El discurso de Petro en la ONU y su reciente reunión con Antony Blinken ratificó la condición semicolonial de nuestro país y la confianza de los imperialistas yanquis en el nuevo gobierno oportunista. Diseño de @xcalvinho_

Revuelo produjo en redes sociales y medios de comunicación el discurso de Petro durante la reciente Asamblea de la ONU. Las diferentes facciones y grupos de las clases dominantes vertieron sus opiniones, agudizando la contienda que actualmente se desenvuelve en el seno de los opresores entre la derecha y la extrema derecha. Esta última, representada principalmente en el Centro Democrático, el partido de Uribe. En la derecha se agrupan todos los partidos de la coalición de gobierno: desde los partidos oportunistas de la falsa “izquierda”: el Pacto Histórico, el Polo, la Alianza Verde, el PCC, etc., hasta los partidos tradicionales y sus disidencias: el Partido Conservador, el Partido Liberal y el Partido de la U.

Como siempre las voces más sonoras y polemizantes fueron las del Pacto Histórico y las del Centro Democrático. Los congresistas uribistas sostuvieron que el discurso había sido “una defensa del narcotráfico”, una “ofensa a las grandes potencias”, que “solo culpaba a otros sin asumir responsabilidad”, que “dañaba las relaciones internacionales” y lo acusó de ser una sarta de “pendejadas”, “estupideces”, “tonterías”, etc. En contraste, la bancada parlamentaria del partido de gobierno y sus seguidores no escatimaron elogios al discurso de su jefe: “conmovedor”, “magistral”. “histórico”, “valiente”, hasta “insurgente” lo llamó el propio Petro; según ellos, este fue un discurso “antiestadounidense”, “que no se alinea con el norte”, que “le cantó la tabla a los gringos en su cara”, que demostraba que “se acabaron los 200 años de lamerle los pies a naciones extranjeras”, “que el tiempo de arrodillarse ante los imperios del mundo se acabó”, que “Petro se paró ante el mundo para decir que Colombia no se vende más, no se arrodilla más”.

A juzgar por estas palabras, el discurso de Petro habría sido un verdadero alzamiento contra el imperialismo. Eso explicaría que los uribistas -que siempre han sido orgullosos lacayos del imperialismo yanqui- tilden sus palabras de “ofensa a las grandes potencias”, y al mismo tiempo, encajaría con que los petristas -que entre el movimiento popular dicen ser defensores del pueblo y la nación- vean en las palabras de Petro a “un hombre capaz de defender la dignidad de este país (…) de poner por encima de todo los intereses de su nación”.

No cabe duda que la nación sueña con liberarse del secular yugo imperialista, pero hay que cuidarse de pensar con el deseo. Obtener esta libertad requiere necesariamente que sus mejores hijos agucen sus sentidos y eleven su entendimiento para aprender a diferenciar el verdadero antimperialismo del oportunismo, para lograr descubrir los verdaderos intereses que se esconden tras pomposas declaraciones y promesas. Si desechamos la cáscara para quedarnos con el grano, si analizamos la esencia de las palabras y acciones de Petro, quitando el velo metafórico y la retórica grandilocuente, emergerá claro que no hay allí ningún antimperialismo, que, por el contrario, tras la demagogia para el pueblo lo que hay es sumisión al imperialismo. Su estilo y su tono sí que son “históricos”, pues hacen de este discurso en la ONU el primero de un presidente colombiano que puede catalogarse como un verdadero alzamiento sumiso.

Antes de exponer el análisis que nos ha conducido a esta aseveración, permítasenos hacer un resumen sobre lo más destacado del discurso.

El eje de todo el discurso de Petro es la defensa de la vida y la paz en la tierra, en particular la defensa de la selva, amenazada por la destrucción ambiental. Responsabiliza al “norte” -que también llama “las relaciones de poder” o “el poder mundial”- de la destrucción de la selva con glifosato (para eliminar la mata de coca) o por “no evitar que se siga quemando”, y de la violencia y muerte que generan la guerra contra las drogas. Lo acusa de solo interesarse en Colombia para “matarle su selva y extraer el carbón y el petróleo de sus entrañas”, de ser un “poder irracional” que mientras culpa la coca protege el petróleo y el carbón “así su uso pueda extinguir a toda la humanidad”, que no ve en el “mercado que recorta la existencia” la causa de la tristeza y soledad de sus sociedades sino que culpan “a la selva y a quienes la habitan”.

