En lo que va corrido del 2022 el país ha tenido dos grandes olas invernales que han azotado principalmente a las familias más pobres del campo y la ciudad. Los ríos que recorren el territorio nacional se han desbordado, se han producido grandes deslizamientos de tierra, lluvias torrenciales han generado inundaciones y pueblos enteros de zonas rurales han quedado incomunicados.
Durante la primera ola invernal, el 6 de abril, en la vereda La Antigua del municipio de Abriaquí, Antioquia, un grupo de 14 trabajadores de la mina de oro El Porvenir, murieron por una avalancha que destruyó el campamento y la parte de la entrada de la mina donde ellos estaban en ese momento.
En septiembre, en el barrio popular Villa Lía, del municipio de Itagüí y en el corregimiento de San Antonio de Prado más de 100 familias fueron afectadas por las graves inundaciones. Y en el municipio de Dabeiba se tuvo que evacuar incluso el hospital local por la creciente de cuatro quebradas.
Situaciones como estas se han estado presentando en todo el territorio y al parecer así continuará ocurriendo. Según El Colombiano solo en Antioquia se han visto afectados 80 municipios de los 125 del departamento y en Medellín a septiembre de este año, van al menos 150 mil damnificados por la ola invernal, con casos graves como el deslizamiento en Manrique (sector Palos Verdes) en donde quedaron 5 locales y 22 viviendas afectadas.
Si bien este es un fenómeno que claramente obedece a causas naturales, cabe preguntarnos si la organización actual de la sociedad, de explotación de una clase sobre otra, garantiza que las diferentes familias que habitan el territorio cuentan con la capacidad de responder a estas situaciones.
¿Nos afecta a todos por igual?
Claramente no. El fenómeno climático de La Niña, presente este año y que en nuestro país acrecienta los periodos de lluvia y su intensidad, solo ha agudizado la desigualdad imperante en la sociedad. Según La Republica “el 80% de las familias afectadas por la ola invernal vive en condiciones de vulnerabilidad y las familias damnificadas no tienen cobertura de programas estatales de lucha contra la pobreza”. Como vimos en la pandemia, las masas populares son quienes principalmente sufren las consecuencias de las crisis económicas, sociales y ambientales, dado que el sistema está diseñado para que los pobres sean cada vez más pobres y los ricos sigan siendo cada vez más ricos a costa del sudor del pueblo.
Sabemos que el pueblo vive en zonas de riesgo, en las laderas, a las orillas de ríos y quebradas, pero ¿por qué? ¿Acaso el pueblo elige vivir en esas condiciones?
Las condiciones de vida de las masas trabajadoras son muy precarias. Según Portafolio “un tercio del país tiene déficit habitacional”, es decir que 18,2 millones de colombianos no tienen vivienda digna. Según el DANE el 36,9% de los hogares viven en arriendo o subarriendo (pertenecientes a estratos 1, 2 y 3), claramente los sectores populares no pueden acceder a vivienda propia y escasamente se puede pagar un arriendo y comer. En julio de 2022 la tasa de informalidad fue del 58,1% y la tasa de desempleo nacional del 10,6%, lo que nos muestra los escasos ingresos del pueblo trabajador, quienes en el mejor de los casos se ganan un salario mínimo. Las masas populares por necesidad viven en zonas de riesgo y tienen viviendas de mala calidad, muchas veces ranchos, en donde viven más de una familia (según un estudio publicado en 2019, en el barrio Moravia ubicado en la ciudad de Medellín, se tiene que por hogar viven en promedio 12 personas, por habitación 9 personas y una cama es para mínimo 3 personas. Cifras del alto hacinamiento en que viven los sectores populares). Esta situación se agrava con el desplazamiento forzado que viven las familias campesinas. En 2021 hubo 107 eventos de desplazamiento forzado que afectaron a más de 46 mil personas, a septiembre de 2022 ya van 92 desplazamientos.
¿Esta es una problemática nueva? ¿Qué ha hecho el Estado?
No es nueva. La emergencia invernal más grande que ha vivido el país en los últimos años fue en 2010-2011 y dejo más de tres millones quinientos mil damnificados. En esa época se creó un fondo nacional de previsiones para la emergencia invernal, con los impuestos del pueblo trabajador para la reconstrucción de viviendas y ayudas a los damnificados.
En el Cauca hubo en la vereda Portachuelo un nuevo deslizamiento en 2019 que afecto a las mismas 90 familias, damnificadas de la ola invernal anterior, estas familias habían tenido que reconstruir con sus propias manos, sus viviendas porque el fondo de previsiones solo había avanzado el 9% en la construcción de las viviendas contratadas, además de que se desconoce el paradero de la empresa que iba a llevar a cabo dicho contrato y no se ha querido divulgar su nombre o propietarios, según el reporte de Telesur. Caso similar en Catatumbo, en el municipio de El Tarra, donde en 2018 las familias damnificadas salieron a protestar exigiendo al gobierno la reconstrucción de sus casas prometidas, porque las familias no habían recibido, siete años después, ninguna ayuda, siendo una comunidad priorizada para las ayudas por las grandes pérdidas que vivió en esa época, caso denunciado por medios locales (el informador de San Jorge).
La sistemática corrupción, el desentendimiento y negligencia con los derechos y la vida del pueblo trabajador no es más que una muestra de la falsa democracia que pregonan las clases dominantes, en donde a través del Estado buscan profundizar y sostener la explotación sobre las masas populares, en donde su vida no es más que cifras en un papel, como se vivió en el barrio Villatina de Medellín, este 27 de septiembre se cumplieron 35 años de una tragedia anunciada sin precedentes, un derrumbe que sepultó a 500 personas en 1987, derrumbe previsto por el pueblo y que desde 1980, siete años antes de la catástrofe, estaba denunciando en las calles y exigiendo la intervención del Estado como lo podemos observar en fotografías históricas de la época. No es de extrañar que las crisis climáticas también las paguen los pobres. Sobre las masas populares recae este sistema de explotación y todo en él está diseñado para salvar a un puñado hundiendo a las grandes mayorías. Claramente el camino de las masas para afrontar esta y todas las demás crisis es la lucha, la lucha organizada, independiente y combativa, la lucha por la exigencia de una vivienda digna, de unas buenas condiciones de vida, lucha estrechamente ligada a la lucha por la toma de tierras en el campo y en la ciudad bajo la consiga de ¡tierra para quien la trabaja! y ¡vivienda para quien la necesita!