
Tras el archivo de la reforma laboral que cursaba en el Congreso, Petro ha hecho público su propósito de impulsar una “Consulta Popular” para que “el pueblo defina en democracia” si quiere o no la reforma. Esto ha causado un revuelo entre los diferentes politiqueros, pues con este mecanismo despegan en firme las campañas electorales para Congreso y presidencia en 2026.
Gran parte del movimiento popular, los sindicatos y organizaciones que han confiado y votado por el gobierno actual, tienen una nueva ilusión en que el “cambio” no logrado en estos casi 3 años de gobierno, se logré a través de esta Consulta Popular. Por otro lado, las organizaciones populares independientes y el movimiento revolucionario ya han empezado a debatir sobre el qué hacer frente a esta nueva salida del gobierno. Como prensa democrática y popular queremos contribuir a este debate poniendo nuestro punto de vista no solo sobre esta coyuntura sino, principalmente, acerca de la situación actual, el camino y las tareas de los revolucionarios en el país para sacar de la crisis al movimiento popular, para defender y conquistar los derechos del pueblo.
El plan del gobierno
A inicios del mes de febrero, en el primer consejo de ministros televisado, Petro, a la par que ponía por las nubes a su nuevo “jefe de gabinete”, Armando Benedetti, comparándolo con Jaime Bateman (líder histórico del M-19), trapeaba el piso con sus más fieles ministros, acusándolos de incompetentes por el bajo cumplimiento de sus carteras, así como de sectarios por cuestionar la llegada de Benedetti (y como jefe) al gabinete. En aquel consejo -para todo el que esté dispuesto a analizar sin prejuicios- al menos tres cosas quedaron claras y se han ratificado con el pasar del tiempo:
1) El gobierno no había cumplido su promesa de cambio. Esto dicho en palabras del propio presidente: “Este es el informe de incumplimiento (del gobierno) y es fatal, y se lo digo al pueblo, porque me da vergüenza, de 195 compromisos se han incumplido 146”; 2) la culpa se les endilgaba a los ministros, no a su jefe, el presidente. También en sus propias palabras: “el presidente es revolucionario, el gobierno no”; y 3) el propósito central del gobierno se enfoca en ganar las elecciones de 2026, y para ello necesitarán de Benedetti: sin él “matamos la transformación y las posibilidades de ganar en 2026, porque una mayoría nacional no se hace con puros, sino con colombianos llenos de defectos y virtudes que hay que juntar para que el progresismo siga gobernando”.
¡En pocas palabras, a casi tres años de gobierno, el cambio no fue! ¿Por qué? Por culpa de los subalternos; solución: ¡reforzar las alianzas con politiqueros de vieja data para ganar otra vez el gobierno en 2026! ¿Cómo la ven? ¡En 3 años no hicimos el cambio prometido, dediquémonos el año que nos queda a politiquear para reelegirnos! ¿Y del cambio por el que mucha gente votó ilusionada? ¡Ni una razón!, ¿Y de la responsabilidad del gobierno en incumplir lo prometido? ¡Ni mu!
En aquel consejo de ministros, Petro lo que hizo fue aparentar que hacía una autocrítica cuando dijo que le daba “vergüenza” por el “incumplimiento fatal”; pero una falsa autocrítica, pues seguidamente escurrió el bulto a otros durante toda la sesión y lo dejó claro especialmente con su frase “el presidente es revolucionario, el gobierno no”. Buscó así salir limpio del cúmulo de fracasos de su gobierno y a la vez, denigrando y amenazando a sus ministros, llevarlos a que aceptaran a Benedetti y se dispusieran a renunciar a sus cargos para tener vacantes que ofrecer a politiqueros de los partidos tradicionales, con miras a formar con estos últimos un frente para lograr los votos necesarios para aprobar sus proyectos en el congreso y sobre todo para ganar las elecciones de 2026. Estas intenciones se confirmaron días después con la renuncia de varios ministros, el nombramiento de Benedetti como ministro del Interior y la entrega de ministerios y otros cargos públicos a fuerzas de los partidos Conservador, Liberal y de la U.