Seguidamente Petro nos dice que la causa de todo esto está en la adicción del “norte” al consumo, petróleo, dinero, ganancia y al poder irracional, lo que más adelante en su discurso sintetiza así: “La causa del desastre climático es el capital. La lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, producir cada vez más, y para que algunos ganen cada vez más produce el desastre climático”. Y esto también es causa de la guerra y razón de su fracaso, por eso dice: “la guerra contra las drogas ha fracasado. La lucha contra la crisis climática ha fracasado”, les recrimina que “cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo se inventaron una guerra y otra y otra” y que “tomaron las guerras como excusa para no actuar contra la crisis climática”. Finalmente, les advierte que si continúan con la “irracional” guerra contra las drogas “verán morir el sueño de la democracia tanto en mi América como en la América anglosajona”.

También invoca a estos países la solución de tales problemas. Les dice: “Denle un golpe de razón a su poder. Prendan de nuevo las luces del siglo”. Afirma que “disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes”. “¿Quieren menos drogas?” -pregunta y seguidamente responde- “Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder”. Les dice: “ayúdennos sin hipocresías a salvar la Selva Amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta”.

Termina invitando a este “poder mundial” a “detener la guerra y el desastre climático”, a “permitir que nuestro pueblo viva en paz”, a “dialogar para parar la guerra” porque “es la hora de la paz”. “Desde América Latina, convocamos a Ucrania y Rusia a hacer la paz”. Finalmente les llama en concreto a dar recursos para salvar la selva o a reducir la deuda externa para usar estos dineros con ese mismo propósito. 

Y concluye con estas palabras: “Solo en paz podremos salvar la vida en esta nuestra tierra. No hay paz total, sin justicia social, económica y ambiental. Estamos en guerra, también, con el planeta. Sin paz con el planeta, no habrá paz entre las naciones. Sin justicia social, no hay paz social”.

Ahora sí entremos al análisis. Petro responsabiliza al “norte” del envenenamiento de la selva por el glifosato, centrando en el problema ambiental y no en lo principal: la opresión sobre el campesinado y el pueblo; además evita llamar por su nombre al causante de esta guerra: el imperialismo yanqui, escondiendo así el verdadero carácter de agresión sobre el pueblo y la nación de la guerra contra las drogas, tratando esta como si fuera una desclasada y despersonalizada confrontación que opone: la avaricia del capital a la belleza de la naturaleza.

La guerra contra las drogas impulsada por el imperialismo, principalmente el yanqui, además de servir a mantener lucrativo uno de los más grandes y rentables negocios del mundo del cual se benefician de diferentes formas las potencias mundiales, sobre todo ha sido y es parte integrante de la estrategia militar del imperialismo yanqui para dominar los países oprimidos; en nombre de la guerra contra las drogas se envían tropas y establecen bases militares en el tercer mundo y se desenvuelve la guerra contrainsurgente bajo mando del imperialismo principalmente yanqui. Hay ejemplos muy conocidos en Afganistán y Nicaragua por ejemplo, pero para los colombianos basta con ilustrar esto con el Plan Colombia, que formulado como plan de guerra contra las drogas, fue en verdad un plan para combatir a las guerrillas colombianas y al movimiento campesino y popular.

Aunque Petro diga que en su discurso “sonó la voz de los campesinos, de los negros, de las indígenas”, un campesino no hubiese centrado su discurso en la defensa de la selva, sin duda levantaría su voz para denunciar la guerra contra las drogas por: 1) la erradicación manual y la fumigación que acaban con su único cultivo rentable en muchas de las zonas del país en donde fue arrinconado, de un país en que la tierra más plana, central y fértil esta acaparada por los terratenientes, el mercado de insumos y productos agrícolas está dominado por el gran capital local y extranjero, y en que el atraso del campo en tecnología, carreteras, servicios, etc., hace que en muchas zonas sea poco o nada competitiva la producción de productos lícitos. 2) La fumigación que destruye sus cultivos de pancoger, afecta su salud y contamina suelos y aguas 3) la criminalización y represión a la que es sometido, siendo encarcelado o asesinado por las fuerzas represivas del viejo estado.

