Como enseñó Lenin, la fase decadente del sistema imperialista mundial trae consigo una agudización de la lucha de clases a nivel global, la cual corre paralela, a su vez, con un aumento de los conflictos entre potencias y superpotencias mundiales por la hegemonía. Los Estados más poderosos se disputan la conquista de nuevos territorios de influencia y defensa de los ya adquiridos. Esta disputa se expresa principalmente en términos militares, ya que, la rapiña sobre los recursos de los países oprimidos coloca a los grandes capitales y sus Estados en una posición desestabilizante que los hace reactivos a perder sus privilegios en un sistema en degradación y, por lo mismo, agresivos para defender sus bastiones de poder e influencia.
Defender un sistema que se resquebraja requiere, pues, de un fuerte aparato defensivo. No es por nada que, para el 2023, la primera superpotencia mundial -Estados Unidos – destinó unos 916 billones de dólares, casi un trillón de dólares, al presupuesto militar. Para ser más ilustrativos, esto significa que, por cada dólar que posee el gobierno federal, un poco más de la mitad se invierte en presupuesto militar; sin contar, aún, la gran inversión que hace el Estado estadounidense en otros dispositivos de represión antipopular, como las prisiones y las -cada vez más militarizadas – instituciones de control migratorio.
Este aparato defensivo del imperialismo yanqui se ha extendido por el mundo. Parte del presupuesto militar norteamericano ha estado invertido en generar una red de blindaje que asegure sus intereses en territorios estratégicos de todo el globo. Un ejemplo de esto es la expansión de la OTAN – Organización del Tratado del Atlántico Norte. Desde 1991, esta estructura, que tenía un objetivo principalmente antisoviético en su origen, ha venido fortaleciéndose y expandiéndose sirviendo a los objetivos de intervención militar a favor de los intereses estadounidenses en diferentes territorios como la Yugoslavia, Afganistán e Iraq.
Hoy en día, la guerra en Ucrania se encuentra en un punto en que una quinta parte del país está bajo control ruso y la OTAN se ha pronunciado sobre la posibilidad de inmiscuirse más frontalmente en la guerra a partir de apoyo y entrenamiento militar. Además, se está estudiando hacer ejercicios militares desde territorios de países adheridos a la OTAN que compartan frontera con Rusia. De hecho, en abril de 2023, Finlandia, que comparte una frontera de 1.400 kilómetros con Rusia, fue adherida a la OTAN.
Como lo apunta el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), la guerra de agresión imperialista provocada en Ucrania ha llevado al aumento del gasto militar de los países de la OTAN, la cual, sin embargo, aún mantiene ante los medios una careta de no implicarse en el conflicto. Toda esta implicación y complicidad militar en el conflicto contra Rusia, a expensas del pueblo ucraniano, refleja crudamente cómo el imperialismo está dispuesto a pisotear y dividir a los pueblos para sobrevivir.
Con todo, los intereses proyanquis no se han impuesto en esta zona; más bien los rusos. Por eso, es importante destacar que esta coyuntura actual está poniendo sobre la mesa el desmoronamiento del imperialismo en general, ya que el sistema se está fragmentando en diferentes bloques geopolíticos rivales que se enfrentan entre sí y a los pueblos, y de la superpotencia estadounidense y sus aliados, en particular. En el escenario de semejante fragmentación, los pueblos solidifican su organización: en Ucrania, más organizaciones revolucionarias emergen al calor de la lucha por la liberación del pueblo.
Más aún, el gran progreso que ha provisto el escenario actual a la histórica lucha de la Resistencia Nacional Palestina también vale como demostración, tanto del deterioro de la hegemonía noratlántica y del sistema imperialista, como del avance de la organización popular en medio de la lucha antiimperialista. El debilitamiento del imperialismo lo ha llevado a apelar al genocidio para demostrarse a sí mismo y al mundo que aún tiene garras, lo cual, solo ha generado repudio y odio en los pueblos de todo el mundo hacia “Israel” y Estados Unidos. Mientras tanto, la Resistencia Palestina ha logrado importantes victorias en su cualificación militar y defensa territorial.
Tanto el resquebrajamiento de la primera superpotencia mundial, como los avances desiguales en las luchas antiimperialistas, ponen de presente la grave crisis que atraviesa la actual configuración socioeconómica del mundo. En medio de esta coyuntura se avizora tanto el avance de las potencias Rusia y China, que se aprovechan de la debilidad de sus competidores para posicionar sus intereses en los países oprimidos, como el avance de las luchas populares que, solo consiguiendo su independencia política van a lograr barrer del mundo al imperialismo y, en consecuencia, a la opresión entre naciones y entre clases. La pelota está, pues, del lado del pueblo y es deber de los revolucionarios y de las personas democráticas colaborar en la construcción de un futuro diferente.