Reproducimos traducción no oficial de un artículo de A Nova Democracia
Por ocasión del Día Internacional de la Mujer Proletaria, celebrado el 8 de marzo, la redacción de AND republica el texto Solo la mujer proletaria puede combatir la opresión femenina, una entrevista con una representante del Movimiento Femenino Popular (MFP).
por Redação de AND
8 de octubre de 2025

Por ocasión del Día Internacional de la Mujer Proletaria, celebrado el 8 de marzo, la redacción de AND republica el texto Solo la mujer proletaria puede combatir la opresión femenina, una entrevista con una representante del Movimiento Femenino Popular (MFP).
A Nova Democracia: En las últimas décadas se debate mucho sobre el aumento de la participación social de la mujer. Las organizaciones feministas propagandizan como conquista las cuotas obligatorias de candidatas en las elecciones, la ocupación de cargos de dirección en el mercado empresarial, elogian a las mujeres que asumen puestos en la maquina del Estado y de gobiernos, por ejemplo. El principal argumento usado por las feministas, además del derecho de la mujer como ciudadana, es que las mujeres tienen una sensibilidad especial conferida por características propias del género. ¿Las mujeres son mejores que los hombres? ¿Un mundo más femenino seria más humano, menos injusto?
ELBA RIBEIRO: Ese argumento, aparentemente nuevo, tiene la edad de la sociedad de clases. A lo largo de los diferentes estadios de esa sociedad, se desenvuelve una pseudo-teoría de la “naturaleza humana”, que niega la lucha de clases, la contradicción irreconciliable entre los seres humanos de las clases explotadoras y de las clases explotadas, opresores y oprimidos. A partir de esa premisa se afirma la concepción de que siempre hubo pobre y ricos, que la división social existente es una fatalidad inevitable, hace parte de la naturaleza humana. Como variante de esa “teoría”, idealista y reaccionaria, se presenta la tesis de la “naturaleza femenina” (que en tiempos antiguos se hacía acompañar del adjetivo “deficitaria”). El objetivo es el mismo: afirmar que existe una naturaleza femenina en general (características propias del género, inherentes a las mujeres) eterna e inmutable.
El feminismo burgués retira el adjetivo “deficitaria”, o mejor, lo cambia por “sensibilidad especial”, sin alterar en nada la esencia idealista y reaccionaria. ¿Por qué? Porque escapan de un análisis de fondo, del origen de la opresión sexual sobre la mujer, defendiendo que basta que nos ocupemos de los “espacios democráticos” y el mercado de trabajo, probando incluso que somos mejores. ¿Por qué las mujeres en general serian mejores que los hombres? ¿Una latifundista tiene más “sensibilidad” para tratar el problema agrario y campesino?¿Ella no expulsaría aquellos que tomasen sus tierras?¿Las empresarias explotarían menos a sus obreros, les pagarían mejores salarios? ¿Las mujeres parlamentarias harían leyes más justas y son menos corruptas? ¿Las juezas son más justas que sus colegas hombres? ¿Las policías femeninas son menos violentas al reprimir al pueblo?
Respondiendo a la última parte de su pregunta, el mundo no tiene que ser más o menos femenino para ser más justo. Entendemos por un mundo más justo, el fin de la explotación del ser humano por el ser humano, el fin de esta sociedad de hombres y mujeres explotadoras, chupando el sudor de hombres y mujeres explotadas.
AND: ¿Usted concuerda con que existe una opresión específica sobre la mujer y que ella es doblemente explotada?¿Cuál es el origen de esa opresión?
