con la Guerra Fría entrando en su fase final y los últimos destellos de la oleada revolucionaria que había barrido el mundo desde la década de 1960, el campo palestino se enfrentaba a un panorama derrotista de total frustración. A principios de los años 90, la muerte definitiva del campo socialista selló el destino de muchos pueblos, en los que la lucha armada revolucionaria desapareció por completo como alternativa real para construir el camino de la liberación.
En este contexto, los movimientos de resistencia palestinos que habían liderado la lucha durante décadas entraron en una etapa de visible declive, al verse obligados a negociar una salida al conflicto que nunca sería aceptada por el Estado israelí. Durante este oscuro periodo, cuando la llama de las grandes utopías colectivas se apagó definitivamente, los movimientos islámicos fundamentalistas y radicales tomaron el relevo de la izquierda laico-revolucionaria. Grupos antes irrelevantes o inexistentes, como Hamás o la Yihad Islámica, aparecieron en escena como verdaderos protagonistas a principios del nuevo milenio. Los principios políticos de estas facciones emergentes distaban mucho de los que habían guiado inicialmente a grupos como Fatah o el FPLP. Para los recién llegados muyahidines (combatientes), la lucha contra el Estado de Israel se concibió desde el principio en clave religiosa e identitaria, afirmando así una visión alejada de las posiciones de izquierda revolucionaria que habían prevalecido hasta entonces. A ojos del gobierno sionista, la aparición de estas nuevas tendencias se percibió como una oportunidad para desgastar y dividir aún más a una resistencia palestina que se había transformado profundamente a principios del siglo XXI.
La renuncia a la lucha armada por parte de la rama mayoritaria de la OLP fue rápidamente instrumentalizada por las facciones fundamentalistas palestinas para levantar una nueva vanguardia militante basada en los principios islámicos. Así, con el apoyo de potencias extranjeras como el gobierno de los ayatolás y la Hermandad Musulmana, grupos como Hamás y la Yihad Islámica se han fortalecido considerablemente en los últimos años y se convertirán en la piedra angular de la resistencia en un futuro inmediato. Las tácticas de combate de estos movimientos han cambiado y evolucionado desde la realidad guerrillera de los años sesenta. La renovada resistencia armada palestina de nuestro tiempo ha priorizado el uso de acciones de limitado alcance táctico-militar, pero de profundo impacto propagandístico-psicológico, como el lanzamiento de cohetes contra el Domo de Hierro. Estas iniciativas, coordinadas junto a operaciones paralelas de fuerzas aliadas como Hezbolá desde la frontera libanesa, han marcado la pauta de la lucha armada palestina contemporánea. Sus resultados prácticos, aparte de mantener cierta tensión en suelo israelí, han estado marcados fundamentalmente por su proyección interna, donde estas manifestaciones han servido para reafirmarse como auténticos portadores de la bandera de la resistencia en nuestro tiempo.
Sin embargo, la ofensiva lanzada por la resistencia palestina el 7 de octubre de 2023 supuso un cambio decisivo en las reglas del juego. Mediante una acción coordinada entre distintas facciones, incluida el ala militar del propio FPLP, los combatientes lanzaron una ofensiva en suelo israelí de proporciones desconocidas hasta entonces. Las tácticas empleadas en el marco de esta operación incluían muchos aspectos nuevos y notablemente avanzados que revelan el desarrollo técnico-militar de los grupos armados palestinos en los últimos años. A pesar de la derrota táctica y de la posterior respuesta del ejército israelí en la Franja de Gaza, que adquirió un carácter abiertamente genocida, las acciones del 7 de octubre marcaron un punto de inflexión en la reanudación del debate sobre la lucha armada en Palestina. En este contexto, en los últimos meses las fuerzas armadas israelíes estacionadas en Gaza han sufrido cientos de bajas en un entorno convertido en ruinas como consecuencia de los incesantes ataques aéreos sobre el territorio. La destrucción de la Franja de Gaza ha promovido, por tanto, un resurgimiento de las tácticas guerrilleras del pasado, en las que las emboscadas, los ataques por sorpresa y la persecución implacable de los tanques Merkava israelíes marcaban la pauta de una lucha en espiral ascendente.