Con estas cuotas burocráticas el gobierno pudo comprar los votos para garantizar la aprobación de su reforma a la salud en la Cámara, pero no logró impedir que la oposición en el Senado archivara su proyecto de reforma laboral. Entonces Petro, quien semanas atrás había confesado el “incumplimiento fatal” de su gobierno y había descargado la responsabilidad de ello a sus ministros, pasó a culpar a la oposición en el Congreso de ser quien impedía el “cambio” y lanzó su propuesta de convocar una Consulta Popular para definir la suerte de la reforma laboral.
Pero en verdad, como todo el mundo sabe y ni siquiera los petristas lo niegan, el verdadero propósito de la Consulta Popular es poner en marcha la campaña de 2026 para que “el progresismo siga gobernando”, es decir, cumplir el Plan revelado en el mencionado consejo de ministros. Por eso -como lo dicen altos funcionarios del gobierno sin siquiera sonrojarse-, no importa tanto si se alcanza el umbral, lo que importa verdaderamente es renovar ilusiones en que el cambio es posible votando y reeligiendo al petrismo, es hacer olvidar que el gobierno no cumplió la promesa del cambio y culpar de todo ello a la oposición, con miras a ganarle de nuevo las elecciones en 2026. Al fin y al cabo, estos tres años de mandato del Pacto Histórico han demostrado que este, como cualquier partido politiquero, es malo para cumplir lo que promete, pero que, como ningún partido politiquero, es buenísimo para predicar grandes promesas, y por eso el terreno en que se mueve con facilidad no es la tierra firme de los hechos, del cambio real, sino los campos pantanosos de la demagogia, del proselitismo y la farsa electoral.
No hay duda que esta habilidad de culebrero se ha desplegado con creces en la propuesta de la Consulta Popular, pues el gobierno esconde sus propósitos electoreros detrás de promesas de reformas que mejoran las condiciones laborales de los trabajadores formales. Aunque el pueblo se da cuenta de que no ha habido ningún cambio, esta propuesta deja a más de uno pensando: “¿cómo no vamos a apoyar la consulta popular si es bueno para los trabajadores que les paguen más los dominicales o que la jornada nocturna empiece a las 6pm y no a las 9pm?” responder a esa pregunta requiere analizar a fondo la situación actual.
El fracaso del “cambio”
Con lo dicho por el mismo Petro sobre el balance “fatal” de su gobierno, nos interesa destacar con claridad los principales hechos que, a tres años del gobierno Petro, muestran que este no cumplió el “cambio” que prometió:
*La llamada “reforma agraria” que entregaría 3 millones de hectáreas al campesinado, hoy va -según cifras del propio gobierno- en solo 35 mil hectáreas (de entregas definitivas), ¡el 1% de lo prometido! cuando al actual gobierno solo le resta un año y viene recortando el presupuesto para compra de tierras. Además, lejos de debilitar a los terratenientes que a sangre y fuego robaron las tierras campesinas y que son los culpables del problema agrario, los ha legitimado como aliados (Pacto con Fedegan) y enriquecido, comprándoles la tierra a precios comerciales.
*Las universidades públicas que prometió fortalecer viven actualmente una profundización de su crisis financiera. En concreto, por ejemplo, frente a la situación presupuestal crítica de la UdeA, el gobierno no ha hecho prácticamente nada. De 100 universidades nuevas que prometió construir, solo ha hecho una. Dijo que condonaría deudas del Icetex pero recientemente eliminó los subsidios a más de 300 mil estudiantes.
*Prometió mejorar el sistema de salud, pero este empeora día a día. Aunque argumenta que no lo ha podido hacer por la oposición, y que toda la responsabilidad es de las EPS, puede verse en el pésimo sistema de salud de los maestros, -administrado por el Estado y que el gobierno concibió como ejemplo de las bondades de su reforma-, que esta propuesta no soluciona la crisis del sistema de salud que padece el pueblo.
*Dijo que haría la “Paz total”, pero al contrario despliega, en asocio con los yanquis y en connivencia con bandas con las que negocia, una guerra total contra las guerrillas que no aceptan paz sin transformaciones sociales. Ha incumplido incluso los acuerdos ya establecidos con los excombatientes de las FARC, otra promesa de campaña.
*Prometió acabar con el ESMAD y no lo hizo, antes ha fortalecido y limpiado la imagen de las fuerzas represivas del Estado, manchadas por todos lados de sangre de pueblo. Dijo que iba a liberar a los presos políticos del Gran Levantamiento Popular, pero siguen en prisión o judicializados.