Así las cosas, en primer lugar, al Petro sostener que la “guerra contra las drogas ha fracasado” porque después de 40 años de desenvolverla el consumo se ha elevado, hace eco a la engañosa apariencia altruista (disminuir el consumo) con que se nos vende esta guerra, velando su esencia de guerra reaccionaria, de ser negocio y guerra contra el pueblo. En segundo lugar, al decir al “norte” que si continúan con la “irracional” guerra contra las drogas “verán morir el sueño de la democracia tanto en mi América como en la América anglosajona”, echa más tierra en los ojos del pueblo, haciéndole creer que hoy hay democracia para él, cuando en todo el mundo hoy la única democracia es para los de arriba, para los de abajo solo hay dictadura.

Además Petro ni siquiera menciona en su discurso a Estados Unidos, quien creó y ha dirigido siempre la guerra contra las drogas. Aunque sus defensores digan que el discurso fue “antiestadounidense”, el propio Petro en una entrevista los desmiente cuando dice: “no mencioné siquiera en todo el discurso la palabra EEUU, dije “ustedes” En realidad es un sistema, no es un país (…) Ese ustedes es Naciones Unidas, más que un país u otro”. Y más adelante reitera explícitamente “el discurso podía ser tomado como antinorteamericano, cosa que no es”. Peor aún, orgullosamente dijo que “el discurso de Macron fue similar” al suyo y que los discursos que él y Blinken dieron -en un evento posterior sobre “seguridad alimentaria” al que fue invitado por Biden luego de dar el discurso en la ONU- fueron muy similares., ¡Óigase bien! ¡Los discursos de Petro –lo dice él mismo- fueron similares al del gobierno del imperialismo francés y al del secreto de estado del imperialismo yanqui! Indudablemente eso mata la más mínima sospecha de que Petro en su discurso -como deliran los petristas- le haya “cantado la tabla a los gringos en su cara”.

Pero continuemos con el hilo del discurso. Así como en esta primera parte el autor evadió hablar del imperialismo yanqui como el verdadero responsable de la guerra contra las drogas, aludiendo a un sujeto social etéreo: el “norte”, el “sistema”, “las relaciones de poder”, al tratar las causas, va a continuar en esta línea de eludir señalar los verdaderos responsables políticos, pero ahora lo hará acudiendo al terreno personal de los sentimientos, arguyendo que la causa del desastre ambiental está en la “adicción” al consumo,  petróleo, dinero, ganancia y al poder irracional.

Hacia la parte final de su discurso, Petro va más allá y sentencia que “la causa del desastre climático es el capital, la lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, para producir cada vez más y para que algunos pocos ganen cada vez más”. Con esto parece que estuviera yendo a la verdadera fuente del desastre ambiental: el sistema capitalista, pero en verdad no toca su esencia, dinámica y sus responsables. El desastre ambiental no es producto de “consumir más, producir más y unos pocos ganar más”. Además el problema no es del capital como algo despersonalizado ni meramente económico, el problema es el imperialismo y las clases que desde el poder político, desde los Estados, principalmente imperialistas, lo dirigen y perpetúan.

La razón por la que el desastre ambiental es producto del capitalismo y específicamente hoy del imperialismo -su fase superior-, es que en este sistema social una minoría, los grandes burgueses y los terratenientes, aprovechándose de ser poseedora de los medios de producción, explota el trabajo de una mayoría con poco o ningún medio de producción, apropiándose de gran parte del trabajo social. Esta minoría, que además detenta el poder político, no le interesa más que su ganancia y por ello en su afán lucrativo degrada inmensamente la naturaleza, sin importar el perjuicio que para la mayoría esto ocasiona. La “adicción al consumo, petróleo, dinero, ganancia y al poder irracional” no es un conjunto de sentimientos desclasados, es parte de la ideología y política de las clases explotadoras que les sirve a mantener su poder económico y político, a garantizar que la inmensa mayoría siga trabajando para ellos.

