
“¿Qué puede ser más importante para una familia campesina que la tierra y el agua? ¿Qué hacer cuando por generaciones hemos visto como los terratenientes nos roban las tierras comunes, se apropian de los baldíos, privatizan y deforestan los playones, desecan las ciénagas y humedales y nadie hace nada?” Extracto del comunicado de las familias recuperadoras de la finca la Sonora. Pailitas, Cesar.
El problema de la tierra, que es el problema campesino, junto con nuestra situación de sometimiento por parte del imperialismo son la base de todos los demás problemas que tiene nuestra nación. De hecho, uno de los capítulos más importantes de nuestra historia, que aún hoy sigue escribiéndose, es el capítulo de la lucha armada campesina, que tiene su origen y su sustento en que el campesinado ha tenido que luchar contra el poder terrateniente y contra el dominio imperialista, tal como evidencia un texto escrito por la naciente guerrilla campesina de Las Farc en 1964 y que se conoce como el Programa Agrario de los Guerrilleros:
Hemos sido las primeras víctimas de las furias latifundistas porque aquí en esta parte de Colombia predominan los intereses de los grandes señores de la tierra, los intereses más retardatarios del clericalismo, los intereses en cadena de la reacción más oscurantista del país. Por eso nos ha tocado sufrir en la carne y en el espíritu todas las bestialidades de un régimen podrido que se asienta sobre el monopolio latifundista de la tierra, la monoproducción y la monoexportación bajo el imperio de los Estados Unidos.
Este programa que en su momento planteó una política revolucionaria respecto a la lucha campesina por la tierra, no se ha realizado hasta hoy. La lucha histórica por la tierra continúa viva.
Múltiples tomas de tierra en el Cesar
El Cesar es un departamento del Caribe colombiano. Sus índices de pobreza son altos respecto al promedio nacional. En el 2024, según el DANE, el promedio nacional de pobreza fue del 33% y el de Cesar del 52,2%. Fue en este departamento de grandes latifundios improductivos, en el cual se desarrollaron tres tomas de tierra entre marzo y abril de este año.
Dos de las tomas de tierra se dieron en el corregimiento de Agustín Codazzi, municipio del Cesar. A Agustín Codazzi lo llaman: la capital agroenergética de Colombia. Se ganó este título porque en sus tierras existe una intensa explotación de carbón por parte de la multinacional Drummond Ltda. y existen además extensos terrenos de monocultivos de palma de aceite. Al menos unas tres mil hectáreas relacionadas con los Sarmiento Ángulo y otras tantas de propiedad de Carlos Murgas, el “Zar de la Palma”. Del subsuelo de Codazzi se ha extraído más de 76 millones de toneladas de carbón térmico, lo que ha generado más de dos billones de pesos en regalías para el Estado colombiano, de las cuales este municipio ha recibido 216 mil millones de pesos. Estas cifras no se ven reflejadas en bienestar para la población. Casi el 30% de sus habitantes no tienen sus necesidades básicas satisfechas, su acueducto es deficiente, tiene una alta tasa de deserción escolar y un gran número de campesinos que no tienen ni han tenido nunca tierra o han sido despojados de la poca tierra que tenían.
La agroindustria y la minería, lejos de representar desarrollo y progreso para este municipio, son vistos por sus habitantes como una maldición. El carbón es la “maldición negra” de Codazzi. Tanto la Drummond, como el “zar de la palma” han sido relacionados de manera directa con la violencia paramilitar contra el campesinado y el despojo de sus parcelas. La Drummond es acusada de contar en su nómina, con un importe jugoso para financiar la consolidación del paramilitarismo en el Cesar.
Las multinacionales mineroenérgeticas, los magnates de los agronegocios y un tercer sector también famoso por sus nexos con el paramilitarismo: los grandes ganaderos, latifundistas de tradición en el Cesar, son los tres poderes económicos que se conjugan y controlan el poder político y con ello, la vida del campesinado y del resto de habitantes de la zona. Son la expresión regional de las clases que dominan a nuestro país: Grandes burgueses, grandes latifundistas en alianza y al servicio del imperialismo.