*Se eligió como otra forma de hacer política, pero su gobierno está involucrado en varios escándalos de corrupción, tiene como aliados a miembros de los partidos Liberal, Conservador y de la U y con todos estos ha negociado contratos y puestos a cambio de votos para sus proyectos. Todo lo que criticaban a los anteriores gobiernos, hoy lo practican.
¿Pero acaso, como ahora dice el gobierno, la culpa de todo este fracaso puede achacársele a la oposición uribista? ¿Es esta la razón de que el cambio no se haya dado? No, las razones son más profundas. Aclaremos: el gobierno no solo no ha cumplido estas promesas, sino que, lo que es peor, como lo muestran numerosos hechos que hemos analizado en pasadas editoriales, aunque es el gobierno que más habla en nombre del pueblo posando de “izquierda”, ha fortalecido y legitimado a los terratenientes y permitido que sus “brigadas de solidaridad” -que reprimen la lucha del campesinado por tierra- actúen a sus anchas; ha viajado como ninguno a feriar el país al capital extranjero, es obsecuente con el imperialismo pagando cumplidamente la deuda externa y haciendo todo lo posible para mantener la estabilidad macroeconómica, jurídica y social necesaria para que sus grandes capitales obtengan la ganancia máxima; realiza pactos con grandes banqueros y magnates de la gran burguesía (Sarmiento Angulo, Gilinski…) favoreciendo su mayor enriquecimiento; en síntesis: es lacayo del imperialismo y aliado de las clases dominantes, grandes burgueses y terratenientes, que mantienen dominada y atrasada nuestra nación, acaparando la tierra, explotando sus gentes y esquilmando sus recursos.
¿Y cómo se porta con el pueblo? Utiliza todos los recursos a su alcance para engañarlo haciéndolo creer que este gobierno trabaja para sus intereses y no para dar poder y enriquecer a unos “nuevos” politiqueros. Lo emborracha con sus grandilocuentes discursos y compra algunas conciencias con puestos y prebendas. Mas no cumple con sus promesas y cuando el pueblo se rebela con violencia popular, cuando el campesino toma la tierra por su propia cuenta, Petro da la orden a la policía de sacarlo en ¡menos de 48 horas! o se hace el de la vista gorda con las paramilitares “brigadas de solidaridad”; si los camioneros bloquean las vías en protesta por el alza del diésel, el gobierno les manda el ESMAD; y cuando algunos grupos guerrilleros -aleccionados por el incumplido acuerdo de paz con las FARC- no aceptan su política de rendición sin transformaciones sociales, les declara la guerra total y no los baja de “traquetos” y de agentes extranjeros que “ponen en riesgo la soberanía nacional”. Según Petro, la violencia de las guerrillas en Colombia ya no tiene razón de ser en la injusticia social, no es -según sus palabras- una “violencia insurgente sino cimentada en la economía ilícita”. Según él, Camilo Torres no fue un revolucionario que dio su vida por la causa del pueblo, sino un pacifista. Con su diaria tergiversación de la historia y la realidad actual, el “gobierno del pueblo” nos recuerda al odiado gobierno Uribe en sus repetidos intentos de deslegitimar las razones sociales y políticas del conflicto social y armado que por décadas vive el país, la vigencia, justeza y ejemplo de la lucha y el camino que representa Camilo Torres.
El camino burocrático y el camino democrático
Tres años y ningún cambio son más que suficientes para mostrar que este gobierno no es gobierno de los de abajo ni enemigo de los de arriba. Como hemos venido demostrándolo con hechos desde que comenzó su mandato, el actual gobierno son solo “nuevos” politiqueros que medraron durante décadas entre el movimiento popular y guerrillero, promoviendo la conciliación de clases y el pacifismo. Gente que aprovechando el reciente auge de la rebelión de las masas -en una situación en que el movimiento revolucionario estaba debilitado tras los duros golpes que durante décadas recibió desde afuera por el Estado y los paramilitares y desde adentro por el oportunismo-, vendió de nuevo a este pueblo rebelde la ilusión de que para hacer la revolución solo hay que entrar a las instituciones del Estado reaccionario para legitimarlo y reformarlo. Bueno, por enésima vez, se demuestra el fracaso de este camino, de la farsa electoral, de las ilusiones constitucionales, en pocas palabras, del camino burocrático. Y también una vez más se reafirma lo demostrado certeramente por las revoluciones victoriosas del siglo XX- que el único camino para lograr el poder para el pueblo, es el que siembra perseverantemente entre las masas la confianza en su propia fuerza como forjadora de la historia, el que promueve la lucha y organización independiente y combativa del pueblo por sus derechos, y que paso a paso va construyendo la fuerza capaz de destruir el dominio imperialista, el latifundio y el capital monopolista: el camino democrático, el camino de la revolución popular.
