Policías rendidos por campesinos e indígenas. Foto: EFE/Defensoría del Pueblo

El día 2 de marzo, más de mil campesinos e indígenas incendiaron parte de las instalaciones de la petrolera imperialista Emerald Energy y tomaron como rehenes a 79 policías durante una rebelión en Caquetá, al sur de Colombia. Días después de esta acción, la empresa suspendió las operaciones en la región y pidió la cancelación de sus contratos en Caquetá. La revuelta del día 02/03 sucedió luego de un periodo de más de un mes de manifestaciones de las masas de la región contra la empresa china y ocurrió dentro del amplio escenario nacional de Colombia de levantamientos campesinos con la exigencia de tierra para vivir y trabajar.

La explosión de la rebelión en Caquetá ocurrió después de que Emerald Energy no cumpliera las exigencias de los campesinos. Estos exigían mejoras en las carreteras utilizadas para el transporte de los productos para la ciudad.

Emerald Energy conduce las operaciones de extracción de petróleo colombiano en la región desde 2013. Al menos 16 mil hectáreas de la región están bajo el control de la empresa imperialista.

Cansados de la negligencia de la empresa, los campesinos e indígenas rodearon uno de los campos de extracción de petróleo de la multinacional imperialista y prendieron fuego a las instalaciones. La represión no tardó en llegar: tropas de la policía y del Escuadrón Móvil Antidisturbios (fuerza especial de represión colombiana, conocida por el uso excesivo de la fuerza y por los asesinatos de activistas y manifestantes en el país) fueron enviadas a la región para contener la rebelión campesina, sin embargo, fueron sometidas por las fuerzas populares.

Los miles de campesinos e indígenas rodearon a los policías, les arrancaron las insignias de “Fuerza Pública” de algunos agentes y los mantuvieron como rehenes. Los escudos de las tropas de represión también fueron tomados y usados para escoltar a los militares hasta donde fueron detenidos. Videos muestran a los policías enfilados e impotentes frente a la organizada masa campesina que los escoltaba. Una vez reunidos, los policías recibieron comida y agua. Al menos un campesino, de nombre Reinel Arévalo, y un policía murieron como consecuencia del conflicto.

Poco después de la divulgación del acontecimiento, el viejo Estado colombiano inicio la movilización para la liberación de los policías. Sin esforzarse por atender las exigencias de las masas, el presidente oportunista de Gustavo Petro amenazo a los campesinos: “Espero de las personas retenedoras la liberación unilateral de los funcionarios del gobierno antes de que se propicie una nueva escalada de violencia”.

La empresa Emerald Energy, acobardada frente a la rebelión, anuncio la suspensión de sus actividades en el departamento y requirió la cancelación de su contrato de explotación de petróleo en la región.

Campesinos no soportan más el latifundio ni el imperialismo

La rebelión campesina en Caquetá ocurrió en el amplio escenario de levantamientos campesinos por toda Colombia, impulsados por la grave crisis del país y la histórica y profunda explotación de los campesinos e indígenas colombianos. Pocos días antes de la rebelión en Caquetá, campesinos de la región de Mojana bloquearon vías por mejores infraestructuras contra inundaciones. El año pasado, campesinos e indígenas realizaron diversas movilizaciones por la conquista de tierra y la defensa de sus territorios.

En la actual escalada de la lucha por la tierra, se ha vuelto común que los campesinos colombianos sometan a las fuerzas policiales por todo el país. En enero, una patrulla de 30 militares reaccionarios de la Fuerza Conjunta Omega fue sometida por alrededor de 300 campesinos en la región del Meta. La región concentra un alto nivel de militarización justificada por el ejército reaccionario colombiano por “operaciones contra las fuerzas guerrilleras”.

En verdad, operaciones del ejercito reaccionario colombiano para mantener a las masas de la región aterrorizadas y prevenir levantamientos y rebeliones en la región. Como resultado, es frecuente el asesinato, tortura y secuestro de campesinos por los militares reaccionarios, bien como montaje de “escenas de conflicto”, donde campesinos son asesinados y los militares ponen armas al lado de los cadáveres para simular las “confrontaciones guerrilleras” – una practica muy semejante al que realizan los policías militares de todo el Brasil para criminalizar a la juventud negra y favelada (habitantes de las favelas).

Ese alto nivel de represión contra las masas campesinas e indígenas por las tropas de la represión del viejo Estado colombiano no son un hecho nuevo en la historia de Colombia. En verdad, están sustentados por la propia formación histórica y el desarrollo económico del país, históricamente dominado y atado por el imperialismo y con una economía erguida sobre el latifundio y una industrialización frágil y volcada al mercado extranjero.

Los históricos problemas agrario y nacional de Colombia

Inicialmente como una colonia española, Colombia pasa, en el siglo XIX, a las manos del imperialismo inglés. Luego de alterar las bases económicas del país oprimido, Inglaterra mantendrá la manutención de la base económica en torno al viejo latifundio. En ese mismo siglo, con la independencia de los Estados Unidos (USA) y su consolidación como nueva potencia imperialista, Colombia sufrirá un nuevo intercambio de amos: a final del siglo XIX e inicio del siglo XX, los monopolios yanquis intensificaron su dominación y saqueo sobre la nación colombiana.

Aun como expresión de esa dominación, el imperialismo yanqui favoreció la manutención del latifundio en Colombia y concentro la economía del país latino en las manos de las grandes empresas imperialistas de USA. Caso emblemático es el de la United Fruit Company, que a inicios del siglo XX monopolizo alrededor del 70% de la producción colombiana de banano y concentro, bajo concesión del viejo Estado colombiano, enormes latifundios bajo su dominio, sobretodo en la región de Santa Marta.