Desde el inicio del presente gobierno, los campesinos de Codazzi, del Cesar y de todo el país se han ilusionado nuevamente con la promesa de reforma agraria y la promesa de cambio de Gustavo Petro. Pero ni la reforma agraria ni el prometido cambio se han materializado. Es en este contexto en el que se han desarrollado las tomas de tierra.
Campesinos sin tierra ocupan predios de Agrosavia, en el municipio de Agustín Codazzi, del departamento del Cesar.

En el centro de investigación La Motilonia de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), 50 familias ingresaron, se desplazaron varios kilómetros adentro, con sus morrales y pimpinas de agua al hombro, en medio de la oscuridad de la madrugada, hasta llegar a unos terrenos donde ni siquiera había animales de pastoreo. Se trata de “unos montes” que no han sido cultivados hace décadas. La zona ocupada es de aproximadamente 600 hectáreas.
Entre las personas que emprendieron esta acción se encontraba un buen porcentaje de adultos mayores. Varios manifestaron que nunca en su vida habían tenido tierras y que habían decidido participar en la toma con la esperanza de tener tierra al menos al final de sus días. Otro buen porcentaje sí tuvo tierra en algún momento de su vida, pero sufrieron la violencia terrateniente y paramilitar y fueron despojados de lo poco que tenían. Estos ejemplos abundan en Codazzi y sus cercanías. Uno a uno, los reclamantes de tierra, van muriendo de viejos sin haber obtenido nunca de vuelta lo que alguna vez les perteneció.


Había también un buen porcentaje de madres solteras y algunos jóvenes. Las madres solteras se agarraban a la esperanza de conquistar la tierra como se agarraban al amor por sus hijos. Si algo imperaba en su decisión de ocupar ese predio era la ilusión de otro futuro para esos niños que estaban creciendo. Los jóvenes que hicieron parte de la toma profesaban amor al campo. Uno de esos jóvenes contaba que había pertenecido a más de 14 asociaciones, a cada una ingresó con el afán de conseguir tierra, pero no hubo ninguna otra vía que tomarla con acciones de hecho.
Los campesinos que protagonizaron esta acción declararon que “Nosotros somos campesinos recuperadores de tierra y lo estamos haciendo por vía de hecho en los terrenos del gobierno (…) estamos metiéndonos con el fin de que el gobierno se dé cuenta que sí hay un campesino que quiere tener un pedacito de tierra (…) lo estamos haciendo por las vías de hecho porque si nos ponemos a esperar que la ANT lo tenga todo para un pedacito de tierra (…) se muere uno de viejo esperando el pedacito de tierra y nunca lo tiene”.
Campesinos del Cesar ocupan predio de latifundista en Casacará, en el departamento del Cesar

“Las Carmelas” y la finca “María Victoria” en la vereda Begonia, del municipio de Codazzi fueron ocupadas a finales de marzo. Se trata de dos predios que suman en total unas 1600 hectáreas. Estos predios son propiedad de Olga Dangond de Dávila. Aunque es un latifundio dedicado al ganado, su propietaria tiene una fuerte relación con las explotaciones de palma del mismo sector. De hecho, su hija mayor, María Victoría Dangond, que también se ha dedicado a lo largo de su vida a la ganadería en predios de más de mil hectáreas, es esposa del ya mencionado “Zar de la Palma”.
Contexto Ganadero, red de difusión de FEDEGAN, es decir, órgano de propaganda de los terratenientes, dice que quienes “invadieron” el predio fueron unas 80 personas el sábado 29 de marzo. Por otro lado, los campesinos recuperadores afirman que fueron unas 150 familias las que ocuparon el predio y que este fue ocupado el día martes 25 de marzo.
Las razones para iniciar esta acción se pueden resumir en una: la necesidad de tierra para trabajar.
Entre los recuperadores de La Motilonia y de la finca Las Carmelas hay muchas similitudes: el gran porcentaje de desplazados, el hecho de que muchos no hayan tenido nunca tierra aunque hayan trabajado toda su vida en el campo (hay personas de más de 80 años).
