Con ocasión del Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera y del pueblo laborioso, el periódico Nueva Democracia quiere expresar un caluroso y fraterno saludo al proletariado y los pueblos del mundo y de Colombia en particular, reafirmando que nuestras páginas serán siempre tribuna del pueblo para difundir sus luchas, defender sus derechos, desenmascarar a sus opresores y falsos amigos, y elevar la conciencia de que el camino hacia la verdadera libertad y felicidad para el pueblo y la nación pasan en nuestro país por la revolución de Nueva democracia.
En este artículo queremos exponer nuestras respuestas a algunas preguntas que rondan el movimiento popular. Estas son: ¿Por qué el mundo hoy esta convulsionado por crisis, grandes levantamientos de masas, guerras locales y amenazas de guerra mundial? ¿Por qué la mayoría del pueblo colombiano vive en la pobreza? ¿Por qué, a pesar del gran estallido social de 2021, esta situación no cambió? ¿Representa el nuevo gobierno el cambio para el pueblo? La respuesta a estas preguntas nos demanda un análisis de fondo.
Comencemos por dirigir la mirada hacia el mundo. Vemos que no pasa un solo día sin que se anuncien noticias que dan cuenta de los tiempos turbulentos en que vivimos: gigantescas manifestaciones del pueblo en Francia, Alemania, etc; sangrientas batallas de la guerra en Ucrania; desplomes de megabancos como el Silicon Valley y el Credit suisse; acciones de la guerra popular en India y otros países; amenazas de guerra nuclear y demostraciones militares entre el imperialismo yanqui y el imperialismo chino; férrea resistencia palestina y reconfiguración de las fuerzas del medio oriente; raquítico crecimiento de la economía mundial e imparable aumento de la inflación, el desempleo y la pobreza; decenas de migrantes muertos a las puertas de Europa y Estados Unidos en su desesperada búsqueda de una vida digna; aumento vertiginoso de los presupuestos militares de las potencias mundiales; agudización de la lucha campesina en Brasil, México, etc.
Dar respuesta a la primera pregunta que nos hicimos al principio, requiere analizar la época y el momento por el que el mundo pasa. Como lo explicó Lenin, vivimos en la época del imperialismo, esto es, en la fase superior y última del capitalismo, en que el capital, al llegar a un alto grado de acumulación y concentración en unos pocos países industrialmente desarrollados y hacerse con el monopolio en todas las ramas importantes de la economía (especialmente como capital financiero), se exportó a los muchos países atrasados y paso progresivamente a dominar la economía y política mundial. Es por eso que el mundo hoy se caracteriza por estar profundamente dividido entre un puñado de potencias imperialistas y un montón de países oprimidos por estas potencias. Dentro de esta época, vivimos un momento de profundización de la crisis de este sistema imperialista, de agudización de todas sus inherentes contradicciones.
Quiebra de grandes bancos, ínfimo crecimiento económico, inflación, desempleo y pobreza desbordados son manifestaciones de ese agravamiento de la crisis que vive el imperialismo y cómo este busca poner a pagar su crisis a las clases trabajadoras en general y especialmente a los pueblos del tercer mundo. De ahí que las masas busquen salidas: desde migrar hacia los países imperialistas en busca de un trabajo para ganarse la vida, tomarse las calles en manifestaciones y huelgas como está pasando en Europa, hasta llegar a emprender guerras del pueblo contra el imperialismo y sus socios locales como sucede en la India y otros países.
Pero también el imperialismo como sistema explotador y la profundización de su crisis se manifiestan en la rebatiña de las potencias por las naciones oprimidas, en la lucha entre los diferentes imperialistas por la hegemonía mundial. Eso es lo que explica el porqué de la acelerada carrera armamentista, que los yanquis y chinos se muestren cada vez más los dientes, así como la invasión a Ucrania por el imperialismo ruso y la contienda entre este por un lado, y Estados Unidos y varias otras potencias imperialistas, por el otro. Pero los pueblos se oponen a esta rebatiña y a la guerra por la hegemonía mundial: no hace mucho tiempo la resistencia del pueblo afgano expulsó a los yanquis invasores, hoy el pueblo ucraniano despliega una heroica resistencia contra el ruso agresor; además, los pueblos del mundo rechazan una nueva guerra mundial, no quieren una tercera gran matanza entre pueblos hermanos.
Ahora miremos hacia Colombia. No podríamos como país ser ajenos a esta configuración que tomó el mundo. Los hechos económicos, políticos y militares de la sociedad colombiana hunden sus raíces en el proceso de formación de la nación entrabado por el imperialismo, principalmente yanqui. Si queremos entender cuál es la causa de que haya tanta desigualdad y pobreza en Colombia, si queremos saber por qué unas cuantas familias monopolizan la tierra, la industria, el comercio y la banca y sobre esta base ejercen su dominación, mientras que la inmensa mayoría del pueblo tiene solo su fuerza de trabajo o un pequeño o mediano pedazo de tierra o negocio y carece de una verdadera democracia, tenemos necesariamente que volver la mirada atrás para entender el origen de nuestra formación social.
Gracias a la valiente y tenaz lucha de nuestro pueblo, en el siglo XIX nos liberamos de ser colonia española, pero los terratenientes y grandes comerciantes que dirigieron la independencia, acapararon las tierras y riquezas del país y formaron un Estado que garantizó la continuidad de su privilegios y que se plegó al capitalismo inglés, potencia que pasó entonces a dominarnos, aunque de otra forma, como una semicolonia: teníamos formalmente una independencia política pero en la realidad Inglaterra nos sometía económica y políticamente.
