La inmensa desigualdad en la distribución de la tierra y el despojo violento de millones de campesinos, hacen parte de los principales problemas por resolver en Colombia. La consigna de “recuperar la tierra para el que la trabaja” es la reivindicación más profunda y sentida de los campesinos sin tierra o con poca tierra. Ejemplo palpable, María La Baja, municipio ubicado en la región de Montes de María al norte del departamento de Bolívar, donde 29 campesinos luchan por regresar a sus tierras que actualmente se encuentran sembradas de palma aceitera del grupo empresarial Oleoflores S.A. propiedad del terrateniente Carlos Murgas, conocido como “el zar de la palma” en Colombia, miembro honorario de la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma), exministro de agricultura durante el gobierno de Pastrana y, actualmente, el gobierno de Petro lo nombró representante del sector empresarial en los diálogos de paz con las disidencias de las FARC de Iván Mordisco.
La pelea es por una finca de más de 900 hectáreas llamada El Cucal, la cual fue tomada y conquistada por medio de la lucha campesina en el año 1993. En aquel año, el dueño era un terrateniente llamado Rafael Vergara, pero los campesinos lograron conquistar esa tierra y que el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) se las titulara. Allí habitaron los campesinos hasta 1997, cuando se dio una arremetida paramilitar. Bajo el pretexto anti insurgente y con el vil propósito de aplastar la organización campesina y reconcentrar la tierra en pocas manos, promovido por las clases dominantes y el genocida Estado colombiano, los paramilitares desplazaron a la fuerza a todas las familias que habitaban El Cucal, y asesinaron a Máximo Ariza, líder que encabezaba la lucha y a quien aún los sobrevivientes del destierro recuerdan.
Otro ejemplo, de la lucha por la tierra, son las 42 familias campesinas que reclaman un predio de 50 hectáreas que hace parte de la finca La Candelaria, actualmente sembrada con palma y también propiedad de Carlos Murgas desde 2004. La lucha por esta tierra se remonta a los años 60, cuando el entonces presidente Lleras Restrepo implementó la ley de Reforma Agraria y creó el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora). Gran cantidad de estos terrenos fueron adjudicados a campesinos a través de créditos, sin embargo, muchos campesinos no pudieron pagar las deudas y años después perderían la tierra que les había sido adjudicada. Además, el Estado puso en marcha el proyecto de Distrito de Riego de María la Baja, con el que represaron varios arroyos de agua para crear embalses y garantizar la irrigación para la ganadería y la agricultura, proyecto que generó gran interés de los ricos en aquellas tierras. Así entonces, la imposibilidad de pagar los créditos por parte de los campesinos y la presión sobre las tierras que generó la llegada del Distrito de Riego, generó el despojo de la tierra. La reforma agraria de los años 60 fue un engaño para el campesinado y lejos de avanzar en resolver la inmensa desigualdad en el campo, generó mejores condiciones para los terratenientes y el despojo para los campesinos.
Estos son dos ejemplos de la histórica lucha por la tierra en la región de los Montes de María, al norte del país, donde los grandes terratenientes han empleado toda su fuerza para despojar a miles de campesinos. Solo en los Montes de María entre 1985 y 2017, ocurrieron 3.197 asesinatos selectivos contra civiles, 117 masacres y se registran 1.385 personas desaparecidas, numerosos desplazamientos forzados y cientos de casos de despojo de tierras que actualmente el Estado promete resolver en los inservibles tribunales de restitución de tierras.
Se siente el anhelo de miles de campesinos por regresar a sus tierras para trabajar y vivir en ellas. Anhelo que se expresa en las tomas de tierras que vienen en aumento en los últimos años, y en los miles de solicitudes ante la Agencia Nacional de Tierras (ANT) para la compra y adjudicación de tierras. Los Montes de María son una región donde los campesinos han derramado su sangre buscando el sagrado derecho a la tierra. Aunque existe la promesa de una nueva reforma agraria, dado que dichas reformas no han resuelto el problema agrario, el campesinado sigue apostándole a las tomas de tierras como el único camino a través del cual realmente ha experimentado algunos triunfos y conquistas reales y a pesar de la dura represión que ha vivido, hoy en día la lucha por la tierra continúa avanzando en muchas regiones del país.