
La llamada “crisis diplomática” entre EEUU y Colombia duró solo 20 horas. Comenzó la madrugada del domingo cuando el presidente de Colombia trinó en la red X: “Los Estados Unidos no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos, desautorizo la entrada de aviones norteamericanos con migrantes colombianos a nuestro territorio, EEUU debe establecer un protocolo de tratamiento digno a los migrantes antes de que los recibamos nosotros”.
Horas más tarde Trump dijo que ante la negativa del gobierno de Colombia de recibir “un gran número de criminales ilegales”, impondría inmediatamente aranceles del 25% a todos los productos colombianos que ingresen a los EEUU y en una semana los elevaría al 50%, revocaría visas, haría controles exhaustivos a las personas y mercancías colombianas y aplicaría la IEEPA (Ley de poderes económicos de emergencia internacional).
A esto Petro respondió diciendo: “le ordeno al ministro de comercio exterior elevar los aranceles de importaciones de los EEUU en un 25%”. Todos los gremios económicos y los representantes de los partidos politiqueros pusieron el grito en el cielo, argumentando que esto llevaría a una hecatombe por la dependencia comercial del país con Estados Unidos. Pero en la noche de ese mismo domingo, luego de largas conversaciones diplomáticas entre funcionarios de los dos gobiernos, la casa Blanca emitió el siguiente comunicado: “el gobierno de Colombia ha acordado todas las condiciones del presidente Trump, incluida la aceptación sin restricciones de todos los inmigrantes ilegales de Colombia retornados desde Estados Unidos, incluidos los que lleguen en aviones militares, sin limitaciones ni dilación”.
Esta “crisis diplomática” ha dado mucho de qué hablar al respecto de Trump, de los migrantes y de la relación entre Estados Unidos y Colombia.
El humillante trato a los migrantes indocumentados
A causa de la permanente situación de pobreza, desempleo e informalidad en los países del tercer mundo, situación agravada por la mayor profundización de la crisis general del imperialismo en los últimos años, todos los días miles de personas intentan ingresar ilegalmente a los Estados Unidos en busca de un trabajo y una vida mejor. El año 2023 alrededor de 170.000 colombianos (¡casi 500 por día!) fueron detenidos cuando intentaban ingresar a Estados Unidos de manera ilegal, un aumento del 30% frente al 2022.

En Estados Unidos, 1 de cada 4 extranjeros es un migrante indocumentado. Más de 11 millones de personas residen irregularmente en el país. Aunque la economía yanqui se beneficia de esta “mano de obra barata”, todos los gobiernos gringos persiguen a los inmigrantes que no tienen la documentación en regla. Obama, llamado por algunas organizaciones sociales como el “deportador jefe”, en cada uno de sus dos periodos de gobierno, deportó más personas que en el tiempo de Biden y que en el primer gobierno de Trump. Aunque Biden deportó a más de 270 mil personas en un periodo de 12 meses hasta septiembre, el dato anual más alto en una década.
El actual gobierno yanqui prometió en campaña “la deportación masiva más grande” de la historia de los Estados Unidos y llegó a decir que “los inmigrantes envenenan la sangre de nuestro país”. En la primera semana de su gobierno, Trump ha firmado más de una docena de ordenes ejecutivas sobre inmigración, ha llevado adelante redadas contra los inmigrantes con un promedio de 710 arrestos diarios, frente a la media diaria de 311 en un periodo de 12 meses hasta el pasado septiembre durante el periodo de Biden. Si mantiene este ritmo de represión, superaría el record previo establecido por Obama, con un promedio de 636 arrestos diarios en 2013. Trump les ha exigido a las patrullas represivas unas cuotas mínimas de arrestos, las redadas se generalizan y se siembra así terror en las calles y escuelas de varias ciudades estadounidenses.
El trato dado a los inmigrantes ilegales detenidos en los EEUU siempre ha sido humillante y con el gobierno de Trump lo es aún más. La experiencia nazi muestra que cuando el imperialismo entra en crisis y se prepara para la guerra, entre otras medidas, se recrudece el nacionalismo reaccionario y la xenofobia. Trump ha intensificado las redadas indiscriminadas y llama a todos los detenidos “delincuentes”. Como contaban los colombianos deportados esta semana, las fuerzas represivas yanquis les daban comida dañada, se burlaban constantemente de ellos, los mantenían atados por la cintura y esposados de manos, a muchos les quitaron sus pertenencias, no les permitían comunicarse con familiares, no los dejaron bañar por varios días, etc.

Las amenazas de Trump
Ante la negativa de Petro a recibir los aviones con los deportados, Trump desplegó una batería de castigos para Colombia: aranceles de hasta el 50%, revocatoria de visas, refuerzo de inspección de pasajeros y mercancías y aplicación de la Ley IEEPA contra tesorería, banca y finanzas.
