Autor de este artículo: Círculo de Investigación y Educación Marxista -CIEM
Camilo Torres fue un sacerdote y sociólogo colombiano, nacido el 3 de febrero de 1929, y quien ofreció su vida por la revolución en nuestro país, murió en combate el 15 de febrero de 1966, siendo militante del reciente Ejército de Liberación Nacional -ELN, el cual se conformaría entre 1964 y 1965.
Camilo nació en familia de clase media acomodada con ideas liberales, durante su formación como sacerdote y durante sus estudios de sociología en Bélgica, encontró interés por las problemáticas sociales, especialmente la pobreza y la injusticia social. Realizó varias investigaciones sobre la realidad colombiana, como su tesis de grado para ser sociólogo (1958), que consistió en un estudio de la realidad socioeconómica de Bogotá, trabajo que años después se publicaría con el título “La proletarización de Bogotá”. En 1960, junto a Orlando Fals Borda, fundaron la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, donde ejerció como profesor y tuvo fuertes vínculos con la lucha universitaria, que por aquellas épocas se encontraba en auge con un movimiento estudiantil que elevó su conciencia y organización por las reivindicaciones gremiales, acogió banderas democráticas y antiimperialistas y aplicó formas de lucha combativas.
Entre 1960 y 1965 se fue convirtiendo en un activista revolucionario, empezó fundando el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC) que movilizaba jóvenes universitarios a investigar y conocer la realidad de los barrios pobres de Bogotá y a vincularse a las masas trabajadoras.
Participó en varias investigaciones sobre la realidad nacional y el conflicto armado que se estaba presentando en el país tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán [1]. Aportó al libro “La violencia en Colombia” (1962), y en 1963 dio a conocer su investigación “La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas”. Investigaciones que reflejaban su preocupación por la realidad del país.
Debido a su activismo político y actividad académica progresista, entró en contradicción con la dirección de la iglesia, que veía con malos ojos su trabajo. Por esta razón y bajo presión, tuvo que renunciar al sacerdocio en 1965, sin embargo, se mantuvo como fiel creyente y afirmó que nunca dejaría de ser sacerdote.
Los revolucionarios debemos recoger, todo lo bueno que han realizado las anteriores generaciones de hijos del pueblo que ofrecieron su vida luchando por la revolución, y al mismo tiempo debemos criticar todo aquello que fuese erróneo. Acorde a lo anterior, el mejor homenaje que se le puede hacer a un revolucionario como Camilo Torres, es retomar su legado de manera crítica, tomando lo mejor que él nos dejó, aprendiendo de su experiencia, persistiendo en lo justo y corrigiendo lo erróneo para avanzar en el camino revolucionario. Acorde a lo anterior, a continuación, comentaremos algunos de los planteamientos de Camilo, los cuales lo definen como revolucionario, y criticaremos algunas ideas que consideramos incorrectas pero que de ninguna forma niegan su carácter revolucionario, sino que nos sirven para aprender como pueblo.
Camilo y el programa de la revolución en Colombia
En 1965, Camilo creó el Frente Unido del Pueblo, un movimiento amplio y popular que plantearía la lucha por las reivindicaciones del pueblo y la necesidad de que el pueblo conquiste el poder. El programa del Frente Unido impulsado por Camilo, comienza tomando posición por la necesidad de cambiar el orden establecido, derrumbando a las clases dominantes en el poder y construyendo un nuevo poder basado en el pueblo organizado: “Los que poseen actualmente el poder real constituyen una minoría de carácter económico que produce todas las decisiones fundamentales de la política nacional. Esta minoría nunca producirá decisiones que afecten sus propios intereses ni los intereses extranjeros a los cuales está ligada. Las decisiones requeridas para un desarrollo socio – económico del país en función de las mayorías y por la vía de la independencia nacional afectan necesariamente los intereses de la minoría económica. Esas circunstancias hacen indispensable un cambio de la estructura del poder político para que las mayorías produzcan las decisiones.” [2]
También en el programa, planteó que “la propiedad de la tierra será del que la trabaje directamente.”, política muy apropiada, ya que en Colombia nunca ha habido una revolución agraria que entregue la tierra al campesinado y permita el desarrollo de nuestra agricultura y de nuestras masas campesinas. Por el contrario, entre más avanza la penetración de los capitales extranjeros en nuestro país, sometiendo cada vez más nuestra economía y nuestra política a sus intereses, en complicidad con los terratenientes y la gran burguesía, más miserable es la vida de nuestros campesinos, que incluso tienen que dejar perder sus cultivos ante la ruina del agro nacional. Así mismo, es un acierto que en el programa del Frente Unido se plantease la nacionalización de las grandes empresas como bancos, hospitales, compañías de seguros, transportes públicos, radio, televisión y la explotación del petróleo, empresas que por su gran tamaño e importancia en la sociedad, deben ser arrebatadas al gran capital y hacerlas propiedad de un Nuevo Estado bajo el objetivo de servir al desarrollo y bienestar de las masas trabajadoras, y no para el enriquecimiento de un pequeño puñado millonarios. También el programa plantea que “la mujer participará en pie de igualdad con el hombre, en las actividades económicas, políticas y sociales del país.”, reivindicación de suma importancia, pues sin la participación activa de las mujeres, que son la mitad del mundo, no es posible el triunfo de la revolución.