ER: Primero sobre el origen de esta opresión, inicia con la propiedad privada, con la división de la sociedad en clases antagónicas. Inicialmente, el patriarcado derribo el derecho materno, atendiendo a la necesidad del hombre de garantizar la herencia para sus hijos legítimos. La forma de familia monogámica garantiza esa nueva exigencia colocada. Sin embargo, las nuevas relaciones de propiedad no dividieron la sociedad entre hombres y mujeres sino en clases sociales. Así, pasan a existir hombres y mujeres de la clase explotadora y hombres y mujeres de las clases explotadas. La opresión sexual original, exigencia de la monogamia, aplicada sobre el conjunto de las mujeres, se desenvolvió al lado de la opresión de clase. Por lo tanto, su intensidad y sus efectos son relativos a la condición social de la mujer, al hecho de pertenecer a la clase explotada o a la clase explotadora. La familia individual que se establece a partir de ahí es la unidad económica de la sociedad de clases. En el capitalismo, por ejemplo, la explotación de los trabajadores va más allá de la fabrica e invade sus hogares. Para entender este problema es necesario comprender que el salario del obrero no es más que el necesario para su supervivencia y reproducción.
Cuando la mujer cocina, lava, plancha, cuida de sus hijos y de los ancianos de la familia, y ejecuta una infinidad de otras tareas doméstica, garantiza la reproducción de la fuerza de trabajo para las clases explotadoras en la forma de trabajo gratuito, no pago. Los salarios pueden ser mantenidos en niveles bajísimos, una vez que el empleador no necesita desembolsar ni un peso para que su empleado se alimente y se vista al día siguiente dejando a sus hijos al cuidado en casa. Y así es que el capitalista explota al obrero de dos formas: en la fábrica, con poco pago, y en su casa, a través de la explotación del trabajo no pago de la mujer. Las relaciones sociales y de producción en el campo son aún más arcaicas y retrogradas. El trabajo asalariado es totalmente precario y aparente, lo que prevalece son las formas semifeudales como las asociaciones de “medio”, de “tercio”, o pequeño arriendo, etc.
La pequeña explotación campesina es inseparable de la economía doméstica y de la esclavitud de la mujer, que es responsable directa de una gran parte de la pequeña producción, desde el arado hasta el cuidado de los animales, además de todas las tareas del hogar. Esta situación mantiene a la mujer campesina más subyugada que a la obrera, encadenada por las más humillantes condiciones, en las que impera, por las costumbres seculares, su inferioridad en relación al hombre, teniendo que someterse y subordinarse a él por completo en la vida familiar, favoreciendo enormemente la explotación de la clase campesina por el latifundio.
En el caso de la mujer trabajadora de la ciudad y del campo, la explotación es doble, pues el ingreso de la mayoría abrumadora de las mujeres en la producción no fue acompañado de ningún beneficio que las alivie del trabajo doméstico.
Al contrario, en las clases explotadoras, la mujer compra ese alivio de las manos de las mujeres proletarias y campesinas, explotándolas como niñeras y empleadas domésticas. La liberación de la opresión sexual es también comprada por la mujer burguesa y latifundista, con su emancipación económica. De esta forma, las mujeres de las clases dominantes son las únicas que pueden alcanzar la misma condición del hombre de su clase, en los marcos del sistema capitalista.
Un gran revolucionario latinoamericano, el peruano José Carlos Mariátegui, definió de manera magistral esa diferencia, contraponiéndose a esa falsa tesis idealista de la “naturaleza femenina”, de la “lucha de género”, de la “unión de todas las mujeres”, afirmando: “Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que el sexo”.
AND: Si comparamos la condición de la mujer en el inicio del capitalismo con las condiciones actuales, verificamos que muchas cosas cambiaron. Una serie de conquistas, aunque se restrinjan a las clases dominantes y a las capas de la clase media, terminan por alcanzar también a las mujeres trabajadoras. Los movimientos organizados de mujeres conmemoran la entrada de la mujer en el mercado del trabajo como una conquista, al lado del derecho al estudio universitario, donde en algunas áreas las mujeres son mayoría hoy; del divorcio; del fin de la patria potestad, entre otras. ¿Cómo ve usted estas conquistas?