Los participantes de esta toma y probablemente la mayoría de habitantes de Codazzi, se llevaron cada uno su porción de violencia en la época de la arremetida paramilitar. Algunos cuentan que tuvieron que huir por las montañas durante días sin nada más que la ropa que traían puesta y que en esas situaciones les tocaba tomar un agua que era casi barro. Las mujeres contaban que habían perdido a sus maridos, algunas también vieron caer asesinados a sus padres y hermanos. Muchas sufrieron violencia sexual.
Pese a esta dura historia de dolor, de lágrimas y sangre, pese a sufrir la violencia terrateniente, quienes participaron en esta recuperación lo hicieron con felicidad y esperanza renovada. Uno de los recuperadores, un señor de más de 60 años afirmaba: ¡es la primera vez que me siento vivo!
Tal vez esta historia que les tocó en sus vidas los había preparado, pues aunque las penurias de una recuperación de tierras son muchas, no se comparan a la realidad de vivir toda la vida sin tener donde trabajar.
En sus comunicados, los recuperadores de la finca Las Carmelas afirmaron: “Los campesinos tenemos derecho a la tierra (…) tenemos derecho a la alimentación y a un nivel de vida adecuado. El gobierno nacional y la Agencia Nacional de Tierras no han respondido a los compromisos que han adquirido con nosotros los campesinos, por todo lo anterior nos vemos obligados a tomar esta vía. Estamos abiertos al diálogo, pero no vamos a renunciar a nuestros derechos”.
Campesinos de Pailitas ocupan predio en La Sonora en el Cesar

Así como en Codazzi, 150 familias campesinas sin tierra decidieron iniciar el proceso de recuperación de la finca “La Sonora”, en Pailitas. Denuncian que muchas de las tierras de este predio fueron apropiadas ilegalmente por el que hoy es el dueño de la finca. Por otro lado, en este predio se realiza minería ilegal, lo cual está contaminando una quebrada llamada “La Floresta”. La contaminación de esta quebrada tiene efectos negativos en otros cuerpos de agua aledaños. Estas afectaciones a múltiples fuentes hídricas son un gran problema para los campesinos de la región, pues necesitan el agua para regar sus cultivos y para pescar.
En uno de sus comunicados, las familias recuperadoras de la finca la Sonora explican así el proceso:
“La lucha campesina en La Sonora es muy sencilla de entender: el predio, ubicado en Pailitas Cesar, tiene baldíos, lo cual quiere decir que quien se dice dueño se apropió de las tierras que por ley, deben designarse para que el campesinado sin tierra pueda trabajar en dignidad, produciendo alimentos. Además, en la quebrada Floresta llevan años extrayendo irregularmente material de arrastre, sin ningún tipo de cuidado con la Naturaleza, poniendo en riesgo el agua y la vida de todas las comunidades de la zona”
La respuesta de los terratenientes y el Estado

Como no es de sorprender, la respuesta en los tres casos fue la misma: represión para el campesinado. Todas las tomas sufrieron el desalojo por parte del Estado al servicio del poder terrateniente.
En el caso de la recuperación de la finca “Las Carmelas” los recuperadores denunciaron que:
“las autodenominadas brigadas de seguridad ganadera llegaron en horas de la mañana del día domingo 30 de marzo. Desplegaron ejercito desde la noche anterior y llegaron con aproximadamente 100 camionetas y civiles armados. Nosotros no acudimos a su encuentro. Ellos declaran que hemos desalojado voluntariamente el predio. No sabemos con qué intención hacen estas declaraciones, pero son totalmente falsas. Nosotros (permanecemos) en pie de lucha aquí en el predio y aquí permaneceremos. Responsabilizamos a las brigadas solidarias ganaderas ante cualquier afectación a nuestra seguridad”.
Además, en otro de sus comunicados manifestaron:
“Responsabilizamos al presidente Gustavo Petro, al ministro de Defensa Pedro Sánchez; a los comandantes del Batallón la Popa y al comandante de policía de Codazzi de lo que pueda sucederles a estas comunidades campesinas. Exigimos respeto a la vida e integridad personal de cada uno de los hombres y mujeres que están recuperando la tierra para la vida”.