Es importante tener en cuenta, que el proceso revolucionario en cualquier país está determinado por condiciones objetivas y materiales, es decir aquellas contradicciones principales en la economía y en la política que entraban el desarrollo de las fuerzas productivas y con ello el desarrollo del conjunto de la sociedad. Precisamente una labor de los revolucionarios es avanzar en comprender la sociedad de manera científica, entendiendo aquellas contradicciones fundamentales y emprendiendo su solución a través de la revolución. Dicho proceso de comprensión sólo es posible en medio mismo de la práctica revolucionaria, es decir que sólo combatiendo junto al pueblo y bregando por organizar a las masas trabajadoras para la revolución se puede aprender a hacer la revolución, y al mismo tiempo, dicho proceso de compresión, sólo es posible guiando la práctica revolucionaria por la teoría revolucionaria, que son los principios, experiencias, lecciones, métodos, etc., que otras revoluciones en el mundo nos han dejado como legado, teoría sintetizada por los principales dirigentes de esos procesos revolucionarios.
Acorde a lo anterior, para abordar los planteamientos de Camilo, los revolucionarios en Colombia debemos plantearnos ¿qué tipo de sociedad es Colombia?, ¿cuáles son los problemas fundamentales que impiden el desarrollo de nuestro país y de nuestras masas populares?, ¿qué tipo de revolución necesita nuestro país?, ¿cuáles son las tareas principales que debe cumplir dicha revolución?
Consideramos que Colombia es una sociedad atrasada y dominada por el imperialismo principalmente yanqui, en la cual se desenvuelve un capitalismo burocrático, gran capital monopolista (estatal y no estatal) que no desarrolla el país, sino que sirve a los intereses del imperialismo. En los países oprimidos y atrasados del tercer mundo, en los cuales no pudo triunfar la revolución burguesa y desarrollarse el capitalismo, corresponden Revoluciones de Nueva Democracia que logren barrer las tres montañas que oprimen al pueblo: el atraso feudal y/o semifeudal, el sometimiento imperialista y el capitalismo burocrático. Esas son las tres montañas que impiden y no consienten el desarrollo nacional e independiente de nuestros pueblos. Por eso los enemigos de la Revolución de Nueva Democracia son los terratenientes, la gran burguesía y el imperialismo, y no serán enemigos la burguesía media ni la pequeña burguesía, las cuales también son perjudicadas de diferente forma por esas tres montañas y por lo tanto hacen parte del pueblo.
Algunas medidas dentro del programa del Frente Unido, perjudicaban a la pequeña y la mediana burguesía, por ejemplo, cuando se planteaban que “No se comprará la tierra a nadie. La que se considere necesaria para el bien común será expropiada sin indemnización.”, medida que si se aplica indiscriminadamente haría que amplios sectores del campesinado se opusieran hostilmente a la revolución, pues se negarían a perder sus propiedades. Sólo deben ser expropiadas sin indemnización las tierras de los grandes latifundistas. Otra medida planteada en el programa del Frente Unido es que “todos los habitantes de casas en las ciudades y pueblos serán propietarios de la casa donde habitan” [2], lo cual generaría contradicciones agudas entre el mismo pueblo, y especialmente con sectores de la pequeña burguesía y la burguesía media que tienen viviendas para rentar colocándolas también en contra de la revolución, pues la aplicación directa de esta medida implicaría la pérdida de sus propiedades. El problema de la vivienda del pueblo más pobre debe resolverse sin antagonizar con otras clases que son aliadas de la revolución democrática. Finalmente, en una versión previa del programa, se llegó a proponer que “será abolido el sistema de libre empresa y reemplazado por el sistema de empresa cooperativa y empresa comunitaria.” [3], propuesta que no quedó en el documento definitivo pero que al parecer hacía parte de las iniciativas de Camilo, y que también colocaría gran parte de los pequeños y medianos empresarios en contra de la revolución.