ER: Es claro que hubo avances. Y todos ellos son fruto de mucha lucha, de la clase obrera principalmente y de las demás clases trabajadoras. Es importante, por eso, resaltar que la entrada de la mujer en la producción capitalista no fue una conquista, no partió de una reivindicación de la clase. Por el contrario, el desarrollo de la maquinaria, haciendo superflua la fuerza física, permitió al capitalismo explotar la fuerza de trabajo femenina e infantil. Como afirma Marx, “el gigantesco instrumento creado para eliminar el trabajo y a los trabajadores se convirtió inmediatamente en un medio para multiplicar el número de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia trabajadora, sin distinción de edad o sexo, bajo la dependencia inmediata del capital.” Sin embargo, esta situación no significó una mejoría en las condiciones de vida de las clases trabajadoras, pues lo que hizo el capitalismo fue dividir entre todos los miembros trabajadores de la familia el salario del antiguo jefe de la familia. La gran industria amplio el número de trabajadores y también el grado de explotación sobre la clase.
Es importante resaltar el gran contingente social que representa hoy en nuestro país la mujer trabajadora. Son decenas de millones. Masas populares conformadas por obreras, trabajadoras de los servicios, vendedoras ambulantes, empleadas domésticas. Entre esas mujeres, como resultado de la degeneración de todo este sistema imperante, hay un gigantesco y creciente contingente de mujeres pobres que son jefes de familia, abandonadas por los maridos o madres solteras, principalmente jóvenes que tienen que valerse por si mismas en la batalla por la supervivencia. Todo este contingente representa un tremendo potencial revolucionario.
Lo que la mujer trabajadora gana con su ingreso en el proceso productivo es algo mucho mayor de lo que es celebrado por las feministas burguesas.
Ese potencial revolucionario es, en verdad, la gran conquista de los trabajadores con la entrada de la mujer en la producción. Por lo tanto, lo que la mujer trabajadora gana Lo que la mujer trabajadora gana con su ingreso en el proceso productivo es algo mucho mayor de lo que es celebrado por las feministas burguesas. La mujer obrera amplia sus horizontes más allá de la cerca doméstica, gana consciencia de clase, desenvuelve su politización, entra en la escena de la lucha de clases al lado de sus compañeras de infortunio, agregando una fuerza fabulosa a la lucha de los trabajadores. El capitalismo amplía la explotación sobre la clase obrera con el ingreso de la mujer en la producción, pero, al mismo tiempo crea las bases materiales para que la mujer luche por sus derechos, lo que es un punto de partida para su emancipación.
Es eso lo que afirmamos con nuestra palabra de orden “Despertar la furia milenaria de la mujer”. Las mujeres del pueblo son capaces de matar y morir para defender sus hijos y, históricamente, han dado muestras de su heroica combatividad en las luchas populares. Pero, ciertamente, al comprender el origen de su opresión y explotación milenaria en todo el mundo, a través de su participación en los movimientos revolucionarios de su clase, entre ellos el movimiento femenino bajo la dirección del proletariado, ella eleva su condición de combatiente defendiendo no solo a sus hijos, sino a todos los hijos del pueblo, a toda su clase.
En cuanto a las otras conquistas, son resultado directo de esa contradicción. El divorcio y el fin de la patria potestad, por ejemplo, fueron conquistados por las mujeres en Revolución Francesa de 1789. Tan pronto la burguesía se instaló en el poder retiró esos derechos por representar amenazas a la propiedad privada. El acceso a la universidad, reivindicado ya en el siglo XIX, poco representaba aquella época y sigue representando poco, para las mujeres obreras y campesinas, que solo llegaron masivamente a la universidad cuando su clase estuviera en el poder.
AND: Usted habló de la emancipación de la mujer. ¿Cuál es la diferencia entre la lucha por la emancipación y la lucha por la liberación de la mujer?
ER: Estamos hablando del punto de vista de clase. ¿De quién se deben liberar las mujeres trabajadoras? De la explotación y opresión de clase ejercida por hombres y mujeres burguesas y latifundistas, en el caso de Brasil, y no de los hombres de su clase. Por eso, la lucha de la mujer trabajadora, hoy, es por equipararse a la condición de los hombres de su clase, pues la mujer es doblemente explotada, como ya vimos, es doblemente oprimida. Es esto lo que significa emancipación de la mujer, liberarse de la tutela del hombre, estar en pie de igualdad con los hombres de su clase. Y esta lucha es condición indispensable para su liberación completa de la explotación de clase. Sin embargo, la liberación de la mujer solo será conquistada con la liberación de todo el pueblo.