El imperialismo es también la causa de las guerras de hoy. La dominación de un puñado de países imperialistas sobre la mayoría de las naciones desata guerras de agresión del imperialismo a estas, y guerras revolucionarias de estos pueblos en busca de su liberación. La contienda mundial entre las potencias imperialistas por el nuevo reparto de las naciones oprimidas (por materias primas, mano de obra, mercados), desencadena guerras imperialistas como la primera y segunda guerras mundiales. Como enseña el marxismo, mientras exista el imperialismo habrá guerras, para acabar con la guerra hay que acabar con el imperialismo. 

Pero ¿por qué Petro no va al fondo del problema ambiental, de la guerra contra las drogas y no acusa directamente al imperialismo yanqui de ser el causante principal de esta guerra, del desastre ambiental y del cambio climático a él asociado? Porque Petro, como los demás presidentes de Colombia, es el representante de turno del viejo Estado de grandes burgueses y terratenientes al servicio del imperialismo, porque es el presidente de una semicolonia del imperialismo yanqui y como tal, su ideología y su política es la de un gran burgués fiel lacayo del imperialismo, un vendepatria. La particularidad de la facción de las clases dominantes que encabeza Petro, que no quita su esencia reaccionaria, sino que antes confunde al pueblo, es su careta de “izquierda”, su política de reformas, paz y subsidios económicos para las masas que apunta a apaciguar su aguda lucha que se expresó elevadamente en el Gran Levantamiento Popular de 2021. 

Que este discurso no es de un rebelde sino de un lacayo, que con Petro no acaba, por parte de los presidentes de Colombia, “los 200 años de lamerle los pies a naciones extranjeras”, lo ratifica la solución que propone a estos problemas. El nuevo presidente lo que hace es rogar a los países imperialistas la solución al problema que ellos mismos generaron: los llama a ser “racionales” en su poder! (sic!), a construir “una sociedad más solidaria, más afectuosa” (Sic!), a que si quieren menos drogas “¡piensen en menos ganancias y más amores!” (sic!) y les mendiga recursos para “salvar la Amazonía y así salvar la humanidad”! Les ruega que ¡“detengan la guerra”! (sic!).

Pero la traición a la patria del nuevo gobierno en tan solo dos meses ha ido mucho más allá de su discurso en la ONU. Sus políticas están dentro de los planes del imperialismo yanqui. Continúa aplicando la guerra contra las drogas que: sigue fumigando con glifosato y realizando erradicación forzada de la coca en contra del campesinado. Avanza en construir una reforma agraria “de la mano de EEUU”: en diferentes eventos en ese país llamó a las grandes corporaciones yanquis a invertir sus capitales en la producción agraria en Colombia. Además, propuso al Comando Sur de EEUU crear una “fuerza militar con helicópteros destinada a apagar los fuegos de la selva amazónica”, sirviendo al viejo y añorado plan del imperialismo yanqui de apoderarse del Amazonas y sus riquezas. Con razón Antony Blinken, secretario de estado de EEUU afirmó tras su reunión de alto nivel con el gobierno de Petro afirmó que APOYA firmemente el enfoque del nuevo gobierno frente a las drogas y también recientemente la comandante del Comando Sur reafirmó, luego de un encuentro con Petro, que “Colombia es nuestro aliado principal, en seguridad, de la región”.

El imperialismo es dominación, guerra, miseria, explotación, destrucción del medio ambiente, etc., y no puede cambiar su carácter. Son las masas las que hacen la historia y transforman la sociedad por medio de su lucha y de las revoluciones sociales. Todas las palabras y acciones que nublen la conciencia de las masas sobre esta realidad, sirven a profundizar el carácter semicolonial de nuestra sociedad. Solo en la lucha organizada y consciente de las masas podemos cifrar la esperanza de acabar con estos problemas, barriendo el imperialismo y mandándolo al basurero de la historia junto con todos sus lacayos y oportunistas.