Este tipo de medidas programáticas que no concuerdan con el desarrollo de la revolución en un momento determinado, es importante mencionarlas, porque de no corregirse sería imposible el triunfo de la revolución por más buenas intenciones que se tengan. La Revolución de Nueva Democracia deberá recoger las necesidades de todo el pueblo, principalmente del proletariado y el campesinado pobre, pero también de la pequeña burguesía y la burguesía nacional o burguesía media. Esta última, la burguesía nacional, tiene un doble carácter, por un lado, se ve perjudicada por el imperialismo y las clases dominantes, y por eso apoya la revolución, pero al mismo tiempo, tiene vínculos y negocios con ellos, y por eso teme a la revolución y en ciertos momentos apoya a las clases dominantes. La experiencia de la Revolución China dirigida el Presidente Mao Tse-Tung, nos enseña que en la Revolución de Nueva Democracia los intereses de la burguesía nacional deben ser respetados, pues la burguesía media bajo los límites impuestos por el Nuevo Estado será importante para el desarrollo nacional, y debe ser ganada del lado revolucionario y así aislar a la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo, los tres blancos de la revolución en los países oprimidos.
Camilo y las elecciones
En el documento “No voy a las elecciones” (1965), Camilo tomó posición por el camino revolucionario y deslindó claramente de la participación en la farsa electoral, declarando el abstencionismo activo como su táctica. Con esta posición, Camilo se diferenció de toda la costra burocrática de falsos dirigentes de “izquierda”, especialmente de los dirigentes revisionistas que, desde la segunda mitad de los años 30, habían usurpado la dirección del Partido Comunista, cambiando su orientación y conduciéndolo por el camino del oportunismo, dirigentes revisionistas que se convirtieron en lacayos lame botas del Partido Liberal, auténticos traidores de la revolución. En dicho documento Camilo planteó seis razones por las cuales él no participaría de las elecciones:
“1. En el sistema actual para votar la clase popular colombiana tiene que dividirse en liberal y conservadora; todo lo que divida al pueblo está en contra de sus intereses.
2. El aparato electoral está en manos de la oligarquía y por eso “El que escruta elige”, el que cuenta los votos determina la victoria. Las elecciones se hacen más en las oficinas oligárquicas que en las mesas de votación.
3. Como es imposible ganarles a los que controlan la maquinaria electoral y todos los factores de poder, los grupos de oposición que llegan al parlamento no podrán nunca hacer transformaciones revolucionarias; por el contrario, su presencia en el parlamento facilita que la oligarquía diga que en Colombia hay democracia porque hay oposición.
4. No me parece buena educación revolucionaria decirle con las palabras al pueblo que desconfíe de la oligarquía y decirle con los hechos que le entregue al sistema algo de lo más precioso que tiene un hombre como es su opinión política.
5. Creo que el tiempo y el dinero que se emplea en confeccionar listas, discutir por renglones, suplencias y caciques se pueden aprovechar para organizar a la clase popular por la base.
6. En el caso de que sucediera el milagro de que la oligarquía se equivocara contando los votos y la oposición pusiera la mayoría, (por ejemplo, en el caso de un nuevo plebiscito) sabemos que como en la Argentina, con el triunfo del peronismo, la oligarquía puede anular las elecciones y dar un golpe de estado. Una oligarquía que no le ha temblado la mano para matar jefes revolucionarios, para lanzar al país a la violencia y para respaldar gobiernos militares, creo yo que no va a entregar el poder por el simple hecho de una mayoría oposicionista en la votación, mayoría que como ya lo hemos demostrado es moralmente imposible que pueda resultar.”
