El pasado 25 de agosto, el expresidente Iván Duque publicó con orgullo, unas fotos de su reunión con el genocida primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acompañadas del siguiente mensaje: “Siempre es un honor visitar el Estado de Israel y dialogar con un cercano amigo y aliado del pueblo colombiano, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu”. También estuvo presente Gabriel Gilinsky, integrante del Grupo Gilinsky, dueños de Nutresa, el banco BNG Sudameris, la Revista Semana, entre otras empresas de la gran burguesía colombiana. La familia Gilinsky es de origen judía, simpatizantes del Estado de Israel. Isaac Gilinsky fue embajador de Colombia en Israel durante los gobiernos de Uribe y Santos.

Mientras Duque se enorgullecía de expresar su respaldo a Netanyahu, y con ello, su respaldo al genocidio de Israel contra el pueblo palestino, ese mismo día el Estado sionista bombardeó el Hospital Nasser, en Gaza, causando la muerte de al menos 20 personas, entre ellas 5 periodistas. Inmediatamente surgieron en redes sociales, gran cantidad de críticas y expresiones de repudio contra el expresidente Duque. A Duque le recordaron los crímenes que durante su presidencia se cometieron contra el pueblo colombiano, por ejemplo, el asesinato de más de 83 personas durante el Gran Levantamiento Popular en 2021, de los cuales 44 se presume que fueron asesinados por las fuerzas de represión policiales. O los bombardeos contra campamentos guerrilleros sin importar la presencia de niños. O la masacre en Alto Remanso, Putumayo, perpetrada por el Ejército contra la comunidad.
Varios contenidos en redes sociales, sentenciaron que tomarse una foto hoy, con el despreciable criminal Netanyahu, era como tomarse una foto con Hitler hace 80 años, y que la historia se encargará de recordar a Iván Duque como una vergüenza nacional e internacional.
Sin embargo, lejos de sonrojarse, al día siguiente Duque reafirmó su simpatía y cercanía con el sionismo, publicando una foto con el presidente de Israel, Isaac Herzog, a quien calificó como “un amigo incondicional de Colombia”.

No es la primera vez que Duque expresa su respaldo al Estado genocida de Israel, y particularmente hacía Netanyahu. En noviembre del año pasado, cuando la Corte Penal Internacional (CPI) emitió orden de captura contra éste, por crímenes de guerra y de lesa humanidad, Duque defendió a Netanyahu firmemente. Netanyahu tiene orden de arresto de la CPI por ordenar el bombardeo indiscriminado sobre la Franja de Gaza, asesinando a más de 64.000 palestinos, y por utilizar la hambruna como arma de guerra contra la población palestina.
No es extraño que un representante de la ultraderecha colombiana como Iván Duque, apoye abierta y descaradamente a un fascista y genocida internacional como Netanyahu, pues la extrema derecha colombiana, que ha ejecutado incontables crímenes contra el pueblo trabajador, tiene mucho en común con los fascistas y genocidas israelíes.
Los vínculos entre el sionismo, la ultraderecha y el paramilitarismo en Colombia han sido documentados claramente. Por ejemplo, Yair Klein, exmilitar y mercenario israelí, entrenó fuerzas paramilitares en Colombia en los años 80, enseñándoles a aplicar sistemáticamente crímenes de guerra contra el pueblo colombiano, basado en la experiencia adquirida asesinando y despojando al pueblo palestino.
En las últimas décadas, la ultraderecha impulsó la creación y fortalecimiento de ejércitos paramilitares para combatir tanto a las guerrillas como al movimiento popular: campesinos, sindicalistas, estudiantes y pobladores de barrios populares fueron víctimas de masacres, asesinatos, desapariciones, desplazamientos forzados, y además de lo anterior, muchas mujeres fueron víctimas de violaciones y todo tipo de ultrajes. El paramilitarismo y los crímenes cometidos contra el pueblo, se ejecutaron bajo el amparo y protección del Estado, con la complicidad del Ejército y Policía, con la impunidad garantizada del sistema judicial, con el respaldo del Congreso y los parapolíticos, y con la financiación del imperialismo yanqui (Plan Colombia), de grandes latifundistas (por ej. ganaderos de Fedegan) y de grandes empresas tanto nacionales como multinacionales (por ej. Chiquita Brands).
Uno de los crímenes más repudiados por el pueblo colombiano, fueron los “falsos positivos”, práctica miserable dentro del Ejército, quienes desaparecieron y asesinaron civiles, principalmente jóvenes de bajos recursos, tanto de barrios pobres de las principales ciudades como campesinos. Luego les practicaron montajes, colocándoles camuflados, botas y armas, para presentarlos como guerrilleros muertos en combate. Lo anterior, buscando varios objetivos: de parte de los soldados ganar algunos días de descanso o beneficios económicos y de parte de los oficiales de alto rango, inflar las estadísticas para mostrar resultados en la lucha contra guerrillera. Según la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), “por lo menos 6.402 colombianas y colombianos fueron víctimas de muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate entre 2002 y 2008.” Precisamente, el auge de dicho crimen atroz contra el pueblo trabajador, coincide con los dos periodos presidenciales del jefe de jefes de la extrema derecha colombiana: Álvaro Uribe Vélez (presidente 2002-2010).

Foto: Protesta de madres de jóvenes asesinados por el Estado / web.comisiondelaverdad.co
Recientemente Álvaro Uribe fue condenado a 12 años de prisión domiciliaria, condena que aún está en proceso de apelación y se encuentra en segunda instancia. Es decir, todavía no es definitiva. Suponiendo que se reafirme dicha sentencia, es importante comprender que, lejos de haberse hecho justicia por los crímenes cometidos durante el gobierno Uribe, la condena resulta una demostración de la impunidad que reina en el país. El caso contra Uribe se originó en 2012, cuando el senador Iván Cepeda denunció a Uribe ante el Congreso, acusándolo tener vínculos con el paramilitarismo. La respuesta de Uribe fue denunciar a Cepeda por manipular testigos en su contra. Después de años de investigación, se logró demostrar que los abogados de Uribe intentaron manipular a los testigos de Cepeda para que cambiaran sus versiones, y el condenado por manipulación de testigos resultó ser Uribe. Esta condena fue celebrada por muchos sectores populares que odian a la ultraderecha y a su jefe, y con justa razón, sin embargo, es importante señalar que, por el impulso del paramilitarismo en Colombia, por los “falsos positivos”, por los crímenes cometidos por el Ejército y Policía durante los mandatos de Álvaro Uribe, no hay ninguna actuación de la “justicia”, al contrario, la impunidad persiste, y por lo tanto, la lucha por verdadera justicia continúa.

Foto: Opositores del expresidente Álvaro Uribe Vélez durante el juicio en su contra. Nathalia Angarita / elpais.com
Finalmente, así como el mundo no perdona al genocida fascista y criminal Benjamín Netanyahu, el pueblo colombiano tampoco perdona, ni la vergonzosa actuación del expresidente Duque, respaldando el genocidio del pueblo palestino que la inmensa mayoría del mundo condena, ni los crímenes que la ultraderecha colombiana ha cometido en nuestro país contra nuestras masas trabajadoras.