Las brigadas de solidaridad ganadera, agrupación que apunta a convertirse en una reedición de las famosas convivir y que consta de civiles armados organizados en una estructura al servicio de los ganaderos y con apoyo del ejército de Colombia, actuaron como fuerzas represivas en los tres casos mencionados. FEDEGÁN y su presidente Jose Felix Lafourie (latifundista varias veces denunciado por sus nexos con el paramilitarismo) ven con mucha preocupación el rumbo que está tomando actualmente el movimiento campesino y sale en su revista Contexto Ganadero a lanzar alaridos en contra de las recuperaciones de tierra. A continuación, algunos extractos de una de sus columnas:
Tres factores se repiten en las últimas invasiones en diferentes lugares, pero especialmente en el Cesar: Primero: el respaldo de algunas ONG que reúnen a comunidades rurales bajo la bandera de la “recuperación de la tierra”, como el llamado “Coordinador Nacional Agrario”, CNA (…)
Segundo: la presencia de agitadores profesionales enviados para difundir consignas comunistas (lucha de clases, anticapitalismo, la tierra para el que la trabaja, etc.), con el fin de exacerbar el odio contra los propietarios legítimos y, por esa vía, inducir las invasiones.
Tercero: las Guardias Campesinas que, al igual que las indígenas, tras su apariencia pacífica esconden organizaciones uniformadas, entrenadas, ideologizadas y, de hecho, responsables de bloqueos, invasiones, violencia urbana y secuestro de miembros de la Fuerza Pública”.
Mientras el gobierno de Gustavo Petro intentó lavarle la cara a los terratenientes y mostrarlos como posibles amigos del pueblo campesino, Lafaurie, jefe de los ganaderos, muestra claramente que sus intereses y los del campesinado son antagónicos y hasta prepara el terreno en la opinión pública para tratar a los recuperadores como “secuestradores”, es decir, tratar a los campesinos como enemigos de guerra.
La lucha por la tierra y por tanto el antagonismo entre los latifundistas y el campesinado va a perdurar hasta que se ponga fin al latifundio. Esta lucha histórica ha sido una guerra a muerte. El Estado ha utilizado toda su fuerza represiva, legal e ilegal, para defender a los terratenientes. Además, a través de engaños, ha tratado de hacer creer al pueblo que lucha, que hay oportunidad de conquistar el cambio a través de un Estado que en verdad tan solo le sirve a las clases dominantes. Estas dos facetas se muestran de manera muy palpable y aguda hoy. Por un lado, Petro sigue comandando una guerra contrainsurgente contra el campesinado y por otro lado una parte de las organizaciones populares están enarbolando las reformas de Petro o su consulta popular como el único camino posible para el tan anhelado cambio y quieren sumir a todo el movimiento popular por esta vía.
Lo valioso de los ejemplos de las tomas de tierra anteriormente mencionadas es que demuestran que para la gente no se está concretando ningún cambio en realidad y que aún pese a todo el miedo que nos han sembrado, el campesino sigue dispuesto a luchar. Ante este panorama la tarea de los revolucionarios y de los verdaderos progresistas es trabajar porque el campesino se organice cada vez más y aprenda en la lucha estas verdades: la única fuerza en la que puede confiar el pueblo es en su propia fuerza organizada y no hay un poder mayor que el poder de las clases populares cuando elevan hasta las máximas alturas su organización
Finalizamos con un fragmento de uno de los comunicados de los recuperadores del predio la Sonora
“Hoy decimos ¡Ya Basta! Nos quedaremos en la Sonora hasta que el Estado decida recuperar los baldíos y cuidar el agua de nuestra quebrada y llamamos a toda la campesinada del Cesar a recuperar lo que nos han robado, a luchar por la dignidad de nuestras familias y el futuro de nuestros hijos. Dejemos de pelear entre organizaciones por migajas, no permitamos que los politiqueros de turno nos utilicen: unámonos en la lucha común por la tierra.
Esperamos toda la solidaridad de las organizaciones campesinas de la región y del país (…) y de cada ciudadano que su consciencia le mueva a estar del lado de la justicia”.