Y finaliza el documento defendiendo la necesidad de un abstencionismo activo, beligerante y revolucionario: “Personalmente yo soy partidario de la abstención electoral pero no de una abstención pasiva, sino de una abstención activa, beligerante y revolucionaria. Activa: porque será la manifestación de rechazo al sistema sin excluir las elecciones como uno de sus engranajes; para eso tendrá que ser políticamente motivada. Beligerante: porque los comandos revolucionarios recibirán consignas sobre la forma de actuar ante el proceso electoral. Revolucionaria: porque se empleará en unificar y organizar la clase popular para el asalto definitivo del poder.” [4]
El anterior no fue el único documento en el que Camilo planteó su postura antielectoral, es una postura sólida que se reafirma en varias de sus obras: “La abstención ha sido el primer grito de rebeldía de toda una clase que no confía en las patrañas de la clase dirigente.” [5] “Señores oligarcas, el Pueblo ya no les cree nada a ustedes. El Pueblo no quiere votar por ustedes. El Pueblo está harto y desesperado. El Pueblo no quiere ir a las elecciones que ustedes organicen. […] la revolución de las masas populares colombianas no parará ahora sino hasta lograr la conquista del poder para el Pueblo.” [6]
La posición de Camilo es principalmente justa, porque tomó posición por el camino revolucionario y rechazó el camino de la traición, de la farsa electoral, y de las ilusiones en el viejo y podrido Estado burgués-terrateniente. Sin embargo, también es necesario mencionar algunas limitaciones en su pensamiento, en el sexto punto de sus razones se puede ver cómo, al parecer para Camilo el peronismo en Argentina constituía un movimiento independiente y contrario a las oligarquías de dicho país. Posición similar a la que tenía respecto a Gaitán en Colombia, afirmando que “cuando apareció Jorge Eliécer Gaitán enarbolando la bandera de la restauración moral de la República, lo hizo tanto en contra de la oligarquía liberal como de la conservadora. Por eso las dos oligarquías fueron antigaitanistas. La oligarquía liberal se volvió gaitanista después que la oligarquía conservadora mató a Gaitán en las calles de Bogotá.” [6] Y también planteó que “Cuando el pueblo pedía un jefe y lo encontró en Jorge Eliécer GAITAN, la oligarquía lo mató.” [7]
Al respecto, es necesario preguntarnos: ¿ha habido alguna transformación revolucionaria en nuestro país que se haya dado a través de las vías institucionales que las clases dominantes y su Estado nos ofrecen para ello? ¿Ha habido alguna revolución en el mundo que haya triunfado por el camino electoral? La respuesta es no. Hasta el día de hoy, no han existido transformaciones revolucionarias que se hayan logrado respetando el orden establecido, sus leyes e instituciones. Precisamente el Estado de la gran burguesía y los terratenientes, su policía, su ejército, su parlamento, su prensa, todas sus instituciones, sirven a sus intereses y jamás permitirán que sus propiedades y ganancias sean afectadas, pues como bien sintetizó Lenin, el Estado es la violencia organizada de los ricos contra los pobres, y su principal función es garantizar, a través de la fuerza y la represión, que las clases dominantes puedan mantener sus grandes privilegios a costillas del sudor y sangre de millones de trabajadores.
Acorde a lo anterior, plantear que movimientos como el peronismo en Argentina o que Gaitán en Colombia, al conducir al pueblo por el camino electoral, eran contrarios a la oligarquía, es no entender que ellos juegan un papel al servicio de las clases dominantes, quiéranlo o no. Precisamente para legitimar este viejo y podrido Estado, el imperialismo y las clases dominantes se valen de este tipo de personajes de “oposición”, pues a través de ellos se vende la idea de una auténtica democracia. Por otro lado, cuando se generan y agudizan crisis políticas en las que las clases dominantes ya no pueden gobernar como antes y el pueblo se rebela con más fuerza, entonces los opresores agarran a uno de estos personajes y lo domestican, lo suben al gobierno para engañar e ilusionar al pueblo, para reestructurar el viejo Estado y sus instituciones, y estos personajes de supuesta “oposición”, de supuesta “izquierda”, una vez en el gobierno demuestran su verdadero carácter como salvavidas de las clases dominantes y el imperialismo, cumpliendo su principal tarea: apaciguar la lucha popular con promesas y pañitos de agua tibia. En caso que, las intenciones reformistas de alguno de estos personajes, trasgredan el orden establecido y ataquen las propiedades del latifundio, del gran capital y del imperialismo, entonces serán aplastados por las clases dominantes y sus fuerzas militares.