El actual gobierno, lejos de combatir a los enemigos fundamentales del pueblo y la nación, el imperialismo, la gran burguesía y los terratenientes, se alía y concilia con ellos; condena la lucha clasista y combativa del pueblo y promueve entre la gente sencilla la conciliación de clases, el cretinismo parlamentario y el pacifismo; intenta corporativizar al pueblo atacando su organización independiente del Estado y gobierno de turno; ha profundizado la crisis del movimiento popular llevando a las masas al inmovilismo o a movilizarse solo en función de sus intereses burocráticos y electorales. Y si además todo esto lo hace autoproclamándose un “gobierno del pueblo”, un “presidente revolucionario”, los revolucionarios no solo no debemos apoyarlo sino que tenemos el obligado deber de desenmascararlo ante el pueblo como un gobierno oportunista, pues el pueblo solo podrá ir construyendo progresivamente su lucha y sus organizaciones populares independientes y combativas, en la medida en que deslinde del oportunismo, pierda las ilusiones en el camino burocrático, en los de arriba, y asuma el camino democrático, uniendo a los de abajo para que tomen en sus propias manos la lucha por sus derechos a salud, educación, vivienda, trabajo y poder popular!
Apoyamos la lucha por mejores condiciones laborales, por más presupuesto para la educación, por tierra para quien la trabaja, etc. pero aplicando las enseñanzas de Lenin: “llevamos una política independiente y solo proponemos reformas que interesan incuestionablemente a la lucha revolucionaria, que incuestionablemente contribuyen a elevar la independencia, el grado de conciencia y la combatividad del proletariado. Sólo con esta táctica podemos contrarrestar las reformas hechas desde arriba, reformas siempre ambiguas, siempre hipócritas, siempre dotadas de alguna trampa burguesa o policíaca”.[i]
Participamos y luchamos con el pueblo en el Gran Levantamiento Popular que conquistó algunas reivindicaciones porque aquello contribuía a “elevar la independencia, el grado de conciencia y la combatividad” del pueblo. Pero no apoyamos la Consulta Popular porque es una “trampa hecha desde arriba” con el fin de tapar el fracaso del gobierno oportunista, legitimarlo y reelegirlo, porque envilece la conciencia de las masas, siembra ilusiones en que con la farsa electoral se pueden ganar derechos y pretende seguir poniendo el movimiento popular a la cola del gobierno atacando su organización y lucha independientes. Por todo esto, frente a la Consulta Popular decimos: ¡No votar, organizar la lucha popular!
Somos conscientes de que la mayor parte del movimiento popular caerá en la trampa de ilusionarse con la Consulta Popular, pero estamos convencidos -aleccionados por la historia- que el deber de los revolucionarios es trabajar intensa y pacientemente por persuadir al pueblo de la necesidad de labrar su propio camino. Hay que aprender a vivir en minoría, a no dejarnos aislar del pueblo y a luchar contra la corriente para poder forjar -en una lucha prolongada- la mayoría que sí pueda derrumbar este mundo de oprobio y miseria. Si por el contrario los revolucionarios, por temor a quedar aislados del pueblo, por temor al ataque del oportunismo, desistieran de su indispensable labor de elevar la conciencia de las masas, el movimiento popular profundizaría su crisis.
¡Nuestro llamado se dirige así a los revolucionarios y sectores independientes dentro del movimiento popular a oponer al camino burocrático con sus propuestas de Consulta Popular y de Frente amplio para la farsa electoral, el camino democrático de la lucha clasista y combativa por los derechos del pueblo y la organización de un Frente Independiente Popular!
[i] Una vez más sobre el gabinete de la duma. Lenin, 1906.