Por supuesto que no es la primera vez que Estados Unidos amenaza con estas medidas. El gobierno norteamericano, sin importar el partido de la gran burguesía que lo presida, Demócrata o Republicano, lleva muchos años aplicando estas y otras sanciones económicas a quienes no se sometan a sus designios o a quienes puedan amenazar su condición de superpotencia hegemónica. Con la profundización de la crisis del imperialismo en general y el declive de la hegemonía yanqui en particular, estas armas aparecen cada vez más dentro del arsenal al que recurre el imperialismo yanqui en sus conflictos por doquier; ahí es donde entra Trump, que con su estilo arrogante y pendenciero deja más en evidencia la crisis y el declive yanquis, así como que la bestia imperialista ya no puede conjurar su decadencia con “buenos modales”: se le cae cada vez más su raída careta de defensor de la libertad!
Como hemos visto, estas y otras medidas de represión económica son usadas en Latinoamérica, por ejemplo, contra los pueblos cubano y venezolano. Estos dos países han sido sometidos por los yanquis a bloqueos económicos asfixiantes para sus pueblos. También son usadas contra otros países imperialistas, como por ejemplo recientemente contra Rusia, como parte de la Guerra en Ucrania, y contra China, potencia imperialista cuyo avance amenaza la hegemonía del imperialismo yanqui.
La última medida con la que Trump amenazó a Colombia fue con la aplicación de la IEEPA. Esta ley permite al gobierno gringo sancionar o bloquear actividades económicas extranjeras en su país y también en el exterior pues los yanquis como potencia imperialista hegemónica actúan como gendarme mundial y dominan el sistema internacional de transacciones financieras a tal punto que el 90% de las transferencias del mundo pasan por los bancos de Estados Unidos. Esta es la ley que acaba de invocar para imponer aranceles a México, Canadá (de 25%) y China (de 10%).
Por ser Colombia una nación dominada por el imperialismo yanqui, en donde este desde hace un siglo impulsó y mantiene un capitalismo monopolista y a su servicio, su economía es dependiente de la norteamericana. Así que, en las actuales circunstancias estas medidas golpearían significativamente la economía del país. El 30% de lo que Colombia exporta va a Estados Unidos y el 25% de lo que importa viene de allí. USA es la potencia que más invierte capitales en Colombia. Cientos de miles de personas trabajan directa o indirectamente en la producción de bienes de exportación hacia EEUU (café, flores, etc.) o en industrias cuyas materias primas, como el maíz o el gas, se importan principalmente de EEUU. Casi 2 millones de colombianos viven en Estados Unidos, y muchas familias en Colombia dependen económicamente del dinero que ellos envían (las llamadas remesas). Por supuesto que estas medidas también tendrían un efecto en la economía de EEUU, pero este sería significativamente menor por su condición de gran potencia imperialista con tentáculos por todo el mundo.
La respuesta de las clases dominantes locales y el “acuerdo” con los gringos
Los principales representantes de la ultraderecha (Centro Democrático y Cambio Radical) y de la derecha (Partido Liberal, Partido Conservador y Partido de la U) lanzaron sonoros alaridos ante un posible debilitamiento de la relación entre Colombia y Estados Unidos. Ellos son los tradicionales representantes de los grandes burgueses y terratenientes, cuyos negocios y poder dependen de su condición de lacayos del imperialismo, principalmente yanqui. La ultraderecha había celebrado el triunfo de Trump y orgullosamente publicó en redes que fueron los únicos invitados del país a su posesión. La derecha, más simpatizante del gobierno Biden y en general del Partido Demócrata gringo, no celebró el triunfo de Trump, pero en la actual polémica también grito asustada y sacó de nuevo su argumento vendepatria de que Estados Unidos es un “amigo y socio estratégico que hay que cuidar”.
El gobierno colombiano, que representa a la falsa izquierda (El Partido Comunista de Colombia, el Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica…), actúo muy a su estilo oportunista: mientras Petro, virtualmente, en X, se mostraba (y se muestra hasta hoy) como un antimperialista indómito: “no nos dominarás nunca”, “su bloqueo no me asusta”, “nuestra posición es no ser peón de nadie”, etc., realmente, en los hechos, daba a sus funcionarios toda la potestad para hablar con los gringos y solucionar la crisis generada, lo que en pocas horas lograron. El comunicado de la Casa Blanca es muy diciente del “acuerdo” alcanzado y contrasta con el altivo discurso que aún continúa profiriendo Petro en sus redes para engañar incautos. Dice así:
“el gobierno de Colombia ha acordado todas las condiciones del presidente Trump, incluida la aceptación sin restricciones de todos los inmigrantes ilegales de Colombia retornados desde Estados Unidos, incluidos los que lleguen en aviones militares, sin limitaciones ni dilación”. La imposición de sanciones queda aplazada “a menos que Colombia no cumpla con el acuerdo”. Y más adelante agrega: “los eventos de hoy dejan claro al mundo que América es respetada de nuevo”.