Esta situación ya la vivimos en América Latina con Salvador Allende en Chile, presidente de “izquierda” quien precisamente llegó al poder en un auge de la lucha y la organización popular en América Latina, y emprendió un conjunto de reformas que ilusionaban a las masas y afectaban a la gran burguesía, los terratenientes y al imperialismo yanqui. Allende tenía la confianza, de que las clases dominantes respetarían la constitución y las vías legales, por ello su gobierno proponía a las masas esperar las reformas por las vías institucionales y no intentar hacer los cambios por las vías de hecho. Así pues, cuando los campesinos tomaban tierras de los terratenientes, aparecían los funcionarios del gobierno Allende a pedirles amablemente a esos campesinos, que regresaran las tierras y que esperaran la reforma agraria que el gobierno estaba impulsando. Cuando los obreros tomaban fábricas, aparecían los funcionarios del gobierno Allende a pedirles amablemente a esos obreros, que regresaran las fábricas a sus dueños, pues ese tipo de acciones no eran legales y ponían en riesgo al gobierno. Mientras el gobierno Allende trataba, de que el pueblo rebelde y ansioso de soluciones, respetara los límites que las leyes burguesas y terratenientes permitían, las clases dominantes y el imperialismo estaban planeando un golpe de Estado para aplastar su gobierno reformista. Mientras el pueblo, en las grandes movilizaciones de respaldo al gobierno Allende, agitaba consignas en las que señalaba que había que organizarse y armarse para defender los triunfos alcanzados y seguir el camino revolucionario, el gobierno conciliador, enviaba funcionarios a apaciguar la lucha popular y a tranquilizar al pueblo. Mientras el pueblo, presentía la necesidad de una inevitable confrontación violenta entre las organizaciones populares y las fuerzas armadas de la gran burguesía y los terratenientes, Allende delegaba a altos mandos militares como parte de su gabinete, como señal de tranquilidad y de que su gobierno se mantendría dentro de los límites que permitiesen las leyes y la constitución. Todo lo anterior, está documentado en una gran obra del cine latinoamericano, la trilogía documental “La batalla de Chile” de Patricio Guzmán. Al final, el gobierno de Allende fue aplastado por las fuerzas armadas con un reaccionario golpe de Estado, Allende murió baleado por el ejército y el pueblo chileno fue duramente reprimido por intentar sobrepasar los límites del orden establecido. La supuesta “revolución” de Allende a través de las vías legales, fue aplastada porque no se basaba en el pueblo organizado y armado, sino en la confianza en las viejas y podridas instituciones y leyes del Estado burgués-terrateniente, instituciones como el ejército, en el cual tuvo más confianza, que en la fuerza revolucionaria del pueblo.
Así mismo, Ni Lula en Brasil, ni Evo en Bolivia, ni Chávez en Venezuela, ni Kirchner en Argentina, ni Correa en Ecuador, por más “socialistas” o de “izquierda” que se dijesen, hicieron cambios revolucionarios en sus respectivos países, a lo sumo han hecho algunas reformas para mitigar la lucha del pueblo, adormecer la rebelión y cooptar sus organizaciones, domesticando los sindicatos, organizaciones barriales, campesinas, estudiantiles, etc. En últimas, han servido a detener el avance de la revolución y no a estimularla. Por eso es importante criticar la posición de Camilo sobre personajes como Gaitán o movimientos como el peronista, porque toda propuesta que conduzca al pueblo a través del viejo Estado, de sus elecciones, de sus instituciones, es una farsa, un engaño para las masas trabajadoras. Los revolucionarios, además de ser antielectorales, debemos desenmascarar sin descanso y sin tregua a toda esa costra de oportunistas y traidores, como bien nos enseñó Lenin y la experiencia de la Revolución Rusa: “La lucha contra el imperialismo es una frase vacía y falsa si no va ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo.”
Camilo y la unidad del pueblo
Camilo planteó que, “Para realizar la unión de los revolucionarios debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa.”, frase muy usada por la “izquierda” electorera para llamar a la unidad sin principios, para llamar a los revolucionarios a aceptar el camino electoral, no ser sectarios, y no dividirnos por ello. Analicemos la frase.