Campesinos trabajan en plantación de banano de la United Fruit en el Magdalena Medio, en 1929. Foto: United Fruit Collection

Este es el caso de la United Fruit. Al mismo tiempo que impulsaba el latifundio en Colombia, la empresa imperialista sometía a sus propios funcionarios a relaciones de producción semifeudales. En esa relación, los campesinos que trabajaban en los latifundios de la empresa recibían la mayor parte de su salario en forma de cupones de la multinacional. Esos cupones solo podían se gastados con la United Fruit, comprando los productos que la empresa traía de Europa en los mismos navíos que usaba para exportar bananos para Inglaterra. Esto es, un típico régimen de cobertizo, donde los campesinos son aparentemente asalariados, pero son obligados a gastar todo su dinero con el mismo latifundista, que recibe de vuelta el “salario” pagado a los campesinos.

Así se muestra la dominación del imperialismo yanqui en Colombia: las inversiones de capital yanqui en el país latino, son uno de esos retratos: en el año 1913, las inversiones de USA en Colombia totalizaban 4 millones de dólares. Siete años después, las inversiones yanquis estaban casi en 32 millones de dólares. El monto aumento a 280 millones de dólares en el 1929.

Además del latifundio, el capital yanqui estaba presente en la industria colombiana, sometida y controlada por el imperialismo, en las obras de carreteras y vías ferrocarriles y en la explotación petrolera. En la década de 1930, el contrato Chaux-Folson concedió dominio exclusivo de los hidrocarburos del Catatumbo a la Colombian Petroleum Company (Colpet). De acuerdo con el contrato, la empresa tenía derecho a explotar un área de 187 mil hectáreas.

Esa explotación del pueblo, de la tierra y de las riquezas naturales de Colombia no fue llevada de forma pasiva por las masas. Por todo el siglo XX, levantamientos y rebeliones campesinas armadas explotaron por Colombia. Fue el ejemplo de la huelga contra la United Fruit, en 1928, que reunió miles de campesinos contra la multinacional yanqui. Esa época, el viejo Estado colombiano envió al ejército para reprimir el levantamiento, dejando un saldo de entre 800 a 3 mil muertos.

El monopolio de la tierra es responsable por someter, aun hoy a los campesinos empleados por el latifundio a un régimen de explotación basado en la servidumbre y en relaciones pre-capitalistas y semifeudales de producción. Y también por sofocar a los pequeños y medianos campesinos del país a partir de la concentración de las tierras, de los capitales y de los créditos proporcionados por el viejo Estado.

Otros levantamientos ocurrieron en la década de 1930, después de que el presidente liberal López Pumarejo no cumplió las reformas que había prometido durante la campaña; y en 1944, cuando Pumarejo, nuevamente electo, promovió la contrarreforma agraria, prolongando por diez años la supuesta entrega de tierras improductivas a los campesinos del país. En 1945, el latifundio colombiano cometió diversas masacres contra los campesinos e indígenas colombianos, contando incluso con la formación de ejércitos paramilitares (pistoleros) en diversas regiones del país. Como resultado, campesinos y obreros armados se levantaron en lugares como los Llanos Orientales, en la región del Magdalena Medio y en Barrancabermeja para combatir los monopolios yanquis y los bandos pistoleros del latifundio. A lo largo de toda la década de 1950, esos campesinos (desde los campesinos sin tierra hasta los pequeños y medianos campesinos, así como los arrendatarios) van a conformar grupos armados de autodefensa y movimientos guerrilleros por Colombia, base para el desarrollo de las famosas guerrillas colombianas conformadas en los años de 1960.

En ese desenvolvimiento histórico de Colombia está la base para las enfermedades que hasta hoy aplastan al pueblo colombiano, sobretodo dos problemas, el agrario y el nacional. Problemas inicialmente moldeados en forma de feudalidad y sistema colonial, sufriendo modificaciones a la forma de semifeudalidad y semicolonialidad, inicialmente bajo la égida del imperialismo británico y, posteriormente, bajo el imperialismo yanqui, principalmente. Para mantener ese dominio y prevenir los levantamientos campesinos en el país, así como la intensificación de las rebeliones campesinas que ya existían ( solamente en 2020, el país latino presencio 207 conflictos por la tierra envolviendo al menos a 7040 familias), el imperialismo mantiene alrededor de 200 militares fijos en Colombia e invierte millones de dólares anualmente en el país latino (entre 2016 y 2021, USA gasto 1 billón de dólares anualmente en proyectos para la “pacificación” de Colombia).

Social-imperialismo chino busca repartija del territorio colombiano

Con toda su inversión en el país latino, los yanquis buscan, también, prevenir el aumento de la influencia de otras potencias imperialistas en el territorio colombiano, como es el caso de China social-imperialista. Además de la petrolera en Caquetá (ahora en suspensión), el social-imperialismo chino puso decenas de otros proyectos en territorio colombiano.

Habiendo crecido de manera exponencial entre los años de 2008 y 2019, esos proyectos engloban desde la minería y el petróleo hasta la construcción de carreteras, líneas del metro y puertos. En 2022, había al menos 100 empresas chinas en territorio colombiano y 38 inversiones activas, que suman un monto de 2,04 billones de dólares.

Link del artículo original: https://anovademocracia.com.br/rebeliao-camponesa-em-caqueta-escancara-o-problema-agrario-e-nacional-da-colombia/