En este propósito de ratificar ser “peones” del imperialismo yanqui, de “respetar” al amo, no participó solo Petro con sus funcionarios, ¡no! Como lo dijo un periodista de El País, alguien cercano a Petro confesó que este “acuerdo” se logró gracias a “una especie de unidad nacional” con “Uribe, Santos y la élite empresarial”. Ellos fueron consultados y se les pidió que, usando la línea directa que tienen con funcionarios del gobierno estadounidense (de cada vendepatria con su amo), ayudaran a solucionar la “crisis diplomática”.
Esta unidad de todos los grupos de las clases dominantes para “aceptar irrestrictamente” “sin límites y demoras” “todas las condiciones” del amo yanqui, esto es, para aceptar toda la explotación y humillación a que son sometidos nuestros hermanos por parte de los yanquis, no puede ser catalogada sino como una unidad antinacional, una muestra del carácter lacayo del Estado colombiano y todos sus gobiernos de turno.
Para casi todo el movimiento popular es fácil ver que la ultraderecha en Colombia y su jefe máximo, Uribe, son fieles lacayos del imperialismo yanqui. No hace dos semanas este aprendiz de Fuhrer pidió una “intervención militar internacional” (léase invasión yanqui) a Venezuela. Sus dos periodos presidenciales fueron de guerra contra el pueblo colombiano dirigida por los gringos, a través del Plan Colombia. Años de genocidio, de “falsos positivos”, de negación y arrebato de libertades y derechos del pueblo. Como las cuchas lo saben: ¡Uribe dio la orden!, pero en Colombia, porque la orden superior ¡la dio su amo el imperialismo yanqui!
Es menos fácil reconocer el carácter vendepatria de la derecha y de su todavía principal líder hoy: Santos. Aunque este fue ministro de defensa del gobierno de Uribe con el Plan Colombia y los miles de “falsos positivos”, en general la derecha, que estuvo alineada con Uribe en sus dos mandatos, intentó desmarcarse en el gobierno de Santos. Su lenguaje es más “moderado”, hablan más de la paz, y son supuestamente defensores de la libertad. Claro que el pueblo, especialmente el campesinado, comprobó en esos años la verdad amarga de que cuando hablan de libertad todo se trata simplemente de la libertad “de comercio” plasmada en numerosos y dañinos TLCs, entre ellos el peor: con Estados Unidos (2012), que casi 13 años después arroja un balance perverso para la nación colombiana y excelente para los yanquis.
Pero ver el carácter vendepatria de la falsa izquierda, es más difícil, sencillamente porque, a diferencia de los otros grupos de las clases dominantes, se viste de izquierda, medra dentro del movimiento popular, se atribuye la vocería del pueblo en sus luchas, usa lenguaje antimperialista y oligárquico y además, nunca había llegado a gerenciar el viejo Estado, así que el pueblo no había visto su actuar allí.
Sin embargo, no solo este acuerdo antinacional que lideró muestra su carácter vendepatria. Todo el mundo reconoce que Petro tuvo una “excelente” relación con el gobierno Biden, continúa la construcción de varias bases militares gringas en Colombia, colaboró estrechamente con Laura Richardson jefe del Comando Sur en el gobierno anterior, ha pedido a los gringos hacer una OTAN para la Amazonía, les ha ofrecido invertir sus grandes capitales en agricultura en la Altillanura y en energías renovables, continúa la guerra contrainsurgente bajo mando yanqui, repite el estribillo de que Colombia y EEUU son socios y amigos…estos y un largo etcétera de hechos (ver Editorial “Un balance de 2 años del “gobierno del cambio”) muestran el servilismo del actual gobierno al imperialismo yanqui.
Sin embargo, toda esta obediencia quiere ser tapada por Petro, demagogo de profesión, que continúa intentando mostrarse como un patriota, engañando con mil artimañas (y poesía) al pueblo colombiano, más aún cuando entramos a épocas preelectorales y su gobierno acumula fracaso tras fracaso y algunos sectores del movimiento popular, ayer ilusionados, hoy empiezan a reconocer que el tal cambio no fue ni será.