En primer lugar, hay que plantear la frase completa: “Para realizar la unión de los revolucionarios debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa. Si el problema electoral es un obstáculo para la unión, es mejor no plantearlo, especialmente cuando todavía no estamos seguros de que las elecciones no se realicen”. En segundo lugar, hay que plantear la fuente de esta frase, la cual se encuentra en el texto ya mencionado “No voy a las elecciones”, donde camilo propone un abstencionismo activo, beligerante y revolucionario.
La esencia de esta frase y del texto al cual pertenece, es que las elecciones dividen al pueblo y por lo tanto no se debe participar de ellas. Ese es el aspecto que juzgamos justo de la frase. Usarla en el sentido contrario, como lo hacen los “camilistas” electoreros, invitando a unirnos en torno a las elecciones, sería tergiversar y traicionar los planteamientos revolucionarios de Camilo.
Sin embargo, la frase también presenta una limitación, pues, aunque él tenía una firme posición antielectoral, refleja su intención de dejar a un lado el debate sobre las elecciones para poder conservar la unidad con aquellas organizaciones o dirigentes políticos que proponían la vía electoral. Lo anterior resulta una posición ingenua, que en la práctica no se puede aplicar por mucho tiempo, pues una vez surja la coyuntura electoral, estas organizaciones y dirigentes electoreros, van a jalar por sus intereses, bregando porque la organización popular se dedique al proselitismo electoral, por encima de las tareas revolucionarias. Por otro lado, si alguno de esos dirigentes llegase a ocupar algún cargo estatal, comenzaría automáticamente su domesticación, pues como miembros del Estado deben asumir la constitución y las leyes burguesas-terratenientes, que defienden la propiedad de las clases dominantes. Lo anterior, es algo que ocurre muy comúnmente con todos los líderes de sindicatos, organizaciones campesinas, indígenas, exguerrilleros, etc., que antes de llegar a ocupar cargos estatales defienden las vías de hecho, los bloqueos, las tomas de tierras, los combates del pueblo contra la policía, etc., pero una vez se vuelven congresistas, concejales, diputados, etc., salen por todos los medios diciendo que la violencia no es el camino, que las vías de hecho no son buenas, y todo tipo de expresiones para desmarcarse del camino revolucionario, y asegurar su puestico en el camino burocrático.
Así pues, aunque Camilo quisiese unir a los revolucionarios con los devotos de las elecciones, tarde o temprano el problema se presentaría, la discusión tendría que ser dada y sería necesario tomar definiciones al respecto separando las aguas entre el camino revolucionario y el camino burocrático electoral. En nuestra sociedad, bajo la dictadura de la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo contra el pueblo trabajador, son apuestos el camino revolucionario y el camino electoral y no se pueden conciliar, porque los revolucionarios quieren honestamente destruir este viejo orden que oprime y explota a las masas trabajadoras, mientras los electoreros, o tienen la ingenua ilusión de transformar este sistema a través de las mismas posibilidades legales y pacificas que este sistema nos brinda, o son astutos líderes que pretenden disfrazarse de pueblo para ganarse un puestico en el viejo Estado.
Lo principal a destacar es que Camilo tuvo una posición revolucionaria y fue consecuente con ella, declarándose antielectoral y bregando por la organización revolucionaria del pueblo. Sin embargo, a los oportunistas electoreros les encanta esgrimir por todos lados esa parte de la frase que dice “insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa”, invitando a que el pueblo se una bajo sus banderas electorales. Al parecer, estos oportunistas, o no se leyeron el documento completo u omitieron todo el resto del contenido, porque la traición no conoce de vergüenza.
Camilo y el llamado a la revolución
Hasta aquí hemos profundizado algunos puntos programáticos de Camilo y su posición antielectoral, pero los planteamientos revolucionarios de Camilo no se limitan sólo a esto, además de lo anterior Camilo llamó a los estudiantes e intelectuales a tomar posición por el pueblo, disponerse a dejar la vida cómoda y a hacer sacrificios para vincularse a la lucha de las masas trabajadoras asumiendo los costos que ello implicaba, como lo plasmó en su “Mensaje a los estudiantes” (1965), obra de gran valor, que sigue vigente y que debería distribuirse entre la juventud para su estudio.