AND: ¿En qué se expresa la liberación y la emancipación de la mujer trabajadora?¿Es posible alcanzar esa condición hoy?
ER: La mujer jamás se liberará o será completamente emancipada dentro del sistema de explotación capitalista. En primer lugar, como acabe de decir, porque cuando hablamos de liberación estamos hablando de toda la clase. En segundo lugar, porque la emancipación de la mujer no significa apenas la incorporación de un gran número mujeres en la producción. Es necesario que el conjunto, que todas las mujeres sean incorporadas y en condiciones de igualdad con el hombre. Para eso es fundamental atacar la raíz de esa desigualdad, que el trabajo doméstico sea reducido al mínimo posible, capaz de ser realizado por hombres y mujeres, al punto de no representar una sobrecarga para ninguno de los dos. Y eso no ocurriría en el capitalismo pues, por más que el sistema se desarrolle, el no podrá incorporar a toda la población pobre a la producción y consecuentemente no lo hará con todas las mujeres, mucho menos aun transformar el trabajo doméstico en industria social (guarderías, lavanderías colectivas, restaurantes colectivos), pues la unidad económica representada por la familia es condición de la cual el sistema no abre mano, pues ella potencializa la extracción de la plusvalía y amplía en niveles altamente rentables la explotación de la fuerza de trabajo de las clases trabajadoras.
Lo que afirmamos y reiteramos es que el capitalismo sienta las bases para la emancipación de la mujer trabajadora, en la medida en que la lanza en la lucha de clases, politizándola y elevando su consciencia de clase.
La tesis de la liberación femenina históricamente aparece como una tesis burguesa, defendiendo como contradicción principal la lucha entre hombres y mujeres en general , camuflando la raíz de la opresión de la mujer. Esta tesis se desenmascara cada vez más como feminismo burgués, que, con su proposición de “unión de todas las mujeres” independientemente de su clase social, divide al movimiento popular, y aleja de esta lucha a las mujeres de las clases explotadas. El feminismo burgués, en verdad, se opone al desarrollo del movimiento femenino desde el punto de vista de clase, bajo la dirección y conducción del proletariado.
Entendemos que la lucha por la emancipación de las mujeres de nuestro pueblo, por su liberación en cuanto clase, pasa obligatoriamente, en Brasil, por la revolución democrática que seguirá ininterrumpidamente hasta el socialismo. Solo la revolución democrática puede solucionar el gravísimo problema del campo en nuestro país, promoviendo una verdadera reforma agraria, liberando a la clase campesina y consecuentemente a la mujer campesina de las garras del latifundio secular, esclavizador y asesino. Solo la revolución democrática liberará nuestro país de la sumisión a las políticas del imperialismo, del saqueo de nuestras riquezas y materias primas, dando fin al imperio de los monopolios, iniciando la construcción de la gran industria socialista. Para eso la revolución debe iniciar la construcción de todos los aparatos colectivos necesarios para la liberación de la mujer del trabajo doméstico, para que sea posible el ingreso de todas nosotras en el proceso productivo en condiciones de igualdad con los hombres. Esa es una tarea indispensable que garantizara la valiosa contribución de la masa de mujeres proletarias y campesinas de nuestro país, indispensable para el éxito de la etapa democrática de nuestra revolución y de su paso al socialismo.
AND: Nos gustaría que usted hablara más sobre esa transformación revolucionaria del trabajo doméstico en industria social.
