El pasado 14 de septiembre la policía de la moral de Irán asesinó a la joven de 22 años Mahsa Amini, de origen kurdo, por llevar mal puesto el Hiyab o velo islámico con el que se cubren el cabello; torturándola mientras era trasladada al centro de detención. Ya en la comisaría, la joven cayó inconsciente y fue llevada a un hospital en donde permaneció 2 días en coma y luego falleció. A raíz de esto, desde el día siguiente y durante más de tres semanas, el pueblo iraní de al menos 100 ciudades salió a las calles a protestar por el asesinato de la joven.
Las protestas iniciaron el 17 de septiembre en Teherán, la capital del país islámico, frente al hospital donde falleció la joven. Al día siguiente la rebelión popular se comenzó a expandir por todo el país, exigiendo justicia por el asesinato de Mahsa Amini, denunciando la gran opresión que recae sobre las mujeres, y exigiendo también la renuncia del reaccionario líder supremo del país desde 1989, Alí Jamenei.
El viejo Estado burocrático latifundista iraní movilizó todas sus fuerzas represivas para tratar de aplastar la lucha de las masas. Tanto así que un alto mando de las fuerzas armadas de Irán dio la orden de asesinar a los manifestantes, a “confrontarlos sin misericordia”; y el ministro de inteligencia envió un mensaje a todos los usuarios de teléfonos móviles señalando que cualquiera que participara de las protestas sería castigado bajo la ley Sharía. Hasta la actualidad, según organismos como la ONG Iran Human Rights (IHR) más de 92 iraníes han sido asesinados a manos de las fuerzas de represión del viejo Estado teocrático, y al menos 1.200 personas han sido aprisionadas por protestar.
Irán, país de Asia occidental, funciona bajo una forma de gobierno teocrático, en el que se considera que la autoridad política proviene de dios, por lo que el poder religioso influencia en gran medida el funcionamiento del Estado; de esta forma hace parte de uno de los pocos países que aplica de forma estricta la ley islámica Sharía, que es usada por este régimen para imponer la máxima represión y control al pueblo partiendo de la mistificación de la religión, haciendo que esta sea incuestionable. Esta ley oprime más a las mujeres populares, haciendo que sean consideradas como una propiedad del hombre, limitándolas a no poder hacer nada sin su aprobación en el mundo laboral, académico y en el matrimonio; y haciendo que las mujeres sigan de forma estricta un código de vestir obligándolas a usar el velo que les cubre el pelo sin excepciones.
Es por esto que las mujeres iraníes y de varios países del mundo han quemado su velo, y hasta se han cortado el cabello, como forma de protesta contra esas leyes opresivas a las que están sometidas, como un acto que simboliza ir rompiendo las cadenas que las oprimen, que las asesinan. Así como también, han llenado las calles de más de 156 ciudades del país de forma combativa, en muchos casos construyendo barricadas para resistir a la represión, con ayuda de piedras y molotovs; apoyadas por los hombres, por el sector educativo en varias universidades, y por estudiantes que han protestado en los colegios y bloqueado las calles, con consignas como “Mujer, vida, libertad” y “Muerte al dictador”.
La indignación del pueblo iraní y su histórica lucha ha hecho eco y ha despertado la solidaridad internacional en al menos 159 ciudades de todo el mundo en las que ha habido manifestaciones de apoyo. De estas, cabe destacar las protestas realizadas principalmente por mujeres en Afganistán, quienes también viven bajo un régimen muy opresivo con la ley islámica Sharía, movilizándose bajo las consignas de “Irán se ha levantado, ahora nos toca a nosotras” y “De Kabul a Irán, di no a la dictadura”. A su vez, en Europa, en países como Grecia e Inglaterra, cientos de personas se manifestaron principalmente frente a las embajadas iraníes, en apoyo a la rebelión popular de Irán. También, en Estados Unidos y Alemania, se adelantaron protestas de apoyo. En especial en Berlín, cientos de inmigrantes salieron a las calles a mostrar su indignación y solidaridad con Irán bajo el lema de “¡Solidaridad internacional!” y exigiendo la liberación de los presos políticos.
No satisfecho con asesinar a Mahsa Amini, el viejo Estado de Irán trató de ocultar su responsabilidad en el asesinato falsificando pruebas de las condiciones médicas de Mahsa, señalando que a los cinco años fue operada del cerebro y que en realidad había muerto por un infarto y una convulsión. Sin embargo, estos señalamientos fueron negados por el padre de la joven. También, las otras personas que iban con ella en el vehículo de la policía confirmaron que ella fue fuertemente golpeada; además, la clínica que la recibió declaró en una publicación de Instagram que la joven había llegado con muerte cerebral declarada, y con hematomas en brazos y piernas, pero borró la publicación. Más allá de la indignación que desató el asesinato de Mahsa Amini, tanto en Irán como en el mundo, esta histórica rebelión popular del pueblo iraní deja en evidencia, una vez más, que las masas populares están inconformes con el sistema que las oprime, por lo que van a continuar movilizándose por la defensa y conquista de sus derechos. Y en estas luchas, las mujeres del pueblo están llamadas a cumplir un destacado papel desatando su furia revolucionaria para destruir, además de las tres montañas que oprimen al pueblo en las naciones oprimidas (imperialismo, semifeudalidad y capitalismo burocrático), una cuarta montaña sobre sus espaldas que representa la opresión a la mujer.