“La crisis económica y política se está haciendo sentir con todo el rigor sobre los obreros y los campesinos. El estudiante, generalmente aislado de estos, puede creer que basta una actitud revolucionaria superficial o puramente especulativa. Esa misma falta de contacto puede hacer que el estudiante traicione su vocación histórica; que, cuando el país le exige una entrega total, el estudiante continúe con palabrería y buenas intenciones, nada más. Que cuando el movimiento de masas le exige un trabajo cotidiano y continuo, el estudiante se conforme con gritos, pedreas y manifestaciones esporádicas. Que cuando la clase popular les exige una presencia efectiva, disciplinada y responsable en sus filas, los estudiantes contesten con promesas vanas o disculpas. […] Es necesario que la convicción revolucionaria del estudiante lo lleve a un compromiso real, hasta las últimas consecuencias. La pobreza y la persecución no se deben buscar. Pero, en el actual sistema, son las consecuencias lógicas de una lucha sin cuartel contra las estructuras vigentes. En el actual sistema, son los signos que autentifican una vida revolucionaria. La misma convicción debe llevar al estudiante a participar de las penurias económicas y de la persecución social de que participan los obreros y campesinos. Entonces, el compromiso con la revolución pasa de la teoría a la práctica.” [8]
También estuvo dispuesto a crear un frente revolucionario en el cual trabajar con todas aquellas fuerzas que honestamente quisieran la revolución, “No importan las diferencias tácticas que ahora nos aparten: tenemos que convencerlos a todos con nuestro ejemplo de la necesidad de la unidad y de la posibilidad de conquistar nuestro objetivo final: la toma del poder para el pueblo, cueste lo que cueste.” [9] Bajo esta posición estuvo siempre abierto a trabajar con los comunistas, y nunca se dejó intimidar por las acusaciones de las clases dominantes que querían llevarlo a definirse como anticomunista. Por eso Camilo afirmó que, aunque no era comunista tampoco sería anticomunista, porque si los comunistas estaban por la revolución, entonces “estoy dispuesto a luchar con ellos por objetivos comunes: contra la oligarquía y el dominio de los Estados Unidos, para la toma del poder por parte de la clase popular.” [10]. Además, planteó: “A todos nos van a decir comunistas y como nosotros aceptamos la participación del partido comunista van a tergiversar y van a decir que el partido comunista se va a apoderar del movimiento; pero si nosotros lo que queremos es hacer la revolución, sabemos que los que se apoderen del movimiento serán los que tendrán respuestas más populares y más revolucionarias y los que tengan más valor en la lucha y entonces si se apoderan del movimiento es porque se lo merecen. […] los líderes más entregados, más capacitados, más listos para la lucha, más sensibles para darle respuesta a la clase popular y el grupo que tenga estos líderes seguramente predominará.” Expresión que refleja en Camilo una disposición a aceptar la dirección revolucionaria de aquellos dirigentes más entregados, comprometidos y consecuentes con la revolución, sin ningún tipo de sectarismo y con humildad. La posición de Camilo para el frente revolucionario, se podría sintetizar en la siguiente frase: “Podemos decir que cualquiera que sea revolucionario venga de donde viniere es amigo nuestro y cualquiera que sea antirrevolucionario venga de donde viniere es enemigo.” [11]
Camilo tomó posición por la lucha armada que los campesinos estaban dando, en un momento de la historia de nuestro país en el que varias guerrillas se estaban esparciendo y creando zonas llamadas “Repúblicas independientes”, como lo documenta es su libro “La violencia y los cambios sociales” [12] donde se mencionan al menos 13 grupos guerrilleros activos en el país. Al respecto de la lucha campesina Camilo planteó: “Nuestros campesinos, ya saben a qué atenerse. Ya saben para qué se tienen que preparar. Ellos no se lanzan a una aventura, pero no rehúyen la lucha. Ya la oligarquía, con el estado de sitio, ha sacado al pueblo a las plazas públicas. […] Cuando nos haga la vida imposible en la ciudad, tenemos que ir al campo. Y del campo no podemos botarnos al mar. Allí tendremos que resistir. Para eso debe prepararse el campesino, organizando ahora los comandos del Frente Unido con grupos de cinco o de diez. Purificando las zonas de traidores a la causa del pueblo. Haciendo depósitos de comida y de ropa. Preparándose para esa lucha prolongada. No dejándose provocar, ni presentar resistencia cuando las condiciones sean desfavorables para el pueblo. La oligarquía seguirá reafirmando a los campesinos en su convencimiento de que tienen que apoyar a las fuerzas revolucionarias. ¿Por qué no han acabado con la guerrilla de Simacota? Únicamente por el apoyo de los campesinos.” [13]