A principios del siglo XX, cuando el capitalismo devino imperialismo, Estados Unidos desplazó a los ingleses como principal potencia que domina nuestro país. Por una parte, con el impulso de capitales imperialistas y capitales acumulados por los grandes burgueses y terratenientes “colombianos”, se montaron grandes empresas y bancos que fueron monopolizando los principales renglones de la economía (capitalismo burocrático) y asfixiando así -hasta nuestros días- el desarrollo de la industria, el agro y el comercio nacional y, por otra parte, estos grandes ricos endeudaron la nación con el imperialismo, y desde entonces hasta hoy esa “deuda externa” se convirtió en instrumento de chantaje y dominación. El Estado colombiano, fundado y construido al servicio de estos grandes burgueses y terratenientes, socios y lacayos del imperialismo, se ha encargado durante su historia de definir y aplicar leyes, “justicia” y violencia que garanticen la opresión política y la explotación económica del pueblo colombiano por parte de estas clases dominantes y su amo yanqui.
Por eso decimos que Colombia hoy es un país con un capitalismo burocrático, es decir, un capitalismo en que el gran capital domina la economía del país y la vida del pueblo, en que la tierra sigue acaparada en manos de terratenientes, mientras millones de campesinos no tienen o tienen poca tierra, en que la nación no obtuvo su independencia, continúa atrasada, dominada y saqueada por el imperialismo.
Entendiendo ese proceso de la sociedad colombiana, ese carácter de sociedad semifeudal, semicolonial, con un capitalismo burocrático, es que podemos comprender los principales acontecimientos del siglo XX hasta la actualidad y también vamos a poder avanzar como pueblo en la lucha por nuestros derechos y por la independencia y desarrollo de la nación.
Hechos destacados como: una mayoría de gente en el campo viviendo en la pobreza, una buena parte de los alimentos se importan, la existencia de guerrillas durante los últimos 70 años, los dos grandes paros agrarios de la última década, las mingas indígenas, la última oleada de tomas de tierra a fines del año pasado y en general la permanente lucha del campesinado por la tierra, tienen como causa fundamental la semifeudalidad, el problema de la tierra, su acaparamiento por grandes latifundistas y su negación a millones de campesinos. Y todo esto se ha mantenido así con la venia del viejo Estado, pues, como decíamos antes, los terratenientes han sido miembros fundadores y constructores de ese Estado, que en consecuencia se estructura y funciona en favor de sus intereses y en contra de los intereses del campesino sediento de tierra para trabajar.
La cotidianidad de nuestro país, esto es, el alto desempleo y pobreza, los bajos salarios, la pésima salud y educación para el pueblo, el permanente amordazamiento de la pequeña y mediana industria y comercio, la alta informalidad laboral, etc., tienen como causa común el que la economía y la política del país se han establecido para servir, además de a los terratenientes, al imperialismo y a las grandes empresas de capital burocrático. Estos grandes capitales monopolizan las principales ramas de la economía impidiendo el progreso de la industria nacional, el Estado endeudado con el imperialismo sigue las políticas económicas que este orienta a través del FMI, BM, OCDE, etc. Sin tierra para quien la trabaja y sin próspera industria nacional pulula el desempleo, la informalidad y los bajos salarios, lo que se traduce en amplia pobreza.
Analizando las profundas causas históricas de que nuestro país sea oprimido y nuestra gente viva en la pobreza, también vamos obteniendo respuestas a las otras preguntas que nos hicimos comenzando este artículo
¿Por qué el pueblo no logró cambiar esta cruda realidad con el gran levantamiento popular? Pensamos que la causa principal de que las masas no hayan logrado cambiar de raíz la sociedad con el gran levantamiento popular es que, aunque son mayoría, aun les falta más conciencia política y están desorganizadas, mientras que sus opresores, aunque son minoría, están altamente organizados, tienen un Estado con ejército, leyes y demás instituciones a su servicio. Para que esta correlación de fuerzas cambie, el pueblo tiene que desenvolver una larga lucha que vaya fortaleciendo sus filas y debilitando las de los enemigos y falsos amigos. ¿Cómo será en concreto este camino? eso es algo que en medio de la lucha debe discutir y acordar el mismo pueblo.
Finalmente la respuesta a la última pregunta ¿Representa el nuevo gobierno el cambio para el pueblo? En primer lugar, con nueve meses de gobierno se evidencia que para el pueblo nada ha cambiado para bien, antes la situación ha empeorado. En segundo lugar, los hechos históricos demuestran que el Estado colombiano ha sido siempre el instrumento de poder político de las clases dueñas de las tierras y los grandes capitales, esto es, de los terratenientes y grandes burgueses, y que ningún gobierno de turno, aunque cambie su forma de gobernar, le ha cambiado su carácter. Por último, aunque quienes conservan la ilusión en el nuevo gobierno pudieran decir que ahora sí va a haber cambios porque este es el primer gobierno de “izquierda” en nuestro país, no hay que ir muy lejos para ver estas experiencias y encontrar respuestas: en todos los países de América Latina que ha habido o hay presidentes que también se dicen de izquierda no ha cambiado nada para bien del pueblo, siguen siendo naciones oprimidas y pobres.
Para quien conozca un poco el papel que ha jugado el imperialismo yanqui en el mundo, es evidente que no es posible, como dice el nuevo gobierno, realizar una reforma agraria “de la mano de los Estados Unidos” ni de la de los terratenientes como Jose Felix Lafaurie; tampoco es posible que Estados Unidos traiga “prosperidad económica en las Américas” como declaró Petro en su reciente viaje a Estados Unidos. Por el contrario, la prosperidad de Colombia y de América Latina, sus reformas agrarias exigen que el pueblo destruya el latifundio y expulse al imperialismo yanqui de nuestro país por medio de una revolución antimperialista y antifeudal, una revolución de nueva democracia.