Este artículo fue escrito por Julio Flores

La política es dinámica, volátil y en todo sentido contradictoria, si miramos la historia no es extraño verse con numerosos ejemplos de líderes políticos que terminan “cambiando de bando”, traicionando al movimiento que en algún momento representaron y defendieron: Desde el asesinato de Julio Cesar Cayo, hasta la grandiosa novela “José Fouche” de Stephan Zweig donde se relata una traición que a pesar de los siglos perdura en la conciencia histórica. Colombia tiene en su historia también sus “Fouche” y a pesar que muchos de ellos no merecen más que una pequeña reseña histórica, en la presente aparición en la escena política colombiana de Salvatore Mancuso como un comodín del petrismo en contra del uribismo, también amerita una breve aclaración.
Salvatore Mancuso nace en el seno de una familia terrateniente que tuvo que vérselas frente a la fuerza del movimiento guerrillero que dirigió el EPL en el departamento de Córdoba, para la época de la conformación de las AUC, el gran ímpetu del movimiento guerrillero de los años 70ta, se había perdido y su rumbo se había frustrado para dar origen al movimiento guerrillero de las década de los años 80ta y 90ta que estaba más destinado a la lucha por algunas reivindicaciones parlamentarias y la disputa en el negocio de los psicotrópicos. En esos momentos se comienza a fraguar una alianza entre la burguesía mafiosa, los terratenientes y los industriales del país, quienes no solo trazaron un plan para disputar zonas del país a la guerrilla, sino que además llevaron la guerra a regiones donde ni siquiera había presencia guerrillera para despojar a sangre y fuego a millones de campesinos pobres. En alianza con las fuerzas militares y el Estado lograron relativo éxito en su cruzada “anti-guerrillera” con un saldo humanitario injustificable que arrojo a Colombia como el primer país con más desplazados internos por el conflicto armado en el mundo por varios años. El mismo Salvatore Mancuso tiene en su prontuario la muerte de al menos 5000 civiles muertos confesos en su accionar como comandante del bloque Catatumbo, además de otros hechos atroces como lo fue la creación de hornos crematorios al estilo del tercer Reich en Norte de Santander para desaparecer a miles de sus víctimas y no dejar evidencia de sus crímenes. Asimismo, Mancuso es participe como uno de los que dirigieron y organizaron de las peores masacres perpetradas por las AUC: Masacre de Aro, masacre del Salado, masacre de Mapiripan y de la Gabarra.
El proyecto paramilitar cumplió su objetivo de tomar las zonas que habían escogido para su control, tomar posesión de las tierras de cientos de miles de campesinos pobres, copar y dominar el aparato estatal casi en su totalidad, incluso infiltrando las ramas de poder en donde no tenían buenas bases. El proyecto más ambicioso de los hermanos Castaño y de las AUC en su conjunto quizás fue el de lograr traer la “coca” y sembrarla en país. En tiempos de Pablo Escobar la hoja de coca era importada de Bolivia y Perú, ya que era muy difícil sembrar hoja de coca en Colombia debido al gran número y dispersión del campesinado pobre, el paramilitarismo resolvió ese problema a sangre y fuego y convirtió a Colombia en el país mayor exportador de cocaína en el mundo. La hoja de coca colombiana no tiene competencia frente a la hoja de coca peruana o boliviana, incluso todavía hoy día, los carteles mexicanos no han podido superar la calidad de la coca colombiana en su país.
Luego de la desmovilización de las AUC, muchos comandantes paramilitares comenzaron a ser silenciados, asesinados y extraditados para favorecer el silencio de la gran orquesta criminal de terratenientes, mafia y gran burguesía que se había ejecutado, el innombrable “Uribe Vélez” se cubría las espaldas y era muy receloso de algún cabo suelto, fue así que en año 2008 y mediante una maniobra ágil y rápida Uribe extradita a 13 líderes paramilitares, entre ellos a Salvatore Mancuso, dándole su “casus belli” en su disputa contra Uribe.
Salvatore Mancuso en días recientes publico una carta dirigida a Álvaro Uribe, en donde palabras más, palabras menos asegura comprometerse con la “paz” del país, lo cual le da un respiro y un aliento a la agenda del gobierno de turno, convirtiéndose en un comodín del “petrismo”, en un agente que toma partido en la disputa entre las facciones de la burguesía compradora y burocrática, Mancuso sigue su juego y aprovecha la oportunidad para sacar partido político de la rancia y podrida “politiquería colombiana”, se postula como un “funcionario” capaz de servirle al país.
Sin embargo, cuando en política no se es capaz de correr el velo de los juramentos políticos y morales, de las promesas, compromisos y acuerdos políticos que muchas veces publicitan, se corre gran riesgo de caer en el engaño y ser víctima de la propia ingenuidad. Hay que recordar que detrás de toda declaración política y moral, están los intereses de clase y ambiciones personales que posibilitan su estatus “social”, Mancuso como buen político sabe mentir, engañar y sacar partido para su causa jugando sus cartas en la presente disputa entre las distintas facciones de la burguesía colombiana. De si logra ser “Gestor de Paz” en el gobierno de Petro y logre resolver su “limbo” jurídico depende mucho de la correlación de fuerzas entre dichas facciones, y lo que le corresponde al pueblo es no creer en la “redención” de dichos políticos, menos aun cuando en sus espaldas cargan con un prontuario tan terrible del que incluso podrían llegar a sentir envidia los actuales seguidores del nazismo y fascismo mundial. ¡El pueblo solo hace justicia con sus tribunales y juicios populares, lo demás es circo!

Este texto expresa la opinión del autor.