En 1966, después de una ardua brega propagandizando por el país las ideas revolucionarias y bregando por unir a todos los revolucionarios, Camilo se vinculó a la lucha armada, convencido que sólo a través de ella se podrían lograr las grandes transformaciones que requiere el país, porque las otras vías ya estaban agotadas, y a las clases dominantes y al imperialismo no había otra forma de derrotarles: “Ahora el pueblo ya no creerá [en la oligarquía] nunca más. El pueblo no cree en las elecciones. El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda sino la vía armada. El pueblo está desesperado y resuelto a jugarse la vida para que la próxima generación de colombianos no sea de esclavos. Para que los hijos de los que ahora quieren dar su vida tengan educación, techo, comida, vestido y, sobre todo dignidad. Para que los futuros colombianos puedan tener una patria propia, independiente del poderío norteamericano. Todo revolucionario sincero tiene que reconocer la vía armada como la única que queda. Sin embargo, el pueblo espera que los jefes, con su ejemplo y con su presencia, den la voz de combate.” [7] Con lo anterior Camilo fue consecuente con su pensamiento, llevando hasta las últimas consecuencias su decisión por la revolución.
Finalmente insistimos, que a pesar de las limitaciones expuestas y las críticas que hemos realizado a algunos de los planteamientos de Camilo, resaltamos que lo principal en él fue su firme toma de posición por el camino del pueblo, el camino de la lucha combativa e independiente, su brega por la organización del pueblo para la revolución, su llamado a dar la vida por la causa y aceptar los sufrimientos y sacrificios que ello demandase, su preocupación latente por la realidad nacional y las problemáticas de los más pobres, rechazando el camino burocrático de las elecciones y dando su vida en combate por el camino revolucionario del pueblo. Por todo lo anterior, en febrero debemos conmemorar el nacimiento de Camilo Torres como un auténtico revolucionario, y deslindando de los oportunistas actuales, que de palabra dicen seguir su pensamiento y su legado, pero en los hechos han decidido tomar el camino de las elecciones.
¡Viva el ejemplo de Camilo Torres, heroico hijo del pueblo caído en combate por la revolución!
¡Defender el camino revolucionario de Camilo Torres, desechar y combatir las ilusiones en el viejo Estado burgués-terrateniente!
¡Viva la lucha revolucionaria del pueblo! ¡Abajo la farsa electoral!
Notas
[1] Candidato a la presidencia de la república por el Partido Liberal en las elecciones de 1946. Se presentaba ante las masas con un discurso de izquierda, anti oligárquico, revolucionario y defensor de las necesidades del pueblo trabajador. Con este discurso logró convencer a miles de personas e incluso a muchos revolucionarios de que él era una alternativa para el pueblo trabajador, lo cual consistía en un engaño, pues a través del mismo Estado burgués-terrateniente y sus instituciones, es imposible lograr las trasformaciones revolucionarias que demanda la sociedad colombiana y el pueblo trabajador. El 8 de abril de 1948 fue asesinado desatando un fuerte conflicto armado en el país conocido como “La época de la violencia”.
[2] Camilo Torres, Plataforma Del Frente Unido Del Pueblo Colombiano (1965)
[3] Camilo Torres, Plataforma para un Movimiento de Unidad Popular (1965)
[4] Camilo Torres, No voy a las elecciones (1965)
[5] Camilo Torres, Mensaje a las mujeres. 1965).
[6] Camilo Torres, Mensaje a la oligarquía (1965)
[7] Camilo Torres, Proclama al pueblo colombiano (1966)
[8] Camilo Torres, Mensaje a los estudiantes (1965)
[9] Camilo Torres, Mensaje al Frente Unido (1965)
[10] Camilo Torres, Mensaje a los comunistas (1965)
[11] Camilo Torres, Conferencia en el sindicato de Bavaria Bogotá (1965)
[12] Camilo Torres, La violencia y los cambios sociales (1963)
[13] Camilo Torres, Mensaje a los campesinos. (1965)