Partamos por algunas verdades históricas. Estados Unidos no es socio, ni amigo de Colombia. Es socio, amo y amigo de sus clases dominantes. Estados Unidos es un país imperialista, que oprime a otras naciones, y Colombia es una nación oprimida, oprimida por el imperialismo, principalmente yanqui. El robo de Panamá, el impulso del paramilitarismo, el genocida Plan Colombia, el TLC, los falsos acuerdos de paz, etc., no son actos de un socio y amigo, son actos de dominio del Estado yanqui (con demócratas o republicanos a la cabeza) sobre el pueblo colombiano a través de las clases dominantes cipayas.
Por eso Petro engaña al pueblo cuando dice que Estados Unidos no nos “dominará nunca” y que “la estatua de la libertad ya no alumbra”, etc. Con estas y otras expresiones intenta negar el dominio imperialista de EEUU sobre Colombia y decir que el problema es solo Trump. Él piensa que, así como en las pasadas elecciones le dio réditos electorales mostrarse como el adalid de la lucha contra la ultraderecha, contra el “fascismo”, ahora le va a dar también los mismos frutos. Pero ya no será lo mismo. En ese entonces fue una ilusión de las masas -que acababan de vivir el Gran Levantamiento Popular- de ver cumplidos sus anhelos de cambio por el primer gobierno de “izquierda” en la historia del país, que además se mostraba como el más férreo luchador contra la ultraderecha, esto es, contra el uribismo que gran parte del pueblo odia con sobrada razón. Hoy, aunque el gobierno agite su antiuribismo y antitrumpismo, sus derrotas se acumulan, la desilusión entre el pueblo crece y sus antiguos aliados (PL, PC, U) abandonan el barco que se hunde.
En un reciente mensaje de Petro puede verse incluso cuán ajeno es el duro mundo que viven las masas populares para estos politiqueros charlatanes, que hasta se atreven a pedirles a los colombianos indocumentados en EEUU “dejar sus trabajos de inmediato en ese país y retornar lo más pronto posible a Colombia” pues el gobierno “buscará entregar créditos productivos a quienes retornados se inscriban en sus programas”. ¡Increíble! Pedir a nuestros hermanos que pasaron inefables dificultades para llegar a EEUU, que ahora tienen un trabajo con que vivir y ayudar a los suyos en Colombia, dejar su única fuente de ingresos, ¿a cambio de qué? ¡de una promesa de créditos! Y toda esta indignante “solicitud” justificada además con frases demagógicas del estilo: “la riqueza la produce solo el pueblo trabajador”, “construyamos riqueza social en Colombia”, todo para engañar al movimiento popular y seguir cabalgando sobre él.
Por una Colombia libre y soberana
La llegada de Trump a la Casa Blanca es otro síntoma de la profundización de la crisis del imperialismo y el declive de la hegemonía yanqui. La oligarquía financiera gringa que sueña con detener su declive y “hacer grande a América de nuevo” necesita mayor concentración de Poder en el ejecutivo, promover el chovinismo y la xenofobia y profundizar la pugna por el tercer mundo (y su patio trasero: América Latina) contra las demás potencias imperialistas, poniendo en el centro de ataque a China, principal potencia que amenaza la hegemonía yanqui.
Todas estas medidas y declaraciones arrogantes y ultrareaccionarias de Trump muestran más claramente a los pueblos que el imperialismo es opresión nacional, reacción en toda la línea, guerras por doquier. Los países del tercer mundo somos el botín principal en disputa.
Esta reciente arremetida del imperialismo yanqui bregando por conjurar el declive de su hegemonía, no se puede combatir con demagogia y politiquería. Como Lenin enseñara: “la lucha contra el imperialismo, si no se halla ligada indisolublemente a la lucha contra el oportunismo, es una frase vacía y falsa”. La lucha contra el oportunismo es condición indispensable para lograr la unidad del pueblo en nuestro país y de todos los pueblos para conformar combativos frentes antimperialistas a nivel nacional e internacional que puedan hacer frente al imperialismo. El frente de resistencia Palestina, que ha propinando contundentes derrotas al sinoismo y su amo yanqui, es un inspirador ejemplo para los pueblos del mundo. Felizmente el año pasado se comenzó a formar un frente independiente, popular y antimperialista en nuestro país y también organizaciones populares de varios países del mundo han convocado a la formación de la Liga antimperialista mundial el presente año. La verdadera “unidad nacional”, slogan manoseado por los de arriba, se construye desde abajo, con las principales fuerzas de la nación: las masas trabajadoras. El pueblo colombiano en su gloriosa historia de lucha ha dado grandes muestras de heroicidad, combatividad y entrega revolucionaria, especialmente el campesinado en lucha por la tierra y en la lucha guerrillera. Saludamos y apoyamos estos frentes de lucha combativa contra el imperialismo y sus lacayos, seguros de que servirán a que el pueblo se agrupe y encamine por la Revolución de Nueva Democracia.