Como consecuencia de esta escalada del conflicto, la cuestión de la acción armada, y con ella el debate en torno a la eficacia de las tácticas de combate de la resistencia palestina, ha vuelto a ser objeto de interés público. Aprovechando el legado acumulado hace más de medio siglo, los combatientes palestinos de hoy han vuelto a utilizar algunas de las herramientas que se abandonaron con el cambio de milenio y el fin de la Guerra Fría. El interés por desgastar, atemorizar y provocar el pánico en el campo enemigo se ha reposicionado como una prioridad para quienes se enfrentan hoy a la agresión sionista. Así, a pesar de la magnitud del genocidio perpetrado por el Estado israelí en la Franja de Gaza, bajo la inmensa montaña de cadáveres se oculta una realidad cada vez más visible: el ejército israelí está perdiendo la batalla por Gaza. Cada día que pasa aumenta la presión sobre el gabinete de Netanyahu, cuyas promesas de una sangrienta «pacificación» del territorio palestino se revelan inconsistentes a medida que salen a la luz problemas internos. Al igual que Estados Unidos en Vietnam o las fuerzas coloniales europeas en África, las tropas israelíes han sido incapaces de detener las acciones armadas de la resistencia palestina, a pesar de su inmensa superioridad militar y técnica sobre el terreno, una realidad que no muestra signos de cambiar en un futuro próximo.
En este escenario incierto, los palestinos han sabido combinar elementos traídos del pasado con nuevas fórmulas de acción, así como con actores emergentes aliados en la lucha, como los Houthis en el Mar Rojo. De este modo, mediante una combinación de operaciones armadas en la Franja de Gaza, acompañadas de una amplia labor político-diplomática y de propaganda internacional, el movimiento de resistencia se ha rearticulado y revitalizado en nuestro tiempo. Las posibilidades de victoria hoy contra un enemigo tan superior como el Estado de Israel siguen dependiendo de la puesta en práctica de acciones político-militares coordinadas en varios niveles complementarios. En esta línea, y tras haberse observado en varias ocasiones que Israel no teme una guerra convencional abierta en la región, los palestinos deben continuar por el camino trazado por los padres y madres de la resistencia hace más de medio siglo para hacer frente a la agresión sionista.
Aunque las condiciones han cambiado, el mundo se ha transformado y las propias facciones del movimiento palestino se guían por principios que poco se parecen a los valores originales, hay algo que persiste desde entonces: el derecho del pueblo palestino a la resistencia legítima. Las tácticas de lucha armada que deben guiar la acción antisionista han evolucionado en muchos aspectos técnico-militares desde sus orígenes, pero los pilares fundamentales que marcan sus posibilidades de éxito permanecen inalterados. Pueden resumirse en: la continuación activa de la acción guerrillera contra un enemigo superior para desgastar y desmoralizar sus filas; la concepción de las operaciones de combate como una continuación de la línea política en todo momento; el fortalecimiento y la búsqueda de nuevas alianzas con las fuerzas regionales antisionistas; la movilización interna del pueblo palestino mediante la práctica de la Guerra Popular en busca de la unidad entre las facciones; y, por último, el aumento de la presión externa sobre el Estado de Israel a través de todos los mecanismos disponibles en cada momento.
El uso combinado de estos principios combativos no garantiza una victoria inmediata, pero promete contribuir a mantener un horizonte de resistencia activa que no pueda ser quebrado por los bombardeos israelíes. En este escenario, bajo el ruido de las bombas y el horror de la tragedia palestina que presenciamos día a día en la Franja de Gaza, resurge el espíritu combativo que aterroriza a los gobernantes sionistas. La historia nos demuestra, como dijo el líder chileno Salvador Allende, que la fuerza no basta para detener la legítima voluntad del pueblo. Los crímenes del ejército israelí forjarán nuevas oleadas de combatientes comprometidos con la liberación de Palestina, formando así una espiral de resistencia que tarde o temprano saldará su deuda a los ojos del mundo.