ER: Vea bien, la función de la familia para las clases trabajadoras es producir los futuros trabajadores (sus hijos), cuidándolos, alimentándolos, educándolos, sustituyendo la fuerza del trabajo del marido de manera que ellos atiendan a las condiciones de explotación capitalista y latifundista, o sea, garantizar que la familia obrera y campesina se reproduzca en cuanto clase explotada física, intelectual, moral y políticamente. Esa batalla cotidiana de las mujeres es llamada por nosotras de “trabajo invisible”. La llamada “ama de casa”, es la primera que se levanta, prepara la comida de todos los de la casa y es la última que come, limpia, lava junto al estanque o el río, cuida de los hijos, enfrenta los cobradores en la puerta, va a casa de la vecina porque las latas están vacías, corre al médico con su hijo febril, recibiendo a cambio varices y dolor de espalda, y cuando, al final del día, se sienta por primera vez, la mayoría frente al televisor como evasión de la inmensidad de sus problemas, la casa ya está hecha un desastre, los niños ya están sucios, el fregadero ya está lleno de platos, y muchos maridos, al encontrarlas así sentadas, les dicen: “Qué vida más floja, ¿ver telenovelas todo el día?”
La experiencia de la construcción socialista en Rusia (después Unión Soviética), a partir de 1917 hasta 1956, es muy rica asi como en la China socialista, hasta 1976, donde asistimos al ejemplo práctico de la transformación del trabajo doméstico en industria social. Parte de los primeros cambios sociales fundamentales fue crear las condiciones para la socialización de ese trabajo que mantiene ocupadas a las mujeres en casa, como esclavas del hogar, atadas por las tareas más mezquinas, más ingratas, más duras y embrutecedoras, que las enferma y les presenta siempre una nube negra en el horizonte. El Poder Popular de China construyó miles de oficinas en todo el país, donde voluntarios, hombres y mujeres, ejercían las tareas domésticas. Las familias salían para el trabajo y un equipo venia hasta su casa para limpiarla. La ropa que había que lavar, planchar o remendar se recogía en casa y se llevaba a talleres especializados. Las comidas eran hechas en las fábricas y escuelas, o en los restaurantes colectivos construidos dentro de los conjuntos habitacionales. Para tener una idea, los arquitectos se reunían con las mujeres trabajadoras para discutir proyectos más funcionales de construcción de apartamentos, recibieron la recomendación de que no deberían construir cocinas en cada unidad, basta una por piso, una vez que su utilización individual por las familias se resumía a calentar agua para una taza de té, o calentar el biberón nocturno para los bebés, porque las comidas de los miembros de la familia estaban garantizadas por los aparatos colectivos. El cuidado de los niños era responsabilidad de las guarderías y escuelas públicas, donde la educación socialista aseguraba la formación de niños saludables física e ideológicamente. Los ancianos ya no representaban un peso para la sociedad y cumplían tareas en diversos lugares, especialmente apoyando el trabajo de educación de los niños y jóvenes, valorados por su larga experiencia de vida.
¿De quién se deben liberar las mujeres trabajadoras?
Al colectivizar el trabajo doméstico, este deja de ser “invisible”, aparece claramente como una producción como otra cualquiera, demostrando que esta carga sobre los hombros de la mujer no es un destino asignado por la “naturaleza femenina” si no que es la forma de organización capitalista que lo utiliza como forma de explotación. La colectivización de ese trabajo demuestra que no se quitara ese fardo de los hombros de la mujer con una mera división de las tareas domésticas con su compañero (que es posible hacerlo, pero no resuelve la cuestión de fondo). La colectivización socialista de ese trabajo da, por primera vez a él, el carácter de trabajo útil y necesario para todos, confiriéndole reconocimiento social.
¿Acaso podemos pensar en esta forma de organización social dentro del capitalismo?
AND: El problema que más ha movilizado la opinión pública, siendo muy explotado por los medios, es la llamada violencia social, incluida, es claro, la violencia sobre las mujeres, la prostitución infantil, el abandono de niños. ¿Qué piensa sobre eso?
ER: La violencia creciente es reflejo de la degradación de la vida humana provocada por el sistema imperialista que solo ha aumentado la explotación, la miseria y la opresión sobre la mayoría de la población mundial: No hay otro motivo, y toda la especulación y sensacionalismo que se hace en torno a ese gravísimo problema es una tremenda hipocresía. En las grandes ciudades, el gobierno sabe muy bien que el trafico de drogas y armas en las favelas es minorista. Que las armas no llegan al país en barcos para ser entregadas en la playa, sino en contenedores, pasando por la aduana y enriqueciendo a altos funcionarios, un centenar de personas implicadas en asegurar su entrada en el país. La llamada violencia social es, en verdad, un gran negocio que maneja millones de dólares en el gobierno, los medios de comunicación e incluso las bolsas de valores. Las campañas por la paz, a pesar de que un cierto número de personas participan en ellas con la sincera creencia de que pueden resolver el problema, sólo sirven como instrumento de demagogia, reforzando la política de criminalización de las acciones de resistencia del pueblo, con el objetivo de desarmarlo y hacerlo culpable de la violencia que lo azota.
En el campo, los campesinos pobres que luchan por el derecho sagrado a la tierra para plantar, son tratados a bala y los números de muertos en la lucha por la tierra en Brasil no son registrados por los gobiernos como resultado de la violencia social. La policía se abre paso a tiros por las chabolas, y cuando la gente reacciona, por una cuestión de supervivencia, los medios de comunicación lo cuentan como un enfrentamiento, “la policía fue recibida a bala”. Los carros ametrallados de los “bandidos” atestiguan la farsa de los enfrentamientos. Los números divulgados en los últimos días por los mismos medios atestiguan lo imposible: más de cuatrocientas muertes en enfrentamientos con la policía, ninguna del lado de la represión. Y aunque quieren hacer propaganda de que están mal armados, que los bandidos tienen más y mejores armas que la policía, que son muy violentos. Extraña violencia, extraño armamento tan poderoso, cuando los números dan un resultado de 400 x 0 a favor de los órganos represivos.
¿Qué es la prostitución infantil, el abandono de miles de niños en las calles, la explotación de trabajo infantil, sino el resultado de la crueldad de este sistema económico deshumano? ¿Cuál es la causa de la violencia de los hombres sobre las mujeres, si no del sistema de propiedad privada, con su ideología de opresión de clase y opresión sexual, para garantizar que las mujeres cumplan la función a ellas reservada de reproductora y esclava? El sistema infunde en el hombre del pueblo la concepción chovinista machista, los medios, la religión, la escuela, enseñan que “el lugar de la mujer es en la cocina”, que ella es la “reina del hogar”, etc. La ideología de la explotación usa a los hombres de las clases explotadas inculcando en ellos toda suerte de preconceptos, mitos, “leyes” terrenales y divinas para que ellos cumplan el papel de sujetar a las mujeres a esas normas. De esa manera, toda sociedad, hombres y mujeres están formadas bajo la influencia de esa concepción. Las propias mujeres, sin darse cuenta de eso, victimas de la masacre ideológica de la burguesía, educan a sus hijos reproduciendo esa ideología, fortaleciendo en las hijas los conceptos de la sumisión y en los hijos los “derechos” del macho. Es eso lo que tenemos que tratar, elevar la consciencia de las clases explotadas, de las mujeres y hombres, sobre a quien sirve la opresión sexual de la mujer, que no es raro que desemboque en violencia doméstica física, y no delegar la solución del problema en la policía, a través de las comisarías de la mujer. ¿Qué hacen estas comisarías si no es reprimir? No somos un caso de la policía, la liberación de la mujer es una lucha revolucionaria, no quiere ninguna cercanía con el aparato represivo y que, por el contrario, se desarrolle contra ese aparato.
Me dan asco las campañas de limosnas profusamente publicitadas, gran negocio, que hacen ganar miles de dólares a Rede Globo, como «Criança Esperança» (Niño Esperanza). De esa misma forma me enojan las campañas contra la violencia doméstica, que tratan de manera superficial el problema, culpando apenas a los hombres del pueblo, especialmente, y no a la ideología burguesa y latifundista machista, que es metida cotidianamente en la cabeza de hombres y mujeres por las novelas y programas del tipo “Acorrentados”, “Casa dos Artistas”, “Big Brother” y el escarnio contra las mujeres en las piezas teatrales presentadas bajo el título “A vida como ela é” (para el degenerado Nelson Rodrigues) reverenciado como el mayor dramaturgo de Brasil.
Los verdugos del pueblo se presentan mediante las cámaras como sus salvadores. Los ideólogos de la mujer como objeto hacen campaña contra la violencia sobre las mujeres. ¡Qué hipocresía!
El pueblo se tiene que defender de la violencia del sistema con la organización, pero con organización clasista independiente, desenmascarando la manipulación de su miseria por los causadores de ella.
AND: ¿ Cómo esta organizado el Movimiento Femenino Popular? ¿Cuál es su programa de luchas?
ER: EL MFP es una organización clasista, que moviliza y organiza a las mujeres de las clases populares. Pero, bajo la hegemonía de la clase obrera. Esto quiere decir que la ideología de nuestro movimiento es la del proletariado, que nos guiamos por esa ideología revolucionaria.
La construcción del MFP es un proceso largo y partimos del balance histórico de las luchas de la clase obrera y demás trabajadores en general y de las mujeres que las componen en particular, tanto al nivel internacional como de nuestro país.
Por todo eso, el MFP integra a las organizaciones populares de defensa de los derechos del pueblo que luchan de manera independiente y clasista, sin ilusión con esta democracia de fachada, por la construcción de un nuevo Poder, el Poder Popular, que será conquistado por la acción de las clases revolucionarias de nuestro país – la clase obrera, los campesinos y la pequeña burguesía revolucionaria (sectores de las clases medias, intelectuales honestos y estudiantes); bajo la dirección de la clase obrera.
Nuestra organización defiende dos objetivos fundamentales para potencializar la participación de las mujeres en la lucha popular: organización y politización.
Nos organizamos en núcleos territoriales. Hay una coordinación general y las coordinaciones de los núcleos de mujeres por barrios, aldeas y favelas en las ciudades y por campamentos, líneas y aldeas en zonas rurales, además de núcleos de estudiantes secundaristas y universitarias y jóvenes proletarias y campesinas.
No basta estar organizadas, esta organización requiere una elevación de la consciencia de clase, requiere la politización de la mujer como una cuestión clave en la conquista de su emancipación, ósea, que ella participe masivamente de las organizaciones generadas por toda su clase. Por eso nuestro programa de lucha esta profundamente inmerso en las luchas de todo el pueblo en general y de las mujeres en particular, porque ellas enfrentan mayores obstáculos que los hombres para participar de la lucha social. De ahí la necesidad de una organización específica, de métodos especiales de propaganda, de la presentación de sus reivindicaciones inmediatas. No estoy hablando de las luchas llevadas por las organizaciones feministas que buscan apaciguar a las masas femeninas con reformas y desviarlas de la lucha revolucionaria, aceptando las migajas de los gobiernos con sus becas escolares, programas de leche, comisarías para mujeres, etc… Hablo de las reivindicaciones prácticas, que existen como reflejo de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que las mujeres de nuestro pueblo sufren.
Las compañeras del MFP en el campo impulsan la participación activa de las campesinas en el proceso de la producción colectiva, en los grupos de producción, en la construcción de Escuelas Populares y de los comités de apoyo a las tomas de tierra; bregamos por asegurar la condición de las compañeras participaron en todas las etapas de la lucha, garantizando las condiciones de su presencia en las reuniones, en los cursos, palestras y otras actividades. En los centros urbanos concentramos la atención en el trabajo en las periferias, donde están los barrios proletarios, en las aldeas y favelas, en las tomas de terrenos, en las fábricas, principalmente las grandes, donde han aumentado significativamente el número de obreras; y en la implantación de Escuelas Populares y grupos de ayuda mutua que son colectivos de costureras, limpiadoras, cocineras, organizados para encontrar trabajo enfrentando la crisis de desempleo. En el campo y en la ciudad, una lucha se coloca como cuestión clave para la participación de la mujer; la lucha por la construcción y manutención de guarderías, que cumplen dos funciones fundamentales: garantía de incorporación de la mujer a la producción y construcción de una nueva concepción de la educación de los niños, orientada hacia el colectivismo desarrollando la consciencia de la clase de los niños, que pueden contribuir de muchas maneras en la lucha del pueblo. Cuando las estudiantes, jóvenes proletarias y campesinas, desarrollamos amplia discusión sobre la opresión de femenina, que afecta sobre todo a las jóvenes, sin que ni ellas ni los adultos se den cuenta.
Combatimos la cultura imperialista que se vierte sobre las jóvenes, particularmente su cultura de alienación, de las drogas, de la prostitución, de la dictadura de la moda de los centros comerciales y modelos. En fin, todo el conjunto de actitudes degeneradas divulgadas como demostración de la modernidad. Incentivamos a las estudiantes y jóvenes a que ingresen en la lucha popular, de la misma forma que las mujeres adultas, impulsando su organización y politización por la única vía posible, a través de la incorporación en el proceso revolucionario de su clase.
Buscamos también desarrollar la Solidaridad Popular, esto es, buscar soluciones colectivas para los problemas de las familias más necesitadas, contraponiendo nuestra acción a la demagogia de los programas de la canasta básica del Estado y sus instituciones ideológicas auxiliares como la iglesia, que siguen la receta del imperialismo: empujar para la miseria absoluta miles de familias y utilizar esos programas para garantizar su dominación, manteniéndolas totalmente marginadas, económicamente dependientes, humilladas por la limosna e incapacitadas de organizarse para la lucha.

AND: Usted habla de lucha revolucionaria, posición de clase, politización. ¿Cómo es la actuación del Movimiento Femenino Popular en relación al proceso electoral?¿Hay vinculación con algún partido?
ER: Respondo a su pregunta con otra que nos hacemos y que nos llevó, en la práctica de la lucha de masas, a la conclusión que voy a exponer. Concretamente, ¿Qué significado han tenido las elecciones en nuestro país? ¿Qué derecho o conquista del pueblo fue obtenida a través del proceso de la llamada “democracia parlamentaria”? Los derechos que tenemos fueron arrancados uno a uno con mucha movilización y lucha de los trabajadores. Las elecciones han servido únicamente para renovar los representantes de las clases dominantes en el poder. Ellas son un proceso lleno de mentiras, demagogia y corrupción. Par el pueblo no sirven para nada. Solo son importantes para las clases dominantes. El sufragio universal bajo el imperialismo se tornó en un instrumento de perpetuación del sistema. El MFP defiende la organización clasista e independiente de las masas, que sirva al fortalecimiento de la lucha por los derechos del pueblo, por la destrucción de este viejo orden a través de la revolución democrática ininterrumpida al socialismo.
AND: ¿Hay alguna cuestión más de la que quiera hablar?
ER: Bueno, sí, me gustaría resaltar algo de suma importancia para nuestro movimiento y que juzgamos fundamental. Es la cuestión de los principios.
Los principios que orientan nuestra organización y nuestra lucha son los mismos que presiden las acciones de las organizaciones de las masas populares revolucionarias:
- Son las masas las que hacen la historia y son las masas las que deciden todo;
- Mantener nuestra independencia en la lucha, siempre nos apoyamos en nuestras propias fuerzas;
- Seremos combativas y decididas, defendiendo que es justo rebelarnos contra tan grande opresión y explotación;
- Llevar la lucha reivindicativa de las necesidades urgentes e inmediatas de las masas empobrecidas, pero con la conciencia de que la solución de todos los problemas que afligen a las masas oprimidas solo será posible con la toma del poder por el pueblo;
- Combatir el oportunismo de forma inseparable del combate al latifundio, a la burguesía y al imperialismo;
- Priorizar en nuestras acciones a las masas obreras y campesinas principalmente y orientándonos siempre hacia los más pobres y explotados;
- Es necesario organizarse de todas las formas que el conjunto de la clase creó y desarrolló. La mujer debe participar en todas ellas;
- El MFP es una organización clasista, agrupamos a las mujeres de las clases populares en la lucha contra la opresión sexual y de clase;
- Defender el internacionalismo proletario, comprendiendo que la lucha revolucionaria solo puede triunfar con la unión de todos los pueblos